28 abril, 2024

Religión

Mujer: ¡despierta!, ¡te están robando la felicidad! (VI)

Mensaje final

¡Mujer!: respétate, estímate, dignifícate, valórate, no te desprecies, no te cosifiques, no te materialices… y serás respetada, estimada, dignificada, valorada y apreciada. Para valer no tienes que hacerte hombre, en el lenguaje, la musculatura, las artes marciales, la halterofilia; no te pintes como Cobra, no quieras parecer fuerte como Rambo, no te degrades como luchadora… No seas machista sobrevalorando al hombre y depreciándote a ti misma, denigrando en ti misma a la mujer. No cometas el error de ascender por los valores propios del varón (la fuerza, la dureza, la bravura) para encumbrarte como mujer; asciende por la escala hermosa, fuerte y segura de tu feminidad; de aquello que te es propio:

Mujer: ¡despierta!, ¡te están robando la felicidad! (V)

La mujer y el mundo de hoy

Nuestro mundo ha cosificado, animalizado y materializado la feminidad. De la mujer, como de los animales de raza, sólo importa “la estampa”, y esto con complicidad de la misma mujer y regozo del varón de bajos instintos.

Siempre el rostro y, sobre todo, los ojos, eran el “punto de mira” de la mujer. Los ojos son la ventana del alma. A través de la contemplación de los ojos de la mujer, el hombre llega con más facilidad a su alma. Los ojos evocan el cerebro, la inteligencia y lo más elevado de la mujer. Por lo contrario, la típica ‘mujer de hoy’ se empeña en hacer de su ombligo el nuevo punto de mira.

Mujer: ¡despierta!, ¡te están robando la felicidad! (IV)

La mujer y Dios

La clave está en la acentuación de su relación con Dios y la importancia de la fidelidad a lo que Dios le pide. Esta será la garantía para que ella recorra el camino de su vida de modo digno. Dios dignifica como nadie a la mujer. En la misma medida que la mujer traiciona a Dios y a Sus santos y sabios Preceptos, se traiciona a sí misma, se denigra y envilece. Si la mujer da la espalda a Dios, se da la espalda a sí misma y queda a merced de los instintos del varón. Sus principios cristianos son con su refugio, su pedestal, su trinchera, la garantía de su dignidad.

Mujer: ¡despierta!, ¡te están robando la felicidad! (III)

¿Víctima o responsable?

Es muy cómodo para la mujer acentuar su papel de víctima. La mujer es a veces víctima de las circunstancias; pero muchas veces es responsable de su propio destino. El hombre propone, pero la mujer dispone. No es correcto pensar que la mujer es incapaz de tomar las riendas de su vida, y que es inepta para decidir sobre sí misma. La auténtica “liberación femenina” y la verdadera “promoción de la mujer” debe comenzar por el reconocimiento por parte de ella que es un ser personal, capaz de decidir el curso de su propio destino. Dejando esto claro, cabe la pregunta sobre dónde, cuándo y cómo debe ella comenzar su propia redención.

Por esto no dudamos en afirmar de modo rotundo: Dios necesita mujeres que quieran rescatar a la mujer de manos de la mujer, como necesita ecuatorianos que rescaten Ecuador de manos de los ecuatorianos. Mujeres que quieran escribir otras historias, teniendo como modelo a la Mujer por excelencia: María, la Madre de madres. Quédense, no con lo que digo, sino con lo que quiero decir…: hay mujeres que están llevando a la mujer por los caminos del más penoso envilecimiento: las mujeres objeto, la que por vivir un placer presente pasajero cierra los ojos a todo su futuro que permanecerá para siempre.

Mujer: ¡despierta!, ¡te están robando la felicidad! (II)

Según la Biblia, la salvación entró al mundo por la mujer

Cuando Dios piensa salvar al género humano del pecado, que, como decimos, entró en el mundo a través de “la mujer” (Eva), lo primero que hace es pensar en “la Mujer pensante” (María), la mujer serena, racional (no racionalista, porque creyó y creyendo confió en que para Dios nada hay imposible7). Por supuesto que la Virgen era una mujer poseedora de un muy rico mundo afectivo; pero Dios, absolutamente respetuoso de la persona humana, no entra en contacto con la Mujer por el camino de los simples sentimientos, sino que entabla con Ella una relación de Persona a persona, a través de lo racional.

Mujer: ¡despierta!, ¡te están robando la felicidad! (I)

Aclaraciones previas

Lo que se dirá más adelante, lo afirmaremos sobre todo por las jóvenes, para que ellas tomen conciencia de su misión en la familia, la Iglesia y la sociedad de hoy. Y ‘por’ ellas, ‘con’ ellas y ‘en’ ellas, también para los chicos. El día que tengamos mujeres de verdad, tendremos novias y novios de verdad y esposos de verdad.

Serán palabras, no groseras, pero sí duras e incisivas; palabras que les golpeen el corazón y les hagan reflexionar. Lo que diremos directa o indirectamente está fundamentado en la Palabra de Dios que, recibida con valentía y sinceridad, siempre establece un contraste entre lo que pensamos y deberíamos pensar, y entre lo que somos y tendríamos que ser; y que, además, de light no tiene una letra1.

Nada queremos decir de las mujeres que quizá viven situaciones matrimoniales conflictivas, porque cada caso es distinto y toda generalización es injusta. Para ellas toda comprensión y caridad (aunque bueno es recordar que ‘comprender’ no es lo mismo que ‘dar la razón’).

¿Por qué hay que casarse como Dios manda?

Cuando un hombre es un señor, y es un caballero serio, noble y responsable, jamás juega con el destino de una mujer y con el futuro de los hijos que trae a la vida. Su propia valía y el amor sincero hacia ella y el respeto hacia ellos, le lleva a buscar el matrimonio, o sea el único modo de comprometerse para siempre, a fin de darles seguridad y consagrarse de por vida a la búsqueda de la felicidad de ellos, renunciando a toda posibilidad de aventura mundana.

Pero cuando un hombre huye del matrimonio, no quiere dar garantías, quiere seguir teniendo una mujer para él, dándole largas al compromiso para siempre, ese tal, es un individuo de mucho cuidado; porque es un egoísta, un caprichoso, un inmaduro y un machista. Ese hombre es incapaz de darse y de entregarse porque es incapaz de amar como aman los hombres de verdad.

Los Magos, la Iglesia y la Eucaristía

Herodes, los sacerdotes,

los ancianos y los letrados,

cerca están y no buscan,

ni encuentran al que es su Dios.[1]

Herodes, yo tan cercano

Herodes, yo tan lejano.

Herodes, el rey pagano

Herodes, este cristiano…

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