Cada vez que veo a Correa en la televisión me pregunto: ¿Que hace metido en pleito ajeno y por qué no está trabajando para nosotros en lugar de perder su tiempo tratando de solucionar problemas de otros?
Los ecuatorianos no le pagamos el sueldo para que se la pase viajando y buscando arreglos a los líos de otros países y peor si en estos, el principio de la libre determinación de sus propios pueblos exige que nadie intervenga.
Este falso heroísmo solo camufla la intensión de figuretear para estar en la mira de la atención internacional.
Para su desmedida vanidad, el Ecuador ya resulta chico y ahora su hipertrofiado ego necesita el reconocimiento universal para así calmar sus ansias de querer ser como Bolívar, autoproclamándose el paladín de la democracia latinoamericana.