28 abril, 2024

Antes de la conquista

¿El arcabuz contra el arco y las flechas? Criminal apropiación de quienes querían aprovecharse de estas tierras. Las cartas entre Pizarro y el rey Carlos V, en  todo buscaban culturizar a sus nativos. O sea, someter a la llamada cultura hispánica, aceptada como superior, las comunidades nativas.

Culturización que, sin embargo,  para el conquistador jamás fue otra cosa que la destrucción de los  valores sociales indígenas y sus valores religiosos, considerados como ignominia moral. Rara manera de traer cultura a gentes que, tal cual reconoce Bernal Díaz del Castillo y Bartolomé de las Casas, vivían en sociedades superiores a las europeas. Cientos de gentes conversando su diario vivir y comprando en cada uno de los rincones de sus plazas. 

“Eran muchas gentes”, dice Bartolomé de las Casas, entre entusiasmado y sorprendido. Pero no solo que “eran muchas gentes”. Eran, sobre todo, muchas ciudades, muchos mercados, muchas etnias cada una con su razón de existir, mucha producción alimentaria, mucha artesanía, muchos vistosos tejidos, muchas leyes para el orden y el buen vivir, muchos templos… 

Mejor dicho, mucha vida y muchas esperanzas de seguir existiendo. Esperanza, que ya en el primer siglo de lucha contra los invasores quedó mermada en muchas comunidades. El arco y las flechas no eran armas para resistir al arcabuz, peor vencerlo…

Esta relación entre culturas  tan dispares,  desataba en cada paso del camino situaciones sociales no esperadas. Pero las enfermedades, quizás, fueron las de mayor peso, fuentes de la destrucción masiva de la población originaria. A la sífilis, tuberculosis y disentería que ya las sufrían, se sumaban las que el conquistador traía consigo. El sarampión, la viruela, la gripe, la bubónica resultaron en el encuentro, verdaderas  armas de mayor eficacia contra la sociedad indígena, y apoyo en la conquista.

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