Lo dijo el Sr. Presidente de la República- a su tiempo y a su modo –La educación particular desaparecerá…
Negándole el significado esencial, como servicio público en derecho irrenunciable de las personas de un estado, que como tal lo dice el Art. 335 de la actual Constitución, lo que le da también a los gobiernos responsabilidad de velar por ella, en cuanto a los principios y finalidades tanto en lo técnico, ético, pluralista, democrático y didáctico-pedagógico.
En lo que respecta al derecho a la educación particular, toma vigencia en ella el numeral 3 del Art. 26 de los Derechos Humanos- “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” y que nuestra constitución lo recogió siempre, por lo que la educación particular ecuatoriana desde cualquier punto que se la mire- sin sectarismo, ni odio, -es parte indiscutible de la educación nacional.
Mirémosla primero como el aporte cuantitativo, para suplir la falencia de cupos de todo un universo de cientos de miles de estudiantes, que tienen derecho a la educación y que sin los colegios particulares estarían entre el analfabetismo de niños, adolescentes y jóvenes de esta superpoblación ecuatoriana -Solo para hablar de nuestro Ecuador- Indiscutiblemente que en estados monárquicos como Bélgica, Suecia y tantos otros de Europa, a los que se quiere emular y que, incluso, tienen una demografía directa entre población y educación-(aunque con centros educativos privados para los hijos descendientes de reyes… aún en siglo XXI)- lo que nada tiene que ver con países, como el nuestro, que entre la superpoblación y estructuras escolares hay un gran abismo en crecimiento, cuando las migraciones rurales hacia la ciudad, son de constancia diaria; aumentadas hoy con las fronteras abiertas al mundo.
Por otro lado, nadie puede quitar Indiscutiblemente la valía de “Las escuelas del milenio” construidas por este Gobierno; pero se necesitarían cientos más de ellas, para abarcar toda la población escolar del País. Por lo que es grave lo que hoy hacen por eliminar la escuela particular, estimulando la impunidad al incumplimiento del pago de los servicios recibidos. De lo que se aprovecha cierta gente inescrupulosa, para tomar por asalto a estos planteles, matriculando a sus hijos, predispuestos a no pagar los servicios; respaldados por las normas gubernamentales asfixiantes a la economía de dichos centros educativos.
Un poco pintoresca la comparación, pero en verdad, estos están siendo víctimas “del asalto” de ciertos padres, con un modus operandi que comienzan pagando la matrícula de sus hijos al principio de año y ni una pensión mensual más, para al fin del curso escolar, “como con un puñal al cuello”,- al grito-¡Los documentos! ¡Y la promoción! o ¡el Distrito! – Este obliga “entregarlos en el plazo de 24 horas” para ser matriculado en otro establecimiento de “la misma categoría”, logrando en los seis años el título de bachiller para sus hijos.
Y la situación económica de los Planteles tambalea, con la satanización de “las utilidades” que en sí son parte del mantenimiento tanto material como intelectual y del personal docente.
Si bien, el llamado de los directores de estos Centros de estudios debe ser, en el presente:
¡A resistir! ¡A resistir! porque
¡No hay mal que dure más de 10 años…!
Corresponde a los padres responsables, que los hay en gran porcentaje, hacer filas en defensa de la educación escogida para sus hijos, como derecho inalienable…
Lilly:
Es una pena que el Gobierno, en vez de fomentar la educación privada, pretenda, al no poder competir con ella, eliminarla.
Se busca eliminar la excelencia!
En tierra de ciegos, el tuerto es rey!
Un beso.
Felicitaciones
JFGR
Una pregunta: ¿Los hijos del Presidente y de sus ministros asisten a las escuelas del milenio o a privadas? Si la educación fuera de excelencia como lo es en Finlandia le aseguro que gran parte de la población acudiría ala educación pública, pero ese no es el caso en nuestro país. Si es indignante que exista corrupción hasta en los padres al no pagar las pensiones aupados por el ejecutivo.