27 abril, 2024

Apagando Incendios

Los acuerdos y acercamientos de Ecuador con Irán han generado una inmensa expectativa en
articulistas especializados en temas internacionales, tanto alrededor del mundo, como dentro
de nuestras fronteras. A pesar de mis profundos esfuerzos por encontrar un artículo o escrito
objetivamente analizado que favorezca la posición de acercamiento político, diplomático y
comercial implementada por nuestra política externa con el país persa, confieso que no solo no
he tenido éxito en conseguirlo, sino que mis angustias como ecuatoriano solamente han sido
incrementadas.

La avalancha de cuestionamientos ha traspasado el análisis de relaciones entre estados, y noticias
externas nos revelan con lujos de detalles hechos y circunstancias que despiertan interrogantes
y escenarios destructivos al círculo íntimo presidencial y que hasta ahora no han sido aclarados.
Otto Reich, quien fuera Subsecretario de Estado para América Latina y Embajador de los
Estados Unidos en Venezuela, puede ser considerado como un articulista polémico, de pocos
encantos para muchos lectores y hasta desacreditado en cierto grado por sus posiciones de
extremo. Sin embargo, no se debe desestimar que su voz, contactos e influencia, especialmente
en círculos políticos y diplomáticos dentro de los Estados Unidos y del mundo de la diplomacia
Latinoamericana pueden tener mayor autoridad de lo que desean aceptar actores políticos
intransigentes con los intereses y posiciones norteamericanos. El público estadounidense es un
gran consumidor de titulares y la poderosa prensa americana dominada por la derecha política
de dicho país no escatima en informar y amplificar toda noticia que presente negativamente a
cualquier gobierno progresista de la región.

Todo apunta a demostrar la inexistencia de un análisis pragmático del mal que nuestro
desencuentro con la política de sanciones estadounidenses contra Irán puede infligir al futuro
cercano de nuestra frágil dolarización. Sino, habrá que preguntarle al SCB, uno de los pocos
grandes bancos ingleses que logró emerger inmune a la terrible crisis del 2008 y que ahora se
encuentra luchando por sobrevivir a las posibles sanciones sobre las que hace no mucho tiempo
ironizaban.

El considerar que unas cuantas bananas y un concepto de soberanía son suficientes para amparar
una tesis cuyas consecuencias pueden ser nada atractivas para el gobierno de la revolución
ciudadana, no implica que las convicciones anti imperialistas nos conviertan necesariamente en
amigos íntimos de los enemigos de los Estados Unidos. Podemos mantener la misma posición
con independencia y contundencia sin necesariamente imprimirle el sello iraní. Además, es
necesario preguntarse, si el sector privado está realmente interesado en vender bananas u otros
productos a Irán, poniendo en riesgo la venta de sus mercancías a Estados Unidos y otros países.

Después de todo, es el sector privado el que requiere ampliar mercados para la exportación de su
producción.

Para incrementar las tensiones que oprimen a nuestra relación con los Estados Unidos, nuestros
diseñadores de políticas públicas han declarado como un paraíso fiscal al estado de la Florida,
nuestro principal socio comercial dentro de los Estados Unidos. Sin embargo de no ser un secreto
que muchos gobiernos latinoamericanos y que las mismas autoridades federales estadounidenses
han cuestionado la posición de la Florida argumentando que sus prácticas impositivas generan
herramientas de evasión para el no pago de impuestos de personerías extranjeras tanto en los

Estados Unidos como en los países desde donde se origina dicha riqueza, el paso dado por
Ecuador, un país incluido en la lista de países de alto riesgo y no cooperativos de la GAFI,
podría no venir en el momento adecuado y ser considerado como una simple medida adicional
irritante a nuestra alicaída relación bilateral. Los Senadores y Congresistas floridanos de mayoría
republicana y abiertamente detractores del gobierno ecuatoriano podrían pensar en tomar
medidas retaliadoras contra intereses de nuestro país.

La poderosa Chevron, encabeza el listado de censuradores del sector privado a nuestro gobierno
y utiliza todas las herramientas posibles para generar malestar contra intereses ecuatorianos entre
los miembros del Senado, del Congreso y del Corporativismo de dicho país. Es indiscutible
que moralmente Chevron está condenada a pagar sus culpas y asumir sus responsabilidades en
Ecuador, pero su denuncia ante el Senado estadounidense alegando nuestro incumplimiento del
Tratado de Inversiones Bilaterales, sumado a las contundentes pruebas que presentan sobre las
anomalías en la administración de justicia en las cortes del país, no deben ser un tema fácil de
rebatir para nuestra Embajadora en Washington.

La defensa de los derechos y protección de Julián Assange, ciudadano australiano abandonado
cruelmente por el gobierno de la ex colonia británica, nos sumerge gratuitamente en una
controversia adicional; en especial si el tema no se enfoca con la debida probidad y cautela
que demanda un caso tan emblemático en la defensa de los derechos a la libertad de expresión
sobre el secretismo de temas de estado. Es necesario considerar en el análisis que ni las más
progresivas leyes de trasparencia de información pública de reciente aprobación en la mayoría de
países protegería la publicación de temas considerados como inherentes a la seguridad nacional
de los estados.

Los ecuatorianos nos hemos acostumbrado a este mecanismo gubernamental de apagar
incendios internos ocasionados constantemente por políticas impregnadas de error o por falta
de previsión. La prensa local había identificado no mucho tiempo atrás a la entonces Ministra
de Coordinación de la Producción Empleo y Competitividad como una pieza fundamental del
equipo del Presidente que lograba apagar incendios provocados por otros estamentos estatales.

Será suficiente la pericia y el profesionalismo de la ahora embajadora en los Estados Unidos para
enfriar con éxito la calentura provocada por esta serie de circunstancias negativas?
Esperemos que la embajadora Cely logre apagar el gran incendio que esta larga e inquietante
resequedad en nuestras relaciones bilaterales puede estimular.

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