27 abril, 2024

¡Importante y urgente!

Existen cosas en el mundo que son importantes pero no necesariamente urgentes, otras son urgentes aunque poco importantes, las de menos suelen ser urgentes e importantes, por supuesto que la gran mayoría tal vez son cosas que ni son importantes ni urgentes, y son –éstas últimas- las que más nos desgastan y nos hacen perder el rumbo.

Con la educación ecuatoriana puedo establecer ciertas similitudes. Para todo político en campaña, para cualquier “educador” de esos que afirman saber mucho, la premisa acerca de la importancia de la educación les permite horas y horas de “cantaleta” verbal acerca de lo correcto y lo que debe hacerse para “apoyar a los niños y jóvenes de mi Patria”, lo hemos escuchado durante años, muchos años y … ¡no ha pasado nada!.

Sin embargo, llegado el momento, ni en el antiguo Congreso ni en la Asamblea, peor para los medios de comunicación y ni se diga en Carondelet se muestra interés por priorizar a la educación y siempre hay algo más urgente que resolver… un paro en tal o cual provincia, la movilización de los jubilados, las protestas de los burócratas, en fin, siempre hay algo que obliga a replantear la urgencia con la cual se deben priorizar las cosas.

El resultado es que la educación, como proceso, no es urgente, si acaso importante –en la letra muerta-, los hechos nos expresan con claridad la prioridad que suelen darle quienes toman decisiones en este país al contexto educativo… Incontables páginas, toneladas de tinta, extensos días, meses y años hemos gastado en explicarnos lo importante y las bondades esenciales de tener procesos educativos óptimos y los estudios internacionales, las investigaciones pedagógicas, los avances en neurociencia, en fin, mucho material nos convence de que es importante. Siendo así… ¿por qué no mejoramos?, seguimos repitiendo los mismos errores del pasado y no hay visos de solución.

Es que también hay que pensar que la educación es… ¡urgente!.

¿Por qué?… diría un kikuyezco desaprensivo de esos que deambulan por los pasillos del Ministerio ganando sueldos de “técnico docente” o de “asesor”. ¿Por qué habría de pensarse que en estos históricos momentos tener procesos educativos medianamente buenos es urgente?. Porque…

  • La educación es condición indispensable de la Cultura de una comunidad, región o país. Muchos de los detalles culturales que se perciben en nuestro medio nos atan definitivamente al subdesarrollo. Urge un cambio social que nos conecte definitivamente a la “aldea latinoamericana”, al menos, sino a la “aldea global”
  • Un mejoramiento educativo favorece la adquisición del conocimiento que a su vez vuelve a la gente a replantearse sus propios esquemas morales y éticos, sus valores humanos, etc. Vuelve al ser humano más humano.
  • Mejora en pocos años la economía de una comunidad aportando con herramientas de productividad más efectivas
  • Baja los índices de enfermedades prevenibles –en su gran mayoría-, las tasas de mortalidad infantil y juvenil, el inicio de la sexualidad en los jóvenes, el consumo de drogas, etc
  • Eleva la autoestima de la gente

En lo corto de la presente entrega me resulta muy difícil poder aportar con más y más razones. Voy a limitarme a las presentadas, pero usted, estimado lector o lectora, con ilustrado criterio podría tener más, muchas más razones para hablar de la urgencia de tener un sistema educativo de calidad en nuestras escuelas y colegios, de manera que las personas con poder de decisión política en este país entiendan un poco lo que significa para la supervivencia misma del Ecuador el contar con más y mejores formas de educar a los niños, niñas y jóvenes.

No es sólo cuestión de pintar las escuelitas que se caen, ni de aportar con uno que otro “milloncito” al sistema, de cambiar Ministros o de establecer consensos con los medios de comunicación y la sociedad entera, hay más, mucho más, pues la educación no deja de ser un problema de todos y de presentarse como un dilema multifactorial que debe ser enfocado así mismo, desde distintas aristas congruentes. Si no tomamos una decisión, después de veinte o treinta años seguiremos hablando de lo mismo… ¡se lo aseguro!

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