26 abril, 2024

¿Oligarcas guayaquileños o personas de éxito? – Cuarta Parte

Hacer empresa privada en Guayaquil ha sido difícil desde siempre, por la crónica inestabilidad económica y política. Lo sigue siendo en el siglo XXI. A este mal enraizado se agrega el ataque frecuente a la gran empresa. La célebre expresión de Winston Churchill sobre la empresa privada se refleja en la forma como son vistos los empresarios guayaquileños: “Unos ven a la empresa privada como si fuera un tigre depredador que hay que matar. Otros la ven como vaca lechera que hay que ordeñarla”

La falta de aprecio por el trabajo de los grandes empresarios es un fenómeno que comenzó explosivamente después de los años veinte del siglo pasado. Prueba de la afirmación es la opinión, anterior a ese período, del periodista Manuel J. Calle, uno de los más importantes de su época, sobre Amalio Puga, gran hacendado y exportador de cacao. Calle en su serie de artículos Charlas, publicados en los periódicos guayaquileños El Guante y El Grito del Pueblo, entre 1911 y 1918, se expresó de Puga en los siguientes términos: “Nos vamos a quedar sin el apreciabilísimo señor Puga como Intendente de la Policía guayaquileña, lo cual será una verdadera lástima, dados el profundo aprecio y los grandes motivos de gratitud que esta libre y benemérita sociedad tiene o debe tener para con el expresado caballero…”. Cuando Puga fue conminado a pagar 150,000 sucres al Ministerio de Hacienda, lo defendió ardorosamente: “…somos de opinión de que es más que probable que el señor Puga no deba nada al Fisco en el concepto enunciado por el periódico quiteño. Era el régimen que infamaba a sus servidores sin concederle la participación en la forma debida, ya que les empujaba a la calle con miserias y un mundo de responsabilidades encima”. Calle se refiere a que Puga era víctima de represalias políticas por haber sido Ministro de Hacienda en la Presidencia de Alfaro. Puga fue otro empresario que acumuló fortuna por sus propios méritos, sus haciendas llegaron a tener plantaciones de cacao cuya producción se encontraba entre las más grandes de Ecuador. Pero como le sucedió a los demás grandes productores, las epidemias de cacao, liquidaron su fortuna y su apellido se sumó a los tantos desaparecidos del mundo de los grandes empresarios guayaquileños.

¿Oligarcas guayaquileños o personas de éxito? – Tercera Parte

La existencia de la oligarquía guayaquileña es un mito, producto de la fantasía de los detractores del sector empresarial. Jamás ha existido club, logia o asociación de poderosos empresarios con afán de impedir la prosperidad de la gente. Los que han dirigido los destinos han sido personas que llegaron donde están, por su esfuerzo y dedicación. Se ganaron legítima y honorablemente la posición económica y social. Desde siempre, en cada década transcurrida han ingresado nuevas caras con distintos apellidos a hacer noticias, formando parte de los directorios de las cámaras de la producción, apareciendo en la promoción de una nueva empresa o apareciendo en los periódicos. No han sido los “mismos de siempre”, como erróneamente sostienen los detractores.

¿Oligarcas guayaquileños o personas de éxito? – Segunda Parte

¿Quién ha sido la mal llamada oligarquía guayaquileña? Nada menos que la fuente del progreso ecuatoriano desde que nos constituimos en república. Su contribución ha sido a través de diferentes formas. Una de ellas, por medio de préstamos a los gobiernos para cumplir con sus proyectos. Un ejemplo fue el préstamo del Banco de Ecuador a García Moreno para financiar los primeros trabajos de la construcción del ferrocarril de Guayaquil a Quito.

Los informes anuales del Ministro de Hacienda desde 1830 incluyen el número, monto y finalidad de los préstamos de los empresarios guayaquileños. Estas líneas de crédito se dieron hasta 1925. Pero antes de constituirnos en república, los empresarios guayaquileños fueron proveedores de enormes recursos económicos para lograr la Independencia de Ecuador. Sin la “oligarquía” guayaquileña, Ecuador no hubiera logrado su Independencia así como el progreso material de su pueblo o se hubiese demorado más tiempo en conseguirlo. Se estima que Guayaquil aportó con aproximadamente dos millones de pesos a la Independencia, cifra similar a tres veces el presupuesto del Gobierno de Juan José Flores en 1830. Otra forma de aportar al progreso material de los ecuatorianos ha sido introduciendo al país la modernidad en bienes del hogar, trabajo, salud, diversión, etc. Entre ellos se encuentran: luz eléctrica, vehículo motorizado (autos y camiones), gasolina, emisora de radio, aviación, línea blanca, estación de televisión, cemento, tractor e implemento agrícola, internet, transporte de servicio público, etc. Estos comentarios no deben desmerecer el aporte de otras ciudades del país.

¿Oligarcas guayaquileños o personas de éxito? – Primera Parte

Desde inicio de la República, el empresario ecuatoriano, guayaquileño en particular, ha sido mal visto por historiadores, politiqueros, sociólogos, profesores y demás personas de orientación conservadora durante el siglo XIX, y de izquierda en siglos posteriores, quienes han pretendido ofender usando el calificativo de “oligarquía”. Este término despectivo es muy propio de América Latina. En publicaciones sobre la economía y empresas asiáticas o africanas no aparece la expresión oligarca. Solamente en Rusia se llaman oligarcas, a quienes fueron altos funcionarios del Estado y grupos cercanos que se repartieron las empresas públicas después de la desaparición de la Unión Soviética.

En un reciente artículo (27/9/2010) de autoría de Juan Paz y Miño, “Guayaquil y Dillon” historiador quiteño quien tiene una columna en El Telégrafo, reducto de escritores pro Gobierno, endiosa a Luis Napoleón Dillon y al concluir, comenta: “Dillon y la Revolución Juliana pueden resultar ‘ignominiosos’ para la oligarquía guayaquileña”. ¿Cuál es el mensaje que él quiere dejar en el lector? Los que han escrito centenares de artículos, ensayos y libros sobre la oligarquía guayaquileña la describen como institución malévola, explotadora del pobre que lucra de su miseria; sin corazón, es abusiva, oportunista, codiciosa, interesada en lo suyo, sin importarle el destino del país. En resumen, equivalente a escoria humana. Para ellos son oligarcas los miembros de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, Solca, directores de las cámaras de la producción y demás instituciones guayaquileñas.

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte final

(c) por elmanabita - Flickr

El contrato firmado con Archer Harman para finalizar la construcción del ferrocarril, la forma como fue construido y el posterior funcionamiento de la empresa Guayaquil & Quito Railway Company, fueron duramente criticados por opositores de Alfaro.

Entre los comentarios se encontraban el haber Alfaro aceptado condiciones perjudiciales a Ecuador y las acusaciones a Alfaro de haberse enriquecido ilícitamente. Uno de los más críticos fue Lizardo García. En palabras de Alfaro: “…el candidato García me calumniaba horriblemente, atribuyéndome en connivencia con Mr. Harman monstruosos peculados…”; periódicos de Guayaquil y Quito cuestionaron duramente la relación de Alfaro con Harman. “El Industrial de Quito” se refirió a un documento firmado por Alfaro y Harman: “…Eloy Alfaro trata de contener el torrente de la nación entera […] contra el inicuo negociado del ferrocarril Alfaro-Harman”. En el periódico guayaquileño El Guante, bajo el título Otro Monopolio: ”Con la socorrida disculpa de la seguridad de los equipajes celebró Mr. Stewart, Vicepresidente de The Guayaquil & Quito Railway Co. un contrato leonino con el gobierno del Sr. Alfaro, contrato que por ser ad referéndum, ya era tiempo que lo hubiera considerado el congreso. En el mencionado contrato se estipula que la Express Co. – así se llama la empresa ideada por Stewart, percibirá el 60% quedando como utilidad para el The Guayaquil & Quito Railway Co. el 40%. Como The Express Co. no tiene gastos, pues hasta los empleados que en ella prestan sus servicios pertenecen al ferrocarril […] El peculado no puede ser más infame y sin embargo se tolera ampliamente […] ¿pero esto qué le importa a Alfaro? […] se trata de seguir favoreciendo a los yanquis por sobre todas las cosas[…]Acabe , Sr. Alfaro de arruinar al país…”. Los periódicos el Grito del Pueblo de Guayaquil y Patria de Quito, también escribieron sobre coimas entregadas por Harman a ministros y altos empleados de la administración de Alfaro.

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte VII

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Habiendo sido exportador, Alfaro estuvo acostumbrado a relacionarse con empresarios extranjeros y disfrutar de sus negocios y compañías. En la década de los ochenta hizo estrecha amistad con Markus Kelly, inglés que construyó un tramo de la línea férrea y tuvo algunos negocios en Ecuador, además de haber sido proveedor de armas a Alfaro en su lucha por deponer a Veintimilla. Entre los amigos empresarios de Alfaro, pocos se comparan con Archer Harman, estadounidense que terminó e inauguró el ferrocarril Quito-Guayaquil en la segunda administración de Alfaro. Leyendo el intercambio de cartas entre estos dos personajes, se concluye que el Presidente llegó a tener tan cercana amistad con Harman, que sus enemigos lo acusaron de haber recibido mucho dinero, por el contrato de construcción de la citada obra. Ciertos historiadores escriben de complicidad entre un caudillo que quería inmortalizar su obra y un empresario deseoso de reivindicarse y hacer fortuna.

Hay suficientes evidencias que prueban la ardorosa defensa de Eloy Alfaro cuando se trataba de proteger a Harman y los intereses financieros que representaba. Como Alfaro vivió en pleno liberalismo económico, no se obsesionó por que el ferrocarril fuera de propiedad del Estado; como práctico empresario, antes que político, vio el ferrocarril como medio de integración económica entre costa y sierra, sin importarle que fueran extranjeros los propietarios. Alfaro fue producto de su tiempo, época en que el Estado tenía un rol secundario en el desarrollo económico de los países. Siendo empresario, conocía que para la economía prosperar, las ciudades de la costa y sierra tenían que estar conectadas y no aisladas para sí terminar con mercados locales y desarrollar un mercado nacional. Alfaro se adelantó a la famosa frase célebre de Den Xiao Ping, arquitecto de la prosperidad de China: “No me importa el color del gato, lo que me interesa es que cace ratones”

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte VI

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Desde fines del siglo XIX, el cacao ecuatoriano comenzó a tener severa competencia
de las colonias africanas británicas que habían iniciado siembras masivas del grano. La
entrada de estas últimas al mercado mundial empezó a afectar el precio del cacao. La
competencia representaba menos ingresos de divisas para Ecuador. En 1899, frente a
este panorama sombrío, Vicente González Bazo, prestigioso empresario y propietario
de la Revista Comercial que se publicaba en Guayaquil, presentó a Eloy Alfaro un
proyecto relacionado con la creación de la Compañía Nacional de Cacao del Ecuador,
cuyos propietarios serían todos los productores y exportadores de cacao. Alfaro acogió
el proyecto y lo envió al Congreso. En su mensaje a los legisladores expuso:

“Los autores del proyecto indicado se proponen, mediante combinaciones mercantiles
que llevaría a cabo la Compañía, obtener mejores precios para el cacao en los
mercados extranjeros; lo que indudablemente produciría alza de precio del artículo
en el país y aumento de rentas para el Erario[…] No sería, pues, un monopolio, en
el sentido económico de la palabra, la concentración del cacao en manos de una
Sociedad; sino mas bien una liga comercial entre productores y exportadores del
referido grano para darle mayor valor y aumentar, por consiguiente, el desarrollo de
su producción, las utilidades privadas y entradas al Fisco[…] El carácter popular que
entraña la Compañía Nacional de Cacao del Ecuador, la pone al alcance de todas
las clases sociales; de suerte que sólo quien no quisiera tomar parte de esta nueva
empresa comercial quedaría sin acciones de ella. Dada la inteligente laboriosidad y
honradez tradicional de los comerciantes del Guayas que serían los directores de este
negocio el país pudiera prometerse magníficos resultados para la riqueza pública y la
riqueza privada”

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte V

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En la segunda administración de Eloy Alfaro, hubo la misma falta de recursos económicos que en la primera. Los fondos provenientes del presupuesto no fueron suficientes para atender todas las necesidades. Para evitar que Alfaro entrara en descalabro financiero, los empresarios de Guayaquil nuevamente lo sacaron de apuros y le hicieron un préstamo que se cancelaría con la administración del puerto de Guayaquil. Fue una especie de concesión como las que se dan actualmente en países de economías emergentes. Alfaro se adelantó cerca de un siglo a las concesiones que tanto molestan a los socialistas del siglo XXI. Una vez más Alfaro aceptaba que el Estado es muy mal administrador.

En 1907, decidió conceder al sector privado el manipuleo y control de la carga de exportación e importación, que se hizo por medio de lanchas de particulares, debido a que en aquellos años, el muelle ya no funcionaba; evitándose así la evasión tributaria que existía hasta entonces.

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte IV

Las administraciones de Alfaro estuvieron permanentemente cortas de dinero, los ingresos del presupuesto no fueron suficientes para cubrir las necesidades de los enfrentamientos armados, además de las obras que quería hacer. Su primera administración tuvo que enfrentar serios obstáculos económicos, financieros y de otra naturaleza. En 1896, Guayaquil fue arrasada por un incendio devastador que destruyó 80 manzanas; en menos de 72 horas, la riqueza privada y pública de Guayaquil desaparecieron.

Los Bancos cerraron sus puertas por 15 días para inventariar documentos logrados salvar. En el incendio, se quemaron la mayoría de los pagarés, acciones de empresas en custodia o garantía, cédulas hipotecarias, letras de exportación y testamentos.

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte III

El poder económico guayaquileño vio en Eloy Alfaro al transformador de cambios anhelados. Esto explica que la Junta de Notables de Guayaquil, constituida por un grupo de comerciantes, aportó treinta mil dólares para financiar el viaje del general Eloy Alfaro, quien se encontraba en Centro América, para ponerlo al frente de la revolución contra el gobierno conservador de Lucio Salazar que había reemplazado a Luis Cordero. Siendo liberales por naturaleza, los empresarios no estaban de acuerdo con el pensamiento conservador que frenaba el crecimiento de los negocios.

La Revolución Liberal y el advenimiento de Alfaro al poder ocasionaron un alto costo económico para el país, por las repetidas paralizaciones del comercio exterior e interno. Con el reclutamiento de los agricultores para integrar los ejércitos de Alfaro, los hacendados tuvieron dificultad en cosechar sus productos y los comerciantes en importar y exportar. Esta incertidumbre ocasionada por los detractores de Alfaro, debe haber sido otro factor decisivo que llevó a los empresarios a apoyar financieramente a Alfaro, para no prolongar la inestabilidad económica más tiempo del necesario. Ellos querían evitar el colapso económico, fueron celosos guardianes de la economía y en más de una ocasión salvaron a Alfaro de disparar la inflación, evitando el caos económico. Además, sin ellos, Alfaro difícilmente hubiera podido terminar la construcción del ferrocarril y emprender sus proyectos.

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