3 mayo, 2024

Alfaro, Presidente amigo de los empresarios – Parte III

El poder económico guayaquileño vio en Eloy Alfaro al transformador de cambios anhelados. Esto explica que la Junta de Notables de Guayaquil, constituida por un grupo de comerciantes, aportó treinta mil dólares para financiar el viaje del general Eloy Alfaro, quien se encontraba en Centro América, para ponerlo al frente de la revolución contra el gobierno conservador de Lucio Salazar que había reemplazado a Luis Cordero. Siendo liberales por naturaleza, los empresarios no estaban de acuerdo con el pensamiento conservador que frenaba el crecimiento de los negocios.

La Revolución Liberal y el advenimiento de Alfaro al poder ocasionaron un alto costo económico para el país, por las repetidas paralizaciones del comercio exterior e interno. Con el reclutamiento de los agricultores para integrar los ejércitos de Alfaro, los hacendados tuvieron dificultad en cosechar sus productos y los comerciantes en importar y exportar. Esta incertidumbre ocasionada por los detractores de Alfaro, debe haber sido otro factor decisivo que llevó a los empresarios a apoyar financieramente a Alfaro, para no prolongar la inestabilidad económica más tiempo del necesario. Ellos querían evitar el colapso económico, fueron celosos guardianes de la economía y en más de una ocasión salvaron a Alfaro de disparar la inflación, evitando el caos económico. Además, sin ellos, Alfaro difícilmente hubiera podido terminar la construcción del ferrocarril y emprender sus proyectos.

La obra física más importante de todas fue la construcción del ferrocarril para unir la costa con la sierra y terminar para siempre con el aislamiento de las regiones, especialmente las provincias de la sierra que por centurias se habían perjudicado, al no poder vender sus frutas y vegetales en las provincias de la costa. En la Convención Nacional de 1896, Alfaro leyó un mensaje especial sobre su plan de reiniciar la construcción del ferrocarril. Desde la década anterior, cuando Kelly construía el ferrocarril, Alfaro se había interesado en usar el maravilloso invento del ferrocarril para unir todas las provincias.

En este mensaje, Alfaro públicamente acepta tener confianza en los empresarios, expresa su deseo de colaborar con ellos y da a entender que ellos serán sus asesores:

“Los principios de la ciencia nos enseñan que en las grandes empresas nacionales, generalmente los gobiernos no son buenos administradores […] En esta virtud, yo no vacilaría en confiar el éxito del ferrocarril a una comisión honorable, compuesta de hombres patriotas, probos y de fortuna, que se encargase de allanar los capitales de que habemos menester para la construcción de la obra redentora y de excogitar los mejores medios para llevarla a cabo”.

“Los Poderes legislativo y Ejecutivo, en los respectivos casos, se reservaría, como es natural, la facultad de aprobar o desechar los contratos; pero la Comisión administraría con entera independencia, a fin de ofrecer, a todos, la más completa garantía de honradez y competente manejo. Esta Comisión podría componerse, en mi concepto, de las siguientes personas que inspirarían confianza al capital extranjero y nacional”.

Los nombres propuestos por Alfaro corresponden a la élite empresarial costeña, compuesta de agricultores, banqueros, industriales, comerciantes y exportadores: Ignacio Robles, Eduardo Arosemena, Homero Morla, Enrique Seminario, Lautaro Aspiazu, Nicolás Norero, Eduardo Ricket, Pedro Plablo Gómez, Vicente Sotomayor y Luna, Luis A. Dillon, Antonio Madinyá, Lisímaco Guzmán, Sixto Durán Ballén y otros. Posteriormente, dos de ellos fueron ministros de Estado de Alfaro.

Alfaro termina su mensaje reafirmando su apoyo a los citados empresarios: “Firmemente persuadido estoy, señor Presidente, de que confiada la Administración del Ferrocarril a una Comisión como la que acabo de indicar, los capitales extranjeros vendrán al país a buscar colocación provechosa y a engrandecer la república”.

En su mensaje de 1896, Alfaro admitió que el Estado no debe ser empresario, por ser ineficiente y lo reafirmó en los años posteriores de su primera y segunda administración. Esta filosofía contrasta radicalmente con la filosofía del Gobierno de Rafael Correa, siendo Alfaro su referente.

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