29 abril, 2024

“Historia de Guayaquil” de don Carlos Lasso Cueva. Parte II

El culto a los héroes simboliza los vínculos que unen a la nación con su historia

Jacinto Jijón y Caamaño: (1929 t.1: 51-53)

Llama la atención que la obra del señor Lasso, mayoritaria y peculiarmente, fue para criticar a los actores guayaquileños en las varias acciones que les tocó desenvolverse. ¿Casi olvidó a Quito…? Por ello, sin desestimar la vastísima obra literaria y política de uno de los seres más encumbrados del quehacer nacional e internacional, don José Joaquín de Olmedo y Maruri, repito, puntualmente, me referiré a los hechos que se permitió desdibujar sin considerar los múltiples documentos existentes como pruebas irrebatibles testimoniando lo aseverado.

Para el caso de nuestra capital representativa en la época colonial, ocurrieron hechos criticables, por decir menos, en los umbrales del desprendimiento colonial e inicio del proceso autonómico. Para ejemplificar y sin ánimo de minimizar a nuestros héroes quiteños a quienes siempre debemos honrar, trascribiré algunos fragmentos de investigaciones de autores ecuatorianos sobre la forma cómo se desenvolvió el movimiento del Diez de Agosto de 1809 concretada en la redacción del acta de la Declaración de Autonomía mal llamada de Independencia. Anexo 1. 

La desunión entre los comprometidos en el Diez de Agosto de 1809 por disputa del ejercicio del poder entre dos nobles integrantes, el marqués de Selva Alegre y el marqués de Villa Orellana, conllevó a la división en perjuicio del movimiento. Tal vez no supieron dimensionar la influencia que pudo tener de haber triunfado, posiblemente, se hubiera evitado el martirio posterior. 

El temor evidenciado y superado con la intervención de doña Manuela Cañizares en el ánimo de los comprometidos, es muy posible que redundó en una declaración sumisa, tergiversada para los fines que se habían propuesto finalizando en autonomía, con lo cual seguían unidos a España limitándose a solo el cambio de las autoridades locales españolas como consta en el texto del acta de la Declaración.

Bien vale conocer el origen del inconformismo de los quiteños. El malestar originado por las reformas borbónicas del siglo XVIII totalmente negativas en lo económico, religioso, militar, social y político para Quito, menoscabaron no solo importancia sino haberle negado su aspiración de ser elevada a capitanía general conforme era la pretensión de sus ciudadanos, así mismo se aumentaron los tributos, confiscación hasta de las máquinas textiles base de su  economía, es decir, se rebajó su categoría de capital de la Real Audiencia acorde a lo sostenido por  investigadores señores: Luis Estrada Ycaza, Águeda Rivera Garrido, Chrístian Borchart de Moreno y Segundo E. Moreno Yánez, Guillermo Arosemena A., entre otros.

Como dato extremo de lo antedicho, el estudioso señor Ekkehart Keeding, director de Estudios (Alemania) en su obra “Quito y Madrid 1788-1828:  su cultura en caminos contrarios”, pág. 34 nos relata:

Madrid manda a destruir en Ibarra las máquinas de fabricación de paños y tejidos, importadas desde París, por el Conde Jijón, después de 1785. Por la importación de la tercera parte de la biblioteca ilustrada de Pablo Olavide desde París, de quien el Conde Jijón la había adquirido, le acusa la Inquisición de Lima”. 

Agregando: “la Corona de España, finalmente, no concede a la Audiencia el ascenso a Capitanía General del Reino, lo cual Quito había solicitado varias veces”. Lo resaltado es de mi autoría.

Antecedentes sufridos no solo en Quito sino en otras colonias dando lugar al surgimiento de importantes cambios en la estructura social traducidos en la consolidación de una élite criolla con intereses propios que no siempre coincidieron con los de la corona. Constituida y a pesar de no detentar el poder político formal representó una fuerza que no podía ser ignorada por la burocracia local española que tenía, entre otras funciones, la de mediar entre los intereses locales y los del Imperio.

HECHOS SOBRE LA ACTUACIÓN DE LOS INTEGRANTES DEL MOVIMIENTO DEL DIEZ DE AGOSTO DE 1809.

Ya he mencionado algo en párrafos anteriores sobre el particular, -disputa entre dos nobles integrantes del movimiento autonómico- la élite quiteña no pretendió nunca la “independencia” sino autonomía para deshacerse de las autoridades locales, así consta en la Declaración del Diez de Agosto de 1809 sin olvidar tres hechos al cual agregaría uno más, carencia de falange o ejército frente a las tropas españolas.  Aun así, procedieron idealistamente. 

  • Flamearon la bandera del ejército español;
  • Escogieron la fecha del Diez de Agosto en homenaje a la victoria española contra los franceses de 1557; 
  • Nunca renunciaron a la tutela del Consejo de Regencia; al contrario, juraron solemne y religiosamente fidelidad al amado soberano Fernando VII. 
  • En el texto de la Declaración, primeros renglones, consta la siguiente frase: “declaramos solemnemente haber cesado en sus funciones los magistrados actuales de esta capital y sus provincias”, ante lo cual no se puede divagar.
  • ¿El autor olvidó estos hechos…?

Muchos investigadores, sin pruebas, sostienen que fue la manera de disimular el engaño hacia las autoridades locales españolas y evitar mayores inconvenientes si se proclamaba la independencia.

¿Hacer elucubración en Derecho? Es decir, desde esa perspectiva disimular, engañar o mentir, podrían haber cometido perjurio por jurar en vano, también sancionado en la legislación española de ese entonces. 

Me pregunto, ¿Cómo se puede “engañar o mentir” en un documento oficial, acta de la Declaración de la Autonomía y los hechos antes descritos? No lo creo, también hubiese originado consecuencias penales directas. 

Además, desde 1807 u 8, el doctor Juan de Dios Morales refugiado en la hacienda de don Vicente Rocafuerte, (Naranjal) habían conversado sobre el tema de autonomía siendo la posición del guayaquileño “no era momento de hacerlo, sino que había que esperar oportunidades más propicias.”

Me molesta reproducir algo nada positivo, ¿Desconoció el señor Lasso estos hechos…? Es necesario hacerlo dada la aplicada parcialidad de su autor. Me refiero a otras falencias ocurridas en el desenvolvimiento del movimiento autonómico quiteño del Diez de Agosto de 1809 relatadas por dos autores reconocidos aunque hay más, uno de ellos el doctor Juan Paz y Miño. Al momento menciono a los señores Aguirre Abad y Carlos de la Torre Reyes; y, una página de la revista “Historia Militar Ecuatoriana”:

En estas reuniones figuraban hombres de distintas intenciones, aunque acordes en el plan revolucionario. Los nobles de Quito se proponían simplemente despojar y suplantar a los funcionarios españoles. Estos revolucionarios, los más numerosos, habrían continuado sirviendo al Rey, unidos a la madre patria si se les hubiera asegurado exclusivamente los principales puestos de la colonia. En realidad, lo único en que pensaban era en la formación de su aristocracia criolla”.

(Aguirre Abad.- Bosquejo Histórico de la República del Ecuador, p. 154). Lo resaltado es de mi autoría.

Miembros de esta Junta -aunque no estuvieron presentes- fueron nombrados don Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, en el cargo de Presidente; el obispo José Cuero y Caicedo fue designado vicepresidente; como vocales se nombró al Marqués de Orellana, al Marqués de Solanda, al Conde de Casa Guerrero, al Marqués de Miraflores, a Don Manuel Zambrano, a Don Manuel Matheus y a Don Pedro Montúfar; y en los despachos de lo Interior, Gracia y Justicia, y Hacienda fueron nombrados Juan de Dios Morales, Manuel Quiroga y Juan Larrea, respectivamente. Fragmento constante en: “La Revolución Quiteña del Diez de Agosto de 1809”, de la revista “Historia Militar Ecuatoriana”, de 10 de agosto de 2022.

“Mientras los vocales de la Junta designados en representación de los barrios: Marqueses de Solanda, de Villa Orellana y de Miraflores y D. Manuel Zambrano, D. Manuel de Larrea y D. Manuel Matheu, eran despertados en sus propios domicilios por el Dr. Morales, el Dr. Quiroga y otros, que les comunicaron las respectivas designaciones, una posta era despachada al Obraje de los Chillos para dar aviso al Marqués de Selva Alegre y pedirle que concurriese de inmediata a la ciudad… “para rogarles, amonestarles y casi constreñirles, a algunos de ellos, a que no negaran su concurso y desairaran al pueblo, al patriotismo y a la patria en hora tan crítica y trascendental” (Carlos de la Torre Reyes.- “La Revolución de Quito de 1809”, p. 212). Lo resaltado es de mi autoría.

Así mismo, aumentando las falencias descritas se unieron otras fortaleciendo la debilidad de la Junta Suprema de Quito. El investigador Daniel Gutiérrez Ardila en su estudio “Revolución y diplomacia: el caso de la primera Junta de Quito (1809)”, Universidad París I Panthéon-Sorbonne, Francia, nos indica:

Considerando la importancia de obtener la adhesión de las otras ciudades de la Real Audiencia: Guayaquil, Cuenca, Popayán, incluso, Pasto, se integraron comisiones: para Guayaquil, Marqués de Villa Orellana y José Fernández Salvador; Cuenca: Pedro Calisto, regidor; y, Salvador Murgueitio; Popayán y Pasto: don Manuel Zambrano y el señor don Antonio Texada”, Págs. 350-353,

Debiéndose resumirse el fracaso de las aludidas comisiones al contestar los funcionarios de dichas ciudades que «las autoridades eran de Quito, forma de mantener exclusividad en la jurisdicción hacia todas ellas…” Continuando con el mismo investigador nos relata el comportamiento de dos de los miembros integrantes de las comisiones, de Guayaquil José Fernández Salvador; y, de Cuenca, Pedro Calisto.

El regidor Pedro Calisto, pocos días después, se unió a las autoridades regentistas y trabajó activamente para disolver el gobierno revolucionario”. 

En cuanto al primero: “Una vez finalizados los días de la Junta de Quito, y en premio a su lealtad, José Fernández Salvador sería nombrado por Ruiz de Castilla corregidor interino de la villa de Riobamba”.                 

Continuará con Parte III respecto a títulos de nobleza quiteña, martirio del Dos de Agosto de 1810, Trece de Mayo de 1830.

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