26 abril, 2024

Rocinante y una historia de amor

Mi hermana Karla es la menor de mis dos hermanas menores (yo soy la mayor). Cuando éramos niñas y vivíamos con nuestros padres, en la época de la televisión en blanco y negro y de los horarios que ponían los padres a los hijos para hacer las cosas en el tiempo libre, a nosotras nos ponías horas de lectura. Al menos en nuestro hogar era así.

A mi me gustaba leer y no tenía problema con esa actividad. Mi hermana Manena era una devoradora de las novelas de Julio Verne, tampoco tenía inconveniente en leer. Pero, mi hermana Karla, no era igual, a ella no le gustaba leer, en esa época, cuando era una niña. 

Nuestro hogar se llamaría ahora un “hogar disfuncional” en el que mi papi y mi mami tenían muchos problemas y en ocasiones mi papi vivía fuera de la casa, en otro lugar o en otro país. Sin embargo, estaba pendiente de los detalles como esos de la lectura. Llamaba con regularidad para saber cómo estábamos y conocer sobre los avances, sobre todo de Karlita, ya que sabía que era reacia a leer, y eso a mi papi no le parecía bien.

Karla habrá tenido unos seis años, y a mi papi la mejor idea que se le pudo ocurrir fue dejarle de tarea que lea El Quijote, de Cervantes.

Para ser sincera, ni yo lo he leído completo, o no recuerdo si en el colegio, por obligación lo hice. Pero a mi parecer, es un texto muy aburrido. Podría ser que para mi hermana que tenía seis o siete años, tampoco le gustara mucho. Ella le pedía a mi mamá, a Manena o a mí que le leyéramos partes de la novela, como para practicar la lectura, y después supuestamente, ella seguía sola con su tarea.

Un día mi papi llamó y habló con Karlita, luego del saludo protocolario y las preguntas generales, le llegó el turno al Quijote. Karla estaba en apuros. Entonces, a mí que estaba cerca, me dijo: ¿Karyna cómo es que se llaman los personajes “del libro de mi papi”? Y yo respondí: El Quijote, Sancho Panza, Dulcinea y Rocinante. Y con esos breves datos, mi hermana menor empezó a relatar la novela: una historia de amor entre el valiente hidalgo Don Quijote de la Mancha y su dulce novia: ¡ROCINANTE! Mientras que su amigo Sancho los acompañaba en un paseo por el bosque.

Obviamente, mientras yo me reía de tal ocurrencia, al otro lado de la bocina del teléfono había un papá que no sabía que le pasaba a su hija y no se quedó para nada conforme con esa extraña historia.

Pasaron los años, y mi hermana se fue a estudiar Artes Plásticas a Sevilla, y ahí se quedó a vivir. En uno de mis viajes pasé visitándola y vi que estaba pintando una obra: ¡Un Quijote para mi papi! Un gran cuadro, con su propia versión de los personajes, claro que Rocinante ahora era el caballo, y junto a Don Quijote sobre su burro, iba Sancho Panza. La obra le quedó preciosa, y ahora luce dentro de un lindo marco, en la sala de la casa de mi papi.

Cuando lo visito y miro el cuadro que pintó para él mi hermana, pienso en cuantas maneras tienen los hijos para expresar su amor a sus padres y que ellos sientan orgullo de lo que estos hacen y les entregan como parte de una recompensa, que, aunque no se pide, sin duda, alegra la vida.

Así cada hijo tiene su manera de decir “te quiero”, y ese cuadro de “El Quijote” es la historia de amor de mi hermana y mi papá.

Historia que llega hasta aquí, porque mi papi me está ayudando y enseñando a tener mi propia historia de amor conmigo misma, y dándome fuerzas para aprender a soltar. Los hijos hacen sus vidas, tienen sus sueños y así como mi hermana cumplió el suyo yendo a estudiar y a vivir a otro país, así también mis hijos harán lo suyo.

No es fácil, a los padres, o al menos a mi como mamá, me duele tenerlos lejos, y me hacen falta cuando por alguna razón no los veo a menudo.

Pero así es la vida y nosotros debemos seguir con nuestra propia historia.

Comparto con ustedes un mensaje, que para mí es muy bello, y me lo obsequió mi papá, el día en que terminé las sesiones de radioterapia. Día en que mis cuatro hijos estuvieron celebrando junto a mí un día más de vida y de felicidad.

“Al poner en orden mis libros me encontré con esto que, al parecer, escribí hace muchos años… Tal vez te sirva. Puede ser útil en el andar que la vida nos entrega, unas veces con alegría, aunque otras no.

Que interesante saber que cada quien puede ser fuente de vida para otros…y, que cada paso que con amor se da, es huella imborrable de bienaventuranza. Como que hay que aprender a devolver, y con intereses, la vida que cada uno recibe de quienes lo rodean. Es decir, con un comportamiento acorde a la felicidad que uno quiere entregar con entusiasmo…

“No te preocupes mucho por tus hijos, dijo Lin Yu Tang, porque ellos tendrán su propio destino, y encontrarán su propio camino. Crea tu propio bienestar y encuentra tu propia felicidad, haciendo cosas que te alegren diariamente. Un día sin felicidad es un día que pierdes”.

Pero, además, insistió este gran pensador chino, “Si vives en soledad, no te abandones, ¡disfrútala! Teniendo buen ánimo la enfermedad se curará, pero teniendo un espíritu alegre, la enfermedad se curará más rápido o nunca se acercará…” Dicen que, en la vida, Karyna, quien pierde un techo gana las estrellas, y así es”.

Gracias papi, gracias.

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