27 abril, 2024

Los soporíferos sofismas de Correa en su “informe” a la nación

Si partimos de una mala interpretación podemos demostrar cualquier cosa y en eso está basada la supervivencia de este monarca presidente.
Hay de Bertrand Russell una de las anécdotas más conocidas. El filósofo y matemático Bertrand Russell es su famosa demostración de que “Si 2+2=5, entonces yo soy el Papa”. Parece ser que la historia ocurrió tal que así:

Estaba Bertrand Russell dando una charla sobre sistemas lógicos cuando afirmó que, si se partía de una premisa falsa, entonces se podía demostrar cualquier cosa. Una de las personas que estaba escuchando le preguntó:

– Entonces, ¿si suponemos cierto que 2+2=5, entonces puede demostrar que usted es el Papa?

A lo que Russell contesto afirmativamente, demostrándolo de la siguiente forma:

– Supongamos que 2+2=5. Entonces, restando 3 a ambos lados obtenemos que 1=2. Como el Papa y yo somos dos personas y 1=2, entonces el Papa y yo somos uno. Por tanto, yo soy el Papa.

Sublime, como casi siempre, el señor Russell.

¿Cómo podríamos probar un sofisma en términos de la lógica clásica? Pues sí, claro que la hay. Vamos a verla.
Por un lado, la existencia de un mundo ficticio, artificial, que no nos permite conocer el verdadero mundo real y por otro lado el papel que adoptan las personas en la sociedad actual.

¿Somos personas o espectadores? ¿Vivimos la vida o la vemos pasar ante nuestros ojos? ¿Vivimos de forma activa o pasiva? ¿Qué le conviene al poder? De nuevo, estamos hablando de formas de control sobre la población.
En realidad, se han formado dos sociedades antagónicas. La de “falso mundo”, creada por una mente diabólicamente genial, que aplica, como en su momento Goebbels, y la del “mundo real”, atemorizada y subyugada.

Es esta sociedad, hipnotizada que vive en el “falso mundo” por el bombardeo de sofismas y cambios de “des interpretación o mala percepción” sobre la que vamos a reflexionar a continuación,

Una sociedad enganchada al televisor, que sigue el “Show de Mashi” como si sus propias vidas estuvieran ligadas.

¿Hasta qué punto son personas estos espectadores? ¿Ejercen su papel de ciudadanos activos, o por el contrario son simples espectadores sentados en un sofá?

Todos ellos han dejado a un lado el mundo real y se centran en seguir la comedia: ¿Mira cómo Gaby, Pame y… ¡Superaron su ignorancia y pobreza sin trabajar! Ahora tienen fortunas y se codean con su dueño…
El Show de Mashi está interesante. Sólo se puede llegar a comprender la realidad analizando está sociedad embobada y totalmente dependiente de los programas de televisión y medios que dependen 80% del escritor del guion, que, además, por medio de sus esbirros tienen en pánico a los opionistas o medios “privados” (sí son privados de libertad). Entenderlo ayuda a identificar la patología que se venía extendiendo en el “Siglo XXI”

Hay muchas personas que necesitan vivir en ilusión la vida de otras para encontrar satisfacción o distracción.

La “telebasura” oficialmente glorificada con Símbolos Patrios está directamente relacionado con la disminución de la personalidad de los ciudadanos. A más conciencia, menos consumo de telebasura.

Además de ser una medicina para escapar del aburrimiento diario, los programas de la telebasura cumplen una función sociopolítica, en el sentido de que ayudan a formar determinados perfiles sociales y políticos. Así, la existencia de estos programas beneficia a las clases dominantes.

Este tipo de “información” destruye la capacidad crítica de las personas y subyugan incluso la propia personalidad de los individuos, al ligar la vida de los espectadores o lectores con las vidas de los personajes artificiales expuestos en esos programas y revistas.

Es un complejo proceso sociológico el que deriva de estos medios de comunicación tan simples. Para conseguir el objetivo final se precisan de dos elementos: un producto que vender y un consumidor que lo compre.

El producto que se vende es la vida de otras personas (personajes), el consumidor son los millones de individuos que, convencidos de que lo realmente interesante ocurre en la pantalla del televisor, los viajes, Doctorados, Discursos en tiendas de grandes Centros de Cultura, la Pompa de Aviones y carros de lujo.

Invierten horas de sus vidas en atender las actuaciones teatrales de estos personajes artificiales. El objetivo que se consigue satisface al poder en varios aspectos.

Para empezar, un individuo sentado en el sofá leyendo una revista de cotilleos o viendo un programa de prensa rosa es un individuo que no está levantado, en la calle, pensando.

Embrutecer dando información insuficiente o manipulada intencionadamente, al servicio de ciertos fines. Son sólo las grandes esferas de poder quienes están interesadas en someter a la población al engaño.

Una de las estrategias de la desinformación (y que hace más complicado detectarla) es conseguir que el consumidor de información crea estar bien informado.

En cierta manera la anti-información es una forma más de desinformación, pues consiste en introducir en la cabeza de las personas información inútil e irrelevante, que puede terminar confundiendo y engañando a las personas.

¡No te dejes informar! ¡Infórmate!
El “Show de Mashi” engaña a la gente sobre la política, de la economía y de la reflexión social. Los ciudadanos no tienen interés por estos temas, porque encuentran más interesantes los debates de la telebasura o los chismes en las revistas.

La función de distracción y de engaño que cumplen los medios de comunicación del Gobierno ha permitido consolidar un sistema injusto y antidemocrático.

Es antidemocrática la labor que cumplen los medios de comunicación porque no promueven una democracia real. Con el manejo informativo es más fácil el fraude electoral, pues la propia desinformación está enfocada a beneficiarlos como partido político.

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2 comentarios

  1. De esa forma se engaña al pueblo,que no buscan otra florma de informarse,en nuestras familias,c
    charlas con nuestros amigos,toquemos,estos temas,con buen diálogo,y convertirnos en personas activas, y ayudar a la reflexión, muy buen artículo.

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