29 abril, 2024

Sustitución Peligrosa

Han anunciado hace poco, cambios importantes para sustituir el apremio personal por el incumplimiento del pago de pensiones alimenticias para menores.

Como antecedente para la adopción de esta medida se ha citado el costo que representa para el Estado mantener en prisión a los infractores, mencionando a su vez las posibles medidas a aplicarse en reemplazo del apremio, como la aplicación de un brazalete electrónico para controlar y restringir la movilidad de la persona, o laborar para el Estado hasta que esta encuentre un trabajo estable.

Compleja será la tarea que tendrán las autoridades judiciales cuando deban enfrentar el dilema de proteger la manutención básica de los menores en casos de falta de pago de pensiones alimenticias, con medidas que probablemente resulten cómodas y no lo suficientemente disuasivas para el infractor.

Es cierto que hay razones atenuantes para el incumplimiento de estos pagos, como el desempleo, enfermedad que limite la actividad laboral, entre otras, pero en muchos casos el incumplimiento y desatención de esta responsabilidad frente a los hijos se da por irresponsabilidad y desidia.

Entiendo el objeto que persigue la sustitución de la privación de la libertad por otras medidas cautelares, sin embargo, estas nuevas sanciones deberán ser lo suficientemente rigurosas e intolerantes para imponer la adecuada precaución y disuasión sobre los potenciales infractores de la ley. Recuerden la común expresión de «hecha la ley, hecha la trampa».

Si la medida cautelar alternativa es muy laxa y cómoda, muy probablemente veremos un disparo sin control del incumplimiento de pago de pensiones alimenticias a menores, dejando desprotegido y vulnerable a este sensible grupo de la sociedad.

Esperemos que las autoridades pertinentes tengan la sabiduría y firmeza necesarias para aplicar de manera correcta y oportuna las nuevas normas.

No puedo dejar de citar a Gabriela Mistral: «El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde».

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Nosotros descendemos de Adán. Por los cruces de nuestros ancestros, tenemos sangre de Caín y sangre de Set y por lo tanto, sangre de Lamec y sangre de Enós. Es decir que hemos recibido por el lado bueno, el deseo de alabar a Dios que tuvo Enós, hijo de Set, tercer hijo de Adán, ya que Abel, el justo, no tuvo descendencia. Por el lado obscuro, tenemos sangre del envidioso Caín y del vengativo y polígamo Lamec, quien ya en la época del Génesis dijo que: “Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta veces siete” (Gn 4:24). Estas sangres se mezclaron por varias generaciones ya que, “…los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bellas, escogieron algunas como esposas y se las llevaron.” (Gn 6:2), hasta que Dios, viendo como la maldad del hombre crecía en la tierra, decidió acabar con su creación y decidió borrarla, aunque encontrando un hombre bueno como Noé, cambió su plan inicial y decidió salvar una pareja de cada especie creada, ordenándole subir al Arca estos animales y a sus hijos, esposa y nueras.

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