27 abril, 2024

¡Quiéreme!

Es común encontrarnos con personas negativas, con situaciones problemáticas difíciles, con estados de ánimo oscuros, pesimistas. La sociedad actual se encuentra caracterizada como la sociedad del consumo, de un bienestar para pocos o a costa de otros, las grandes transnacionales, las grandes marcas de ropa, tienen sus bases de operaciones en lugares pobres, las grandes maquilas, donde pagan poco por la mano de obra, para venderlas caras en los templos del comercio, los grandes shoppings, mall, centros comerciales. Lo que prima es un individualismo descarado, importa lo que siento, deseo y adquiero, mi libertad y punto.

Hay gente que protesta ante la negatividad de la vida. Aprendamos a reconocer nuestras cegueras. Así como hay gente que no desea que los migrantes de países en conflicto o pobres busquen mejores oportunidades de vida, hay gente que no está en el poder, pero que reconoce el derecho del ser humano a peregrinar, a caminar por este mundo para construir historia, no para padecerla simplemente. Hay gente buena en este mundo y debemos darnos cuenta de ello. Por eso salen a recibir a los migrantes, a compartir lo que pueden y quieren. Aprendamos a abrir los ojos y ver más allá de la apariencia. A escuchar los latidos del corazón, de la vida.

¨¿Crees que, en este mundo en que vivimos, las personas han perdido sus valores? ¿Qué se relacionan con los demás solamente por el interés? ¡te equivocas!. Todavía queda gente como yo, que ama la amistad, que valora los sentimientos, que desea escuchar y guardar tus secretos bajo llaves. Puedes confiar en mí, no te traicionaré. Procuraré que tú y yo seamos uno, pero que a la vez seamos libres e independiente. Si esto que has oído te ha gustado… ¡LLAMAME! Lo que aún no sabes de mí te gustará todavía más¨. Este es el testimonio de un joven ante otro que anhela la verdad, la bondad y la belleza que la amistad suele generar y protesta ante la fatalidad y la brutalidad que nos presentan noticieros y reportajes, cuando no lo que vemos en la esquina. El todo es mayor que la parte, la realidad es mayor que nuestras ideas o imaginarios.

Para aprender a valorar la vida, valorar a otro hay que aprender a valorarse a sí mismo, y esto solo es posible cuando se reconoce el amor recibido, compartido y el amor propio. Sí el amor propio, producto de esta interconexión de recibir y compartir. No tengamos miedo de amarnos a nosotros mismos, cuando uno se siente querido es la fuente de mayor gozo que recibimos de la vida y es fruto de compartir la misma realidad humana. Este es el primer indicador de necesidades básicas que deben ser satisfechas para ser productivo, para valorar el terreno que vivimos, su historia, su cultura, eso nos da no solo satisfacción sino identidad y pertenencia. La mejor manera de amarnos a nosotros mismo es sentirnos amados por otros. El precepto sublime, ¨Amarás a Dios¨, incluye y comienza por la práctica humilde: Amate a ti mismo.

En este mundo las relaciones humanas son la clave del ser una persona positiva. Por ello, la amistad hay que buscarla. Lo que no se trabaja no se consigue, hay que desearla, procurarla, merecerla, conseguirla. La amistad requiere iniciativa, tiempo, paciencia, delicadeza. Mientras más amigos somos, más respetuoso del otro nos volvemos. Es obvio que tiene sus riesgos. Lo que vale cuesta. Si quieres a alguien, díselo. Un simple Te quiero es el mejor regalo que podemos realizar. Y recuerda que tienes muchos sinónimos, muchas maneras de decir lo mismo. Cuídate, rezo por ti, que te vaya bien, que Dios te bendiga, descansa, que te salga tu proyecto, que te vaya bonito… es precisamente y bellamente una traducción delicada, legítima, sagrada y santificada del anhelo más básico y sustentador de nuestra vida que quiere sencillamente decir: ¡Quiéreme!

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El dedo de Dios está aquí.

¿Coincidencias históricas? El 15 de agosto de 1534, en la capilla subterránea dedicada a la Virgen en el Monte del Mártir (Montmarte) nombre puesto en honor a san Dionisio, mártir decapitado en ese sitio, 7 amigos, entre ellos el Sacerdote que ofició la misa, Pedro Lefevre (Pedro Fabro), se reunieron Ignacio de Loyola y su otro compañero de dormitorio, Francisco Javier y otros cuatro amigos, llegados en 1533 a París: Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, y Simón Rodríguez de Avedo quienes, con preparación de ayuno y oración, decidieron ofrecer sus vidas en bien de la Iglesia Católica, haciendo un juramento solemne de trabajar juntos, creando una comunidad religiosa, la Compañía de Jesús. El dedo de Dios había señalado a Íñigo de Loyola ese lugar de recuerdo del martirio de un Santo perseguido, para que se realice allí el juramento inicial que daría lugar, 6 años después al nacimiento de la Societas Jesu, S.J., orden religiosa comúnmente conocida como los jesuitas. A estos siete, se les unieron, luego del voto, 3 franceses Juan Codure, Pascasio Broët y Claudio Jayo, reclutados por Pedro Fabro.

El mismo 15 de agosto de 1534, Diego de Almagro, ante la atropellada venida desde la zona de manta de Pedro de Alvarado tratando de apoderarse de las tierras que Pizarro había dejado a su paso hacia la tierra de los Incas, funda la Ciudad de Santiago, en las Pampas de Liribabmba (cerca de la actual Riobamba), con la idea de trasladarla luego a las orillas del río grande, para que sea la Ciudad principal de estas tierras, y apenas 13 días más tarde, el 28 de agosto, funda también la villa de San Francisco, para que luego Benalcázar la corra al norte a la Capital del reyno de los Quitus.

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