28 abril, 2024

La imagen del Hombre/Mujer Fuerte

La forma como se nos presenta la imagen de Juan el Bautista, con quien estamos reflexionando sobre la imagen auténtica del hombre y de la mujer que necesitamos en nuestra sociedad es una imagen fuerte. El que se atreve a pasar por el desierto, mal comer, mal vestir, vivir austeramente sin los lujos ni superficialidades con que hoy muchos nos llenamos como necesidades instantáneas; nos hacen pensar que su carácter, su imagen es lo de un hombre fuerte, duro, que sabe de desafíos, que enfrenta y supera problemas, que sabe decir las cosas, sea a quien sea, por algo Herodes lo mandó a decapitar. ¿De dónde le venía la fortaleza de su carácter? ¿La fidelidad a su misión?

Sin embargo, este hombre fuerte, rápidamente abatido, no es un super héroe al cual debemos imitar irracionalmente. El creyente interpreta las escrituras con la sabiduría del Espíritu y con la inteligencia de la fe. Sobre Juan el Bautista nos dejaron en labios de Jesús las palabras más halagadoras que se le escuchó al profeta de Nazaret: “de entre los nacidos de mujer, ninguno es mayor que Juan”. ¿Qué grandeza admira Jesús en Juan? Nos desconcierta, cuando el mismo Jesús nos advierte, “Sin embargo, el último del Reino de Dios es mayor que él”. En donde reside la fortaleza de Juan, quien bautizaba, predicaba, tenía muchos seguidores y era admirado por muchos hasta el punto de confundirlo con el Mesías, como lo atestigua el interrogatorio al que fue sometido el Bautista en Juan 1: 19. ¿Qué mismo vemos en Juan el Bautista? Nos interroga Jesús: ¿una caña sacudida por el viento? ¿un hombre elegantemente vestido? (Lc 7: 25). De la respuesta a estas preguntas dependerá la imagen que me haga del verdadero hombre y mujer fuerte en la Biblia. Veamos qué le pasa al helecho y al bambú, imágenes nada fuerte, en apariencia, pero que nos hablan de ella:

“Un día decidí darme por vencido. Renuncié a mi trabajo, a mi espiritualidad. Hasta quería renunciar a mi vida. Me fui al bosque para tener la última charla con Dios. Allí le dije ¿podrías darme una buena razón para no darme por vencido? Su respuesta me sorprendió, -mira a tu alrededor ¿Ves el helecho y el Bambú? Pues, has de saber que cuando sembré sus semillas las cuidé bien. Le di luz y agua, el helecho rápidamente creció. Pero nada salía de la semilla del bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú. El segundo año creció el helecho, pero nada el bambú y así por tres años más. Pero no renuncié al bambú.

El quinto año un pequeño brote salió de la semilla del bambú. En comparación con el helecho parecía pequeño e insignificante. Pero seis meses después el bambú creció más de cien pies de altura. Se había pasado más de cinco años echando raíces. Aquellas raíces lo hicieron fuerte, le dieron lo que necesitaba para sobrevivir. Gracias a que no renuncié al bambú”.

Querido joven no renuncies a forjar tu imagen. Debes tallarla como hace al artista con el bello mármol. No es fácil. Es un arte, pero allí te la estás jugando del todo. Te estás labrando tu futuro. Confía en la calidad de tu semilla. Tu tiempo, vendrá. Crecerás muy alto. No es cuestión de falsos heroísmos, sino de confianza. Recuerda que los buenos días te dan felicidad. Los malos te dan experiencia. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde.

El éxito te mantiene brillante. PERO SOLO DIOS TE SOSTIENE EN EL CAMINO DE LA VIDA.

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