2 mayo, 2024

Un gesto caprichoso de la historia

Un médico, una ciudad, un microrganismo
contaminante, un balneario. Sacude
vuestra curiosidad el espacio de la
memoria hasta el punto de querer enlazar
esos cuatro elementos?

Pues si es así, os encontraréis sin remedio en el teatro, con
su escenario, las bambalinas colgando del
techo, los actores preparándose en sus
camerinos, los bastidores y nosotros
acomodados en el palco de butacas
asistiendo a una representación de Henrik
Ibsen en la que un doctor se enfrenta a
todo un pueblo por defender que no se
debe usar el agua del balneario por estar
contaminada y claro los poderosos del
lugar y la mayoría de sus habitantes se
niegan a aceptar lo que supondría una
debacle económica pues el balneario es la
fuente principal de ingresos, gracias al
turismo.

Nadie quiere pensar en las
consecuencias, en el futuro; los
pensamientos y sentimientos de los
lugareños sólo alcanzan a ver el presente
que les permite vivir desahogadamente,
gracias a los turistas que acuden al
balneario. No pueden asimilar que un
animalito de dimensiones ínfimas esté
capacitado para perturbar la paz de sus
hogares. Son libres y como tales se sienten
preparados para elegir con los ojos
abiertos seguir viviendo plácidamente y
con los ojos cerrados que los bañistas
vayan cayendo en la enfermedad.

Una vez llegados a este punto me pregunto y, si por
un gesto caprichoso de la historia, resulta
que los lugareños son ahora espectadores
de la obra y nosotros nos convertimos en
actores?, quién de nosotros sería el doctor,
quiénes formarían la ciudadanía y quiénes
serían los políticos o gobernantes que
tomaran la decisión de callar el mal que
aqueja al balneario? No sé, quizá lo mejor
sea pedirle a la Historia que no sea
caprichosa.

Artículos relacionados

SANTIAGO de Guayaquil. Una leyenda de amor

Muchos nos dicen “monos” (y creen que nos ofenden, cuando en realidad hasta nos hace gracia), otros se dicen a sí mismo “guayaquileño madera de Guerrero”, somos guayaquileños, ¡y eso es lo que importa!

Recordando algo de historia en este mes de Guayaquil en sus tradicionales fiestas julianas, los guayaquileños y guayaquileñas no debemos dejar pasar al olvido la leyenda que propicio el nombre de nuestra cálida ciudad.

Primero fue “Santiago”, y, es que los conquistadores españoles rendían así culto a su patrono, el apóstol Santiago. Llamando con ese nombre a la ciudad más grande de nuestro territorio. Lo que podemos decir, constituye para nosotros un gran honor. Luego, añadirían el nombre de “Guayaquil”.

Santiago, uno de los privilegiados “doce”, que iban y venían con Jesús, era hijo de Zebedeo y hermano de Juan, predicó el Evangelio hasta su muerte, cuando fue enviado a decapitar por el entonces rey de Judea, Herodes Agripa. Cuenta la tradición que al apóstol se le presentó la Virgen María en Zaragoza, la “Virgen del Pilar”, también patrona de los españoles.

Maléfica

Como no puede ser de otra manera, para una madre trabajadora los domingos son de cine, y en esta ocasión los niños exigieron: “Maléfica”.

Como mis hijos son pequeños, estoy totalmente sintonizada con Disney, y el cuento de la bella durmiente, la dulce Aurora con sus cabellos de oro y sus labios rojos cual carmín, me lo conozco de memoria.

Ahora, ver la nueva versión del cuento de hadas de Disney, no pudo dejar de llamar mi atención, por la sutileza con que la película rompe los paradigmas clásicos y destruye ciertos estereotipos. Para empezar, lo que siempre creímos que era malo hoy ya no lo es, sino que es todo lo contrario. Hoy es bueno y con una bondad interior que, por lo general, tras las ropas negras no la vemos. Sólo espero que en la nueva película de Star Wars el lado oscuro de la fuerza no sea rosado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×