29 abril, 2024

SANTIAGO de Guayaquil. Una leyenda de amor

Muchos nos dicen “monos” (y creen que nos ofenden, cuando en realidad hasta nos hace gracia), otros se dicen a sí mismo “guayaquileño madera de Guerrero”, somos guayaquileños, ¡y eso es lo que importa!

Recordando algo de historia en este mes de Guayaquil en sus tradicionales fiestas julianas, los guayaquileños y guayaquileñas no debemos dejar pasar al olvido la leyenda que propicio el nombre de nuestra cálida ciudad.

Primero fue “Santiago”, y, es que los conquistadores españoles rendían así culto a su patrono, el apóstol Santiago. Llamando con ese nombre a la ciudad más grande de nuestro territorio. Lo que podemos decir, constituye para nosotros un gran honor. Luego, añadirían el nombre de “Guayaquil”.

Santiago, uno de los privilegiados “doce”, que iban y venían con Jesús, era hijo de Zebedeo y hermano de Juan, predicó el Evangelio hasta su muerte, cuando fue enviado a decapitar por el entonces rey de Judea, Herodes Agripa. Cuenta la tradición que al apóstol se le presentó la Virgen María en Zaragoza, la “Virgen del Pilar”, también patrona de los españoles.

Luego, en el lugar de Galicia a donde se dice que fue enterrado, un día se vio como salían destellos de luz, se erigió un templo y desde aquella época, siglo IX, se iniciaron las peregrinaciones por el “Camino de Santiago”. En torno al templo y a las peregrinaciones surgió la ciudad de Santiago de Compostela.

Lo anterior, respecto al nombre Santiago. Antes de pasar a “Guayaquil”, hay que mencionar que algunos historiadores le dan otro significado a la palabra “Guayaquil”, distinto al de la leyenda. Dicen que dicho término se origina en las voces “Gua” que significa Grande, “Ya” que significa Casa, y “Quil” que significa Nuestro. Por lo que Guayaquil significa: “Nuestra Casa Grande”. ¡Y así es!, Guayaquil es la ciudad más grande de la República del Ecuador.

Calurosa hasta la desesperación, húmeda hasta el agotamiento, congestionada de tráfico hasta perder la compostura, infestada de mosquitos y delincuentes hasta el delirio por la fiebre y el temor, Guayaquil, es el principal puerto del país, y desde lo más profundo de mi corazón: la ciudad más bella del mundo.

No se me ocurre otro lugar mejor, cuando me pongo a pensar, ¿a dónde me gustaría vivir ahora?… Guayaquil, a dónde yo voy, siempre te extraño, siempre te llevo conmigo. Yo soy parte de ti y en ti, he vivido mi vida.

Tal vez eso le suceda a muchos, ¿por qué?, porque la ciudad está impregnada con la sangre del amor entre el cacique y su amada princesa. Un amor que los guayaquileños llevamos dentro, aún sin saber porqué.

La leyenda dice algo así, (lo voy decir a mi modo, con mis palabras): Llegados los conquistadores a estas tierras se encontraron con un grupo de hombres autóctonos, guerreros valientes que defendieron a su pueblo hasta las últimas consecuencias. El Cacique Guayas, al mando del temerario grupo, no terminó enfrentando solo al español, a su lado una valiente princesa, también luchadora, la bellísima Quil, defendía a su pueblo. El español para doblegar a Guayas, quien parecía indomable por su porte y su bravura, logró apresar a la princesa. Así, Guayas tuvo que idear algo para lograr rescatar al amor de su vida. En un enfrentamiento cara a cara con el español, Guayas le aseguró que al pie del “Cerrito Verde” (Ahora Cerro Santa Ana), había un lugar en cuyas profundidades Quil había enterrado un tesoro. Solo ella sabía con exactitud a dónde estaba. Él daría ese tesoro al español a cambio de que le devuelvan a su princesa. EL codicioso español aceptó la oferta, pero tuvo que llevar a Quil, pues solo ella sabía a dónde estaba el tesoro. Guayas pidió un cuchillo para señalar el lugar exacto a donde debían escavar. Al momento de estar juntos Guayas y Quil, el intrépido y bravío cacique, empuñó el cuchillo y lo clavo en el corazón de su amada y luego en su propio corazón. Muriendo los dos al instante. Él sabía que estaban acorralados y prefirió la muerte, antes de ceder ante el conquistador.

Cuenta le leyenda que Guayas dijo antes de morir: “Al río lo mancharon con la sangre de mis hermanos, me llevo a Quil para que me acompañe a la tierra del Sol”.

Dicen también la leyenda que fue Francisco de Orellana, quien el día del apóstol Santiago el Mayor y en memoria del cacique Guayas y de su amada y bella esposa, fundó la ciudad con el nombre de Santiago de Guayaquil.

De esa bravura y coraje siguen dando testimonio los guayaquileños, aunque a veces parece que nos quedamos dormidos… ¿y de los destellos de luz?, así como en Compostela, el apóstol sigue dando señales, basta con mirar el cielo en las noches con estrellas.

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5 comentarios

  1. Ni Guayas ni Quil existieron. A sus descendientes los Tomalá, Quijije, Anchundia, todavía no les llega la libertad, ni permiten su ingreso en el Club de la Unión, de modo que elevar loas a personas a las que se excluye, es inconsecuente, Saludos.

  2. Mi madre cuando era pequeña me contaba muxo esta historia pero mas recortada ella me enseño ese mismo amor q tu sientes por guayaquil me alegra q lo allas podido poner el palabras ya q el amor q yo siento por mi maravillosa ciudad no lo puedo ni describir…¡Viva Guayaquil!!

  3. Muy emotiva su descrpción de Guayas y Quil, pero ellos no existieron. Hay que hablar con la verdad. Según investigadores serios existió un cacique llamado Guayaquille de la tribu de los Chonos, de ahí deriva el nombre de nuestra ciudad.

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