29 abril, 2024

Arturo Borja

Arturo Borja fue otro poeta de la generación decapitada, de Ecuador. Nació en Quito en 1892, décimo tercer hijo del matrimonio de Luis Felipe Borja Pérez, por quien descendía directamente del Papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, por medio de su hijo Juan Borgia y Gandía, II Duque de Borgia, casado con María Enríquez Luna. Su madre fue Doña Carmen Amelia Pérez Chiriboga, prima hermana de su padre.

Un día sufrió una lesión en el ojo derecho, al hincarse con la pluma con la que escribía. En 1907 viajó en busca de tratamiento a París en compañía de su Tío Carlos Pérez Quiñones. En París aprovechó para estudiar literatura. En poco tiempo el contagio de los poetas simbolistas fue total. Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Samain, Rimbaud y otros, influyeron grandemente en su corta obra.

Fue considerado el primero de los modernistas ecuatorianos. Entre sus mejores amigos, estaban Humberto Fierro, Ernesto Noboa y Caamaño, Francisco Guarderas, Medardo Ángel Silva, quien, aunque no se conocieron, le dedicó un poema de su libro “El árbol del bien y del mal”, y los pintores Nicolás Delgado, Antonio Bellolio y Carlos Andrade Moscoso, quienes, a su muerte, se dieron a la tarea de editar sus poemas (apenas 28), bajo el título “La flauta de Onix”, en 60 páginas ilustradas con dibujos de la autoría de ellos. Aparte de esos versos, escribió unos 6 poemas más.

En 1910 tradujo “Les chants de Maldoror” del Conde de Lautreamont, que publicó en la revista “Letras”, que él editaba.

Se dice que, de escasos 17 años, a su regreso de Francia, era con sus amigos extremadamente alegre y de agudo ingenio y vivió épocas de intensa bohemia. De esa época es su poema Madre locura. Algunos de sus versos se convirtieron luego en hermosos pasillos.

En abril de 1912 falleció su padre y le dejó una suma de ocho mil sucres, con lo que no se vio obligado a trabajar y continuó sólo con las crónicas que publicó en la Revista Letras. Se piensa que había comenzado a inyectarse morfina, imitando a Noboa, desde que contó con dinero.

El 15 de Octubre de 1912, a los 20 años, contrajo matrimonio con Carmen Rosa Sánchez y Destruge, hija de Don Modesto Sánchez y Carbo y de Carmen Rosa Destruge e Illingworth, a quien dedicara algunos de sus poemas, y fueron a pasar su luna de miel a una de las haciendas cercanas a Guápulo, donde estuvieron dos semanas completas. Poco después, a los 14 días de llegar a Quito, el 13 de noviembre, Arturo falleció por una sobredosis de morfina. Entonces se comentó que ambos habían hecho un pacto de autodestrucción, que a última hora ella no cumplió.

Veamos de él: En el blanco cementerio (un poema dedicado a la que fue su esposa), para mí tu recuerdo (convertida luego en pasillo) y Madre Locura.

En el blanco cementerio
Para Carmen Rosa
Arturo Borja

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú viniste
toda dulzura y misterio,
delicadamente triste…

Tu voz fina y temblorosa
se deshojó en el ambiente
como si fuera una rosa
que se muere lentamente…

Íbamos por la avenida
llena de cruces y flores
como sombras de ultravida
que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban
como una mariposa,
y sus llamas inquietaban
mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca,
y sangraron de pasión
mi corazón y tu boca
roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo;
tuviste miedo y llorando
te dije: Me estoy muriendo
por tí que me estás matando.

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú te fuiste
dejándome en el misterio
como nadie, solo y triste.

Para mi tu recuerdo
Arturo Borja

Para mí tu recuerdo es hoy como la sombra
del fantasma a quien dimos el nombre de adorada…
Yo fui bueno contigo, tu desdén no me asombra,
pues no me debes nada, ni te reprocho nada.

Yo fui bueno contigo como una flor. Un día
del jardín en que solo soñaba me arrancaste;
te di todo el perfume de mi melancolía,
y como quien no hiciera ningún mal me dejaste…

No te reprocho nada, o a lo más mi tristeza,
esta tristeza enorme que me quita la vida,
que me asemeja a un pobre moribundo que reza
a la Virgen pidiéndole que le cure la herida.

Madre locura
Arturo Borja

¡Madre Locura! Quiero ponerme tus caretas.
Quiero en tus cascabeles beber la incoherencia,
y al son de las sonajas y de las panderetas
frivolizar la vida con divina inconsciencia.

¡Madre Locura! Dame la sardónica gracia
de las peroraciones y las palabras rotas.
Tus hijos pertenecen a la alta aristocracia
de la risa que llora, danzando alegres jotas.

Sólo amargura traje del país de Citeres…
Sé que la vida es dura, y sé que los placeres
son libélulas vanas, son bostezos, son tedio…

Y por esto, Locura, yo anhelo tu remedio,
que disipa tristezas, borra melancolías,
y puebla los espíritus de olvido y alegrías…

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7 comentarios

  1. Recién estoy adentrándome en la obra de Arturo Borja, mi tío-bisabuelo. Sin duda, fue un hombre con una sensibilidad extraordinaria.

    Atte.,
    Pablo Borja

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