Es exactamente lo que los Estados Unidos ha insistido se debe incentivar en el mundo
musulmán. Pero en ese mundo, cuyo comportamiento social y político resulta generalmente
tan extraño para los occidentales, no son ni remotamente compatibles la tolerancia, la igualdad
de géneros, ni las libertades…requisitos fundamentales para el nacimiento de este tan frágil y
extraordinario mecanismo de gobierno. Muy por el contrario, los estrictos y antiguos conceptos
religiosos, así como una visión anti modernista, se suman para dejar sin bases y sin posibilidades
remotas a la adopción de un verdadero cambio de administración política en aquellos países
donde se profesa mayoritariamente la religión musulmana.
La política de introducción de valores democráticos y fortalecimiento de instituciones
demócratas, demanda más que las buenas intenciones y grandes esfuerzos de los países
desarrollados, con los Estados Unidos a la cabeza.
Una de las teorías de mayor importancia en las relaciones internacionales, es la de defensa a
ultranza de la democracia, bajo el parámetro que este tipo de gobierno disminuye casi hasta la
extinción la posibilidad de enfrentamientos bélicos entre estados con este tipo de régimen, así
como también, facilita el diálogo y la diplomacia sobre actitudes conflictivas y belicistas. Es
básicamente de este concepto desde donde se estructura la intención de universalización del
fortalecimiento de los valores democráticos alrededor del mundo.
Lamentablemente, esta política, está destinada a perder muchas batallas, como ha perdido batalla
tras batalla, la ineficiente política de lucha contra las drogas estadounidense. Creo yo, que ambas
políticas, fallan estructuralmente en el diseño de sus estrategias.
La primera, vista por muchos como una imposición de valores norteamericanos, se debilita con
la ausencia de aceptación por parte de los estrategas estadounidenses de que los ciudadanos de
otros países son ajenos a los procesos históricos por los que ha transitado los Estados Unidos
para lograr alcanzar el desarrollo de sus instituciones democráticas. Se falla al ignorar el poder
de la religión, de la tradición y de los conceptos casi genéticos que las grandes masas de estas
regiones tienen en contra de las libertades occidentales que ellos consideran un sinónimo
de libertinaje. La estrategia correcta debería apuntar a fortalecer a los bloques musulmanes
progresistas, más abiertos a las realidades cambiantes del mundo globalizado. Desvirtuar ese
concepto de imposición percibido por la falta de conocimiento de las grandes multitudes de
estos pueblos, antes de incentivar cambios que mentirosamente cobijan anhelos y promesas con
valores democráticos.
En cuanto a la segunda política, la de la lucha contra las drogas, que atañe más directamente a
los vecinos al sur de la frontera estadounidense, también es necesario que se haga un mea culpa
y se entienda que este problema tiene oportunidades de solución mediante la aplicación de un
simple concepto económico, base del pensamiento capitalista, que explica que sin demanda no
existe oferta o que a menor demanda simplemente menor oferta. Inexplicablemente, se busca la
basura fuera de casa, sin tomar medidas tendientes a limpiar simultáneamente su propia casa.
Las dos estrategias, como nos demuestran los hechos, seguirán provocando exactamente
lo contrario a los objetivos planteados. Seguirá el desorden, el caos y la violencia siendo
incentivadas por buenas intenciones mal implementadas.
Buen artículo.
Excelente contribución Sr. Domínguez