26 abril, 2024

¿Hacia dónde nos dirigimos?

La vida es complicada,
Es difícil poner en orden todas las variables,
El caudaloso río de la vida me lanza de nuevo a la corriente.

Una duda surge siempre que te encuentras con gente que lo tiene todo, pero
no suele ser amable, alegre ¿Por qué no son felices? Hoy en día en los
países de bienestar la gente puede ser más próspera que sus abuelos, pero
no son felices, cuatro veces más la gente dice que se siente sola. Confiamos
menos en los demás, en muy pocos se ve la integralidad y la honestidad de
su actuar, dos de tres creemos que los valores morales se han venido abajo.
No parece que haya mucha oportunidad para el optimismo en medio de tanta
prosperidad y comodidad en muchos lugares del Estado de bienestar. Las crisis
financieras amenazan constantemente el sueño de muchos.

Somos más saludables y prósperos que cualquier otra civilización en la historia
de la humanidad, en la cultura occidental, pero estamos insatisfechos y
perseguimos algo que siempre irritantemente nos elude. Muchos que ganan
bien, cuando se les preguntan cuánto necesitarían para vivir, responden, “el
doble”. La persona que gana 2.000 dólares al mes cree que necesita dos mil
más para vivir bien. Llama la atención cuando alguien de buen sueldo recibe su
cheque de fin de mes y no se siente feliz, cuando se comparten las ganancias
entre los grandes accionistas, además de las excelentes bonificaciones que
a veces, exceden los ingresos de toda la vida de un trabajador promedio, se
muestran malhumorados o descontentos. El rabino Meir, sabio hebreo del siglo
I, sintetizó el aprieto en el que nos vemos en el siglo XXI: “¿Quién puede
llamarse rico? Aquel a quien su fortuna le produce paz interior”.

La clase media envidia a los ricos, los ricos a los multimillonarios. Todos
andamos tras algo, más nunca lo alcanzamos del todo. Alexis Tocqueville
afirmó en el siglo XVIII: “los americanos, encuentran la prosperidad casi en
todas partes, mas no la felicidad. Esto se debe a que el deseo de bienestar
se ha convertido en una pasión impaciente y ardiente que se incrementa a
medida que se satisface”. Por ello buscamos satisfacer nuestras agitadas e
insaciables pasiones: comer hasta la gula, consumir sin cuidar el planeta ni tus
presupuestos, placer alocado, violencia y agresividad en las calles y hogares.

El progreso engañosamente ha llevado a nuestra civilización a creer que todos
los problemas se resolverán mediante más progreso material. Después de
todo, el producto nacional bruto y los estándares de vida inexorablemente
aumentan de generación en generación. Sin embargo, la realización, la
satisfacción, la paz, la alegría no han aumentado en la misma proporción. De

hecho, se han ido estancando. ¿Será que buscamos en lugares equivocados?

Gracias a Dios y a la acción del espíritu y corazón humano, existen los héroes
anónimos. Hoy en día hay una gama de jóvenes universitarios, profesionales
que se enrolan como voluntarios para ayudar técnicamente en la resolución
de problemas sociales. Algunas comunidades de monjas trabajan con gente
muy pobre, en los basureros de algunas ciudades han nacido escuelas de Fe y
Alegría, fundaciones que no tienen grandes estructuras, sirven con programas
de ayuda y promoción social en albergues, niños abandonados, adultos
mayores, entre otros, basta verlos para encontrarte con personas felices y
contentas en lo que hacen. Han encontrado sentido a la vida. Saben a dónde
van, a una civilización alternativa, la del amor y servicio. Querido Joven, ¿tus
estudios te ayudan a cambiar el mundo? ¿Sabes a dónde vas? ¿Tienes claras
las metas de la vida: ¿el tener o el ser? ¿Ser feliz?

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