27 abril, 2024

Cuando el mito respalda el poder…

El mito, hablando socialmente, es la sombra de todo humano. Voluntariamente o no. ¿Es que ha existido alguna sociedad sin la cultura del mito? Nacer es implicarse, de hecho, en los valores míticos del hábitat socio cultural en que se llega. Congestionamiento de amarres ideológicos que promueve desde el ayer una direccionalidad de conducta, comportamiento y vivencia del presente. Es que el mito antes que incentivo de liberación o cambio es una atadura a un pasado que no admite discusión en su propuesta de ser y permanecer. “En las sociedades ágrafas –insiste Levi-Strauss- las mitologías tienen por finalidad que el futuro permanecerá fiel al presente y al pasado”. Más aun. Todo mito promueve su existir desde la intrincada urdimbre de los rituales que lo visten de misterio, secretismo, incógnita. Por cierto, desde una deslumbrante faramalla que incentiva ilusiones y emotividades, más allá de los sentidos. Pero la diaria realidad de las poblaciones, incluso modernas, confiesa en su ir y venir que uno u otro mito advierten “un detente” con su presencia. El mito es el límite que dice “hasta aquí” a los pronósticos de la modernidad y a la implantación de su tecnología.

Para Georges Dumezil, sin embargo, “El país que no tenga leyendas, dice el poeta, está condenado a morir de frío. Es muy posible. Pero el pueblo que no tenga mitos está ya muerto. La función de la clase particular de leyendas que son los mitos es, en efecto, expresar dramáticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener ante su conciencia no solamente los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y estructura mismos, los elementos, los vínculos, las tensiones que la constituyen; justificar, en fin, las reglas y prácticas tradicionales sin las cuales todo lo suyo se dispersaría.” De una u otra forma, prima el sentido conservador en la vivencia mítica.

Cuando el mito respalda el poder, eso sí, el riesgo que sufre la comunidad es abultado. Pues el mito de tanto vivirlo se vuelve uno con cada quien. De necesario pasa a ser indispensable. Y si el mito ya no está más entonces el rito, su ritual, formalmente lo mantiene en vigencia, como cascarón sin sustancia. Simple alegoría. Gestión abstracta del absurdo. Políticamente el mito siempre ha sido reivindicado desde este significado, aunque dogmáticamente aceptado por los pueblos, ha servido para su manipulación social contra su propio destino. El mito de la república, como fuente de una vida de paz y bienestar para Roma, permitió a César ejercer el mando con una dictadura militar. La divinización de Alejandro, con su protección triunfal por parte de los dioses, en las batallas allanó la continuidad de sus conquistas. El arte, sobre todo pintura y escultura, permitió en el mal llamado Renacimiento encubrir la explotación del poder de gobiernos autoritarios, religiosos y seculares, mediante un seudo mecenazgo. Napoleón, identificado en tanto protector de la revolución y luego de la Francia “libre”, pudo, sin mayor embarazo, detener la primera y militarizar la segunda en beneficio de los intereses de la clase burguesa que defendía. La concepción del círculo como figura geométrica perfecta, con el fin en su mismo inicio, y “representante” de la divinidad, obligó a Copérnico, por su formación religiosa y amenazas del poder eclesiástico, a desestimar la elipse a favor del círculo en el desplazamiento de los astros en torno al sol.

Para el nazismo fue como anillo al dedo el “descubrimiento” de la pureza aria. Mito rediseñado y reciclado en buena medida por Rosemberg, desde las tumbas de una India anquilosada en sus valores milinarios. Todo al vaivén de los fantasmas de los nibelungos y las valquirias. El racismo y el antisemitismo fueron claves en su teorización sobre la superioridad germana y, a poco tiempo (Goebbels de por medio), fue sangre y huesos de la población alemana. En este tenor Carlos Marx convertido en mito, y casi figura histórica sacra, ha devenido en cobertura de los ismos experimentales calificados de socialistas, aunque nada tengan que ver con su gestión en la historia, a través de su obra. Igualmente la acción política tardía del bolivarianismo en Suramérica, es sólo un aprovechamiento de Bolívar. Algo ajeno, totalmente, al abuso ideológico de su nombre. ¿Qué tiene que ver la impertinencia populista del siglo XXI, fuera de toda lógica política actual, con los lirismos del liderazgo independentista que no atinó nunca a ser federalista, republicano o democrático, en medio de las discusiones de promoción hacia el poder? Así sucede con Alianza País en Ecuador, que pretende encubrir sus politiquerías fascistoides apadrinándose bajo el objetivo histórico de liberación, promovido por la permanente lucha socio política de Eloy Alfaro Delgado. De hace más de cien años…

¿Por qué estas rebuscadas y malintencionadas valoraciones usadas por la gestión política? Cuando los movimientos o ideas no están seguros en sus intenciones, y sienten orfandad en su realización, la búsqueda de herencia patrimonial e ideológica es una necesidad impostergable. El mito sirve así para que los pueblos, sin mayor reflexión, acepten su presencia como algo que ya lo poseen en propiedad, en cuanto a valores vinculantes a su vida diaria, y que responde a sus aspiraciones y esperanzas… El mito genera, por contradicción y absurdo, credibilidad al poder… Para los alemanes adeptos al nazismo lo ario simbolizaba la humanidad en perfección, aunque la piel cetrina y la cojera de Goebbels, su publicista principal, expresaban lo contrario a su teoría antropológica

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De las varias disposiciones reformatorias, derogatorias, y enmiendas contenidas en el referido Anexo, destaca una interesante reforma al Código Orgánico de la Función Judicial referente a la Estructura Funcional del Consejo de la Judicatura, la cual dispone que “Las Direcciones Provinciales serán ejercidas por el Presidente de cada Corte Provincial, conjuntamente con los Delegados que el Consejo de la Judicatura determine, de conformidad con la regulación de la materia.”

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fuerzas británicas fueron cotidianos
llegándose a decretar el estado de
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No hay comentarios

  1. Muy fino y verdadero. Pero generoso para un movimiento novelero, que sólo puede surtir efecto en la inocente ignorancia de la gran masa humana de este país andino…

  2. Saludos. La mitología, estructura coherente de los mitos, si forman parte integrante de una sociedad, de una cultura y de una civilización. Lamentablemente, en los actuales momentos, bajo nuestra óptica mercantilista, materialista, racionalista y objetiva, los mitos están considerados dentro de la categoría de absurdos y fantasías, completamente alejados de una realidad.
    Sin embargo, personalmente considero que la mitología es una recopilación de hechos sucedidos en épocas muy ulteriores, en épocas donde los hombres eran semejantes a los dioses, y donde los dioses fueron figuras protagónicas en el desarrollo de la humanidad, hasta que llegaron las creencias monoteístas orientales.
    Como no es mi objetivo brindar una charla por escrito de los múltiples beneficios que proporcionaron los mitos y la mitología, solo me referiré a la parte que nos habla del nazismo, obra maestra del intelecto humano, que lamentablemente sucumbió al racionalismo y mercantilismo de la banca internacional, a los intereses judíos, a los compromisos de los líderes de aquel entonces, quienes se conjugaron en un verdadero aquelarre, danzando y estremeciéndose de furor orgiástico, con tal de derribar una concepción humanística y de valores para el pueblo alemán, y posteriormente para la humanidad.
    Me parece una verdadera grosería contra el intelecto, que el autor del artículo juzgue tan ligeramente, tan artificialmente, al nazismo; y luego, impunemente se refiera sobre la cojera de J. Goebbels, ofenda a Alfred Rosemberg, autor de ?El Mito del Siglo XX?, magna obra del conocimiento; y malsanamente omita a F. Nieztsche a O. Spengler, a H. Horbiger; a R.Wagner, y muchas otras mentes brillantes que fortalecieron al nazismo.
    Ya es hora de volver a escribir la verdadera historia sobre el nazismo, y no seguir opinando bajo la óptica de Hoolywood.
    Napoleón Sotomayor

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