27 abril, 2024

De la gramática a la expresión literaria

Es común creer que la expresión literaria es un resultado, una consecuencia del manejo de la gramática de un idioma. Para muchos, incluso, sin saber las reglas gramaticales, las normativas de cómo vincular los vocablos sean verbos, adjetivos, sustantivos, pronombres y siempre de acuerdo a los paradigmas signológicos de puntuación, es imposible escribir algo legible. Para otros, extremadamente celosos de la formalidad, sin gramática no hay literatura válida. ¿Hasta dónde esto es real, aceptable? ¿Es acaso la lógica de los signos la misma del texto literario construido con dichos signos? Los antiguos decían que “el estilo es el hombre”. O sea, siempre en el contexto idiomático, el manejo que un autor tenga del idioma, en cuanto a la problematización temática y la solución que alcanza por las alternativas que plantea, mediante el uso pertinente de la palabra, expresa y proyecta lo sustantivo de su personalidad y de la creatividad de su proyecto.

La gramática como organizadora formal, procurando la sintaxis de un texto, lo único que logra es un contenido conformado de acuerdo a una discrecionalidad institucionalizada (preceptos, normas, regulaciones) como acertada, en tanto una aparente mejor relación social, mediante el idioma pertinente. Todo, sin embargo, termina en simulación. De manera diferente, incluso, es tratado un idioma según los estratos sociales. Es cuestión de saber caminar por las calles de cualquier ciudad…El que tenga oídos que oiga… Sí. Y paso a paso los idiomas subterráneos van apareciendo y dejándose sentir. Para unos son dialectos. jergas para otros. El lunfardo, el idioma vivo del tango, sea por la letra o la cadencia musical, no necesita de una gramática oficial, estructurada y construida para sustentar su presencia. Ni para lograr el objetivo primordial de definir un tipo de comunicación entre el compadrito, el amurado y la piba. ¿Qué está pasando, por ejemplo, con el habla idiomática, en que el cruce de los migrantes latinos con los “nativos” de Estados Unidos, está produciendo el spaninglish?. Ayer el blue y el jaz y hoy el perreo. ¿Qué son sino expresiones literarias y musicales, frutos de la realidad social de donde nacen y proyectan su vivencia?.

¿Cómo así, además, logra ser calificada de calidad una obra literaria sólo por cumplir con la rigidez de la composición gramatical? ”La creencia en la gramática, en el sujeto lingüístico, en el objeto, en los verbos – insistía Nietzsche—ha mantenido hasta ahora a los metafísicos bajo el yugo: yo enseño que es preciso renunciar a esta creencia”. Y es que cuando la creatividad no está de por medio, y en cambio sí un dictamen de reglas gramaticales, como que el hacer resulta infecundo en cuanto a realizar una obra literaria. Es mas bien el romper con estos formalismos que ha permitido el descubrimiento de nuevas expresiones literarias.

Estudiosos de hoy, como John Stuart Mill en el siglo XIX, y prácticamente más platónicos que Platón, creen aun que la estructura gramatical de una lengua es la presencia externa del pensamiento humano. Esta estandarización lineal de la comprensión de un lenguaje de existir jamás hubiera permitido la aparición del Ulises de Joyce, Rayuela de Cortazar, Cien años de soledad de García Márquez, El Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez, Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, Mientras yo agonizo de William Faulkner, El Principito de Saint-Exupery…Tampoco, incluso, hubiéramos conocido la obra de Poe, Whitman, César Vallejo, Mallarmé, Rimbaud, Neruda, García Lorca, Dostoyevsky y otros y otros que, felizmente, decidieron ir más allá de la tiranía de los cerrojos gramaticales. Es que aceptando el planteamiento de Foucault “lo que en un sentido estricto se entiende por “literatura” no pertenece al orden de la interiorización más que para una mirada superficial; se trata mucho más de un tránsito al “afuera”: el lenguaje escapa al modo de ser del discurso (…) y la palabra literaria se desarrolla a partir de sí misma (…) es el lenguaje alejándose lo más posible de sí mismo…”. La gramática sería, en consecuencia, una testarudez limitante de la aventura creativa…

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