5 octubre, 2024

La pobreza y el desempleo, en política

Hace más de sesenta años buscaba, afanoso, la literatura marxista. Sus proclamas redentoras y justicieras , su particularísima visión del Estado y las proyecciones de una revolución que nos llevaría a una sociedad sin clases, enardecían los espíritus juveniles de ese entonces “Arriba los pobres del mundo, de pié los esclavos sin pan” era el sugerente cántico del momento.

Hoy acudo a esos mismos textos para constatar los yerros en que incurrieron desde un comienzo y comprender las vicisitudes que afligieron a los países que se sumaron al más grande fraude histórico-político de la humanidad. Lo afirmo con pesadumbre, por haberse perdido décadas que debieron aprovecharse y no generar, a cambio, descalabros nacidos de tan grande error. Grande también fue el estupor de quienes creímos haber volteado la página de esa absurda fantasía y observar que hoy , en un siglo que ha sabido superar las incongruencias dogmáticas y adoptar los pragmatismos de un capitalismo liberal, humanista, regulado y social, promotor del desarrollo cultural y económico de los pueblos, reaparecen con sinigual perversidad unos cuantos líderes populares que se aferran a la decrepitud del comunismo cubano y hacen de quienes allí gobiernan figuras emblemáticas de un inexistente progreso basado en perennizar la pobreza y dominar por el terror a una ciudadanía castrada.

Hartazgo

La repulsión era cada vez más fuerte , aunque debía superarla. Es que escribir y comentar el momento político que vivimos demanda muchas virtudes de las que creo carecer. Debían vencerse resistencias éticas a todo el basural que crece en nuestro derredor y preguntarme a mí mismo de qué sirve estar convencido de tener la razón , de qué sirve una opaca y débil voz como la mía alertando sobre las falacias de un socialismo marxista que se aleja del mismo Marx y emula las baladronadas de un Chávez, las hambreadoras y anquilosadas torpezas de un Fidel y las deshonestidades de casi todos cuantos fueron jerarcas del comunismo en el poder.

Todavía se proclama en nuestro país la doctrina de la igualdad a rajatabla, contra natura, agrediendo a quienes cometieron el “error” de poder gozar de mejor situación y desechando los racionales sustitutos de equidad que se robustecen en otros países. ¡Compañeritos y compañeritas ,a medirse con el mismo rasero! y otras arengas revolucionarias y sublimes, encajan persistentemente en los discursos gubernamentales, mientras simultáneamente, se degradan las virtudes morales, creativas y emprendedoras de una nación.

Una revolución con riñas

El odio profesado por este gobierno a la burguesía es absurdo y desmedido. Ni Marx ni Engels lo tuvieron. Estos ideólogos no olvidaron que la burguesía hizo su aparición y acabó con el feudalismo medieval . Los siervos de ese entonces devinieron hombres libres , pequeños y grandes artesanos, y más tarde industriales creativos ; desarrollaron el comercio y la libre empresa ;Impulsaron las profesiones y las artes. La educación se robusteció y el desarrollo se dio.

Con la modernización industrial emergió el proletariado , designado por el marxismo para instaurar la revolución comunista cuando el desarrollo social y económico alcanzaren ciertas metas. Sobrevendría un simple cambio de mando. Tan partidarios fueron Marx y Engels del desarrollo previo de la burguesía y del capitalismo , que el primero aplaudió – sí , aplaudió – la conquista de territorios mexicanos por parte de los EE.UU. , valiéndose de frases como las que aparecieron en su artículo publicado por el New York Daily Tribune: “ En América hemos visto la conquista de México y nos congratulamos de ello ( …) Está en el interés del desarrollo de la América entera que los Estados Unidos reciban mediante la posesión de California, el dominio de todo el Pacífico “.

Decepciones Esperadas

Este país siempre se alimentó de mentiras y de medias verdades . Héroes y canallas eran producto de la gastronomía política. Y quienes nos preciábamos íntimamente de haber sabido llevar una vida de real independencia frente a ese estilo de vida, veíamos entre despectivos, burlones , escépticos o irritados , cómo la historia doméstica se escribía dando traspiés, incurriendo en descaros, forjando fantasías notoriamente falsas , construyendo ídolos con pies de barro o llenando de excremento los escalones que ascienden al poder. La mentira resultó ser el primer gran poder del Estado , la primera gran fuerza impulsora de la política nacional.

Este gobierno no es la excepción , aunque se distingue de los demás por el énfasis ha puesto en sus malabares dialécticos , en su retórica de tarima, en el separatismo social que promueve , en sus jactancias revolucionarias y en el grado de intimidación que imprime a sus actos.

Las cartas han sido echadas

Durante casi tres años trataron de ocultarnos la verdad , mintiendo a veces o simplemente soslayándola. La hipocresía , la astucia , lo ladino, han sido características de los camaradas marxistas, con Lenin y Castro a la cabeza.,cuyas anécdotas al respecto no vale la pena por ahora reseñar.

En el Ecuador, expresiones como “revolución ciudadana” o “ la “Patria ya es de todos”, encubrieron sus verdaderas intenciones y embaucaron a una población ansiosa de solucionar sus problemas básicos de supervivencia, ganándose su adhesión electoral.

Autocracia, corrupción y libertad de expresión

La libertad de expresión es un tema del que nunca dejaremos de hablar. Al menos mientras este gobierno nos gobierne. Irónicamente, es un tema que sólo se aborda cuando se la ha violentado o se quiere extinguirla. Nuestro gobierno y la libertad de expresión ocupan espacios contrapuestos. Son lo malo y lo bueno . Lo torpe y lo discreto. Lo perverso y lo ético. Y no podía ser de otro modo.

Estaba previsto – muchos lo anunciamos – que las cosas vayan por el camino que hoy van y que , aprovechándose de una mayoría parlamentaria cuyos integrantes debieran reflexionar sobre su futuro personal en la conciencia ciudadana, pronto tendremos un ordenamiento legal que permitirá a Correa – dar rienda suelta a su fobia personal contra los medios de comunicación. Cuando el vendaval Correa cese y su protagonista ingrese progresivamente al olvido ( para su bien ) , la sociedad ecuatoriana, principal víctima de la autocracia correista y de la fobia narrada, comenzará también a resarcirse anímica y materialmente de los daños infligidos por su aberrante conducta.

Barajando el porvenir

Me pregunto qué hemos obtenido preanunciando torpezas que luego acontecieron en nombre de una revolución condenada al fracaso ; cuánto hemos logrado señalando muestras de corrupción que no han cesado de presentarse ( y de exhibirse ) ; qué hemos avanzado descubriendo pusilánimes que están al borde de caer en el encubrimiento, comprometidos con su servilismo o con sus rabos de paja que barren bajo la alfombra sus propias defecciones.

Y la respuesta es mezquina. O no estamos en lo cierto y nuestra protesta está equivocada, o la estupidez se ha enraizado en este país y ha logrado neutralizar todo racional esfuerzo en favor de la dignidad nacional. Todas las negatividades de este gobierno devienen simples noticias periodísticas que, al cabo de pocos días, dejan de ser tales y se olvidan ,carentes ya de interés. La paradoja que vivimos nos enseña que denunciar una fechoría equivale a cometerla. Sufrimos así una especie de hartazgo de los yerros y torpezas gubernamentales, que debemos digerirlos y desasimilarlos cuanto antes ,siempre sin consecuencias para sus autores..

Separatismo del Orden Público

Quedé perplejo cuando escuché esa frase , eructada por un Fiscal para “describir el “delito” que habrían cometido aquellos jóvenes representantes de una Junta Cívica , quienes declararon a Correa como persona no grata a los guayaquileños.

¿ Qué diablos quiso decir ese Fiscal ? ¿ Es esa la garantía que los ecuatorianos tenemos respecto al grado de certeza y veracidad que deben tener esos funcionarios al momento de incriminar a supuestos infractores de la ley ? Me pasó por alto su nombre y no quise saberlo después ni ahora, porque me distraería de lo nuclear del caso: se ha apresado a dos jóvenes dirigentes que expresaban civilizadamente su opinión del Presidente de la República .Habían dicho que Correa no es de su “agrado” , que no les es “gustoso”, que no les resulta “placentero” ni “dulce” , ateniéndonos -como es lógico – a los significados que consignan la Real Academia de la Lengua y otros diccionarios de importancia internacional.

La cara de la locura

Esa cara ha creído encontrar en nuestro país el periodista español Miguel Angel Bastenier. Sería una de las caras de la misma moneda ; la otra : intentar renovar..

Hay muchos momentos en los que Correa luce bien intencionado, renovador y vibrante, en especial cuando trae a colación las defecciones del pasado, que no fueron pocas, y se empeña en superarlas . Pero de la vibración y de sus fervientes deseos se traslada con facilidad extrema a la vociferación y de ésta, cae en el absurdo de creer que este mundo está dividido en dos grandes partes : él, por un lado, y el resto del mundo, por otro. Correa sería un non plus ultra. Nada ni nadie ha habido antes como él ni habrá después de él. De allí, quizás, Bastenier se atreve a referirse a la “cara de la locura absoluta” .

Los derechos humanos, hoy

Echando un vistazo al pasado inmediato, aquel que pertenecería a la larga noche neoliberal, descubrimos que el tema de la libertad de expresión nunca fue significativo ni incidió sustancialmente en la vida ciudadana. Tómese su tiempo , haga usted el mismo examen retrospectivo y llegará a igual conclusión. Nunca hubo un debate serio o agitado sobre el tema. Rodrigo Borja clausuró una radiodifusora dentro de una coyuntura puntual y no por ello dejó de ser un presidente demócrata y básicamente respetuoso del más primario de los derechos humanos.

Febres Cordero , supuesto “dueño del país”, tuvo también focalizados tropiezos con la libertad de expresión. Pero nadie puede afirmar que esos dos Presidentes conspiraron contra el sistema jurídico imperante. No se les ocurrió crear medios oficiales de comunicación ; no pretendieron adueñarse de algún otro; no acallaron a la prensa opositora ni a la que disentía de sus actos.

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