28 abril, 2024

La Consigna

“Todo puede faltarle a un ser humano, menos caridad” escribió un sacerdote jesuita. Estoy completamente de acuerdo, porque esa caridad que significa amor es lo que nos hace humanos.

También escribió: “Si tengo algo que decir a mi hermano, lo busco, aconsejo o confronto, pero no disperso informaciones de las que parcialmente tengo conocimiento”.

Me baso en esas dos frases escritas con acierto para compartir con ustedes la siguiente reflexión.

No debemos gastar palabras y desperdiciar tiempo en hablar mal de los demás, menos aún, sin tener fundamento. Al decir fundamento me refiero a unos datos confirmados, obtenidos de fuentes confiables y todo, absolutamente todo, cien por ciento comprobado (datos y fuentes). Sucede que en tantas ocasiones hablamos mal de la gente y no precisamente porque insultemos con mala intención a alguien. Hablamos “lo que se nos ocurre” de los demás, lo que opinamos de los demás, hasta lo que sentimos aunque no sea bueno.

Antes de hablar algo “malo” o negativo de cualquier persona deberíamos hacernos las típicas preguntas que tanto se recomiendan usar en periodismo, las llamadas “W” por su escritura en inglés: qué, quién, dónde, cómo, cuándo, porqué, para qué. De quién voy a hablar, para qué lo voy a decir, dónde y por qué ocurrió lo que voy a comentar, cuándo pasó y para qué voy a mencionarlo. Luego de hacer esa breve revisión de la persona y del hecho, evalúo si vale o no la pena decir lo que tenía pensado hablar. Toma su tiempo, pero da buenos resultados. Porqué al final hablamos lo que debemos, si hay que decirlo. Y si no, mejor lo callamos. Perjudicamos la integridad de menos personas y ampliamos el margen de prestigio para los demás.

No es fácil. Va unido a la experiencia personal, eso de “morderme los labios” para no hablar mal de otro. Sé que cuesta. Y, si no es fácil para gente de un comportamiento extraordinariamente bueno menos lo es para el hombre o la mujer común.

Se han dado casos, por ejemplo, en los cuales sacerdotes ejemplares llevados por el deseo de mover conciencias y encaminar al bien, han hecho de su prédica desacertados discursos comprometiendo el buen nombre de instituciones, grupos o personas. Anoto aquí una frase más: “La prédica del sacerdote jamás divide. Invita, convoca y anima desde los valores que encarnó Jesús en el Evangelio e ilumina situaciones de pecado para apartarse de ellos”.

Tanto los pastores como el pueblo de Dios, deberíamos hablar de los demás basados en el amor y motivados por la compasión. Este es un llamado sobre todo los cristianos.

Por ejemplo, no podemos ser partícipes de actos tan tristes como aquello que sucedió en una parroquia a donde los feligreses aglutinados a la entrada de la iglesia gritaban “Judas” a su Arzobispo y hasta le pidieron que no celebre la Eucaristía. No solo es falta de caridad y de respeto, es falta de sentido común. ¿A qué autoridad respetamos entonces? ¿A quién vamos a buscar a la Iglesia: al sacerdote o a Cristo? Eso que menciono, ocurrió en una parroquia de “gente pudiente” lo que indica que supuestamente los que participaron en la manifestación contra el Arzobispo, debieron ser personas medianamente y altamente cultas.

Diferente actitud de la gente humilde de otra parroquia, en una pobre iglesia de un sector marginal de la ciudad, una monja de Calcuta dijo al arzobispo: “Monseñor, sea usted bienvenido a esta casa que siempre será su casa” ¡Que diferencia!

¡Cuánto hay que aprender aún! Nos falta tanto para ser auténticos cristianos, pero lo bueno es que estamos en eso. Lo intentamos, caemos y nos levantamos…

Para terminar esta reflexión y hacerlo con optimismo, he tomado otra frase más: “Es tarea de todos pensar para crear un mundo donde haya más justicia y más caridad de los unos para con los otros. El amor a la Iglesia y a nuestro Señor debe estar por encima de todo. Hacer comentarios que puedan manchar o dañar a otros sólo pueden venir del mal espíritu y finalmente dañar el sentido de pertenencia eclesial que tenemos” Esta es la consigna: ¡La caridad empieza en casa!

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No hay comentarios

  1. Extraordinario mensaje Karyna, este es un llamado a la conciencia y a reemplazar paradigmas, los cristianos estamos en el mundo, pero no somos de este mundo. No seguimos a la persona (sacerdote), sino a Jesús.

  2. Estimada Karyna, no fueron «los feligreses» de la parroquia sino «algunos feligreses» quienes agredieron verbalmente al Arzobispo. No todos podemos ser acusados de armar ese desorden y falta de respeto a la autoridad de nuestra iglesia.

    Gracias por su atención

  3. Bueno parafraseando «hay que practicar lo que se predica», estimada Karyna estoy de acuerdo con el criterio del Sra. Patricia Huerta de Suarez, no podemos generalizar y suponer que eran feligreses de los Ceibos, ese día y a esa hora en el interior de la Iglesia quienes escuchamos a la muchedumbre eran personas de todas partes de la ciudad y del país.

  4. Estimados amigos, primero mil gracias por leer los artículos de La Trinchera. Segundo, no he nombrado a parroquia alguna, ni a sacerdote alguno. Tan solo escribí mi apreciación de las cosas, que asi como se dieron aquí igual podrían suceder en cualquier lugar. En realidad fueron varios acontecimientos, los resumí en un solo comentario, sin pretender causar malestar alguno. En tal caso, tienen razón en cuanto a no generalizar, lo tendré en cuenta para la próxima vez. Muchas gracias por sus comentarios.

  5. Estoy de9uerdo con lo escrito, hay mucha gente ue se le da muy bien estar hablando de los demas y sin ver sus propios errores primero y que no tienen la humildad para reconocerlos.
    Respecto a dos de los comentarios, no se porque se sienten afectados, yo no lei en ninguna parte que se mencionara a Los Ceibos, lamentablemente en ese sector se dio un hecho similar, y sinceramente no creo que haya que defender lo indefendible, si bien no fueron todos, fue una gran parte y por desgracia lo que uno hace mal llama mas la atencion y estan las fotos y videos de lo ocurrido ese dia, hay que ser mas criticos con lo que leemos y no dejarnos llevar por nuestras emociones si hemos vivido algo similar.
    No veo que la autora juzgue nada, solo pone algo que lamentamente sucedio en algun lugar al norte de la ciudad.

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