28 abril, 2024

¡Cultura de evaluación!

Cuando el piloto de un avión comercial sale, por ejemplo, desde Guayaquil hacia Miami llevando a más de un centenar de pasajeros, sabe que su objetivo debe lograrlo en aproximadamente cuatro horas y media. Sin embargo, durante el trayecto, está consciente de que tomará en cuenta una serie de cosas que influirán necesariamente en el tiempo de llegada, así pues las turbulencias, los problemas de cambio climático, los desperfectos en la aeronave, la salud del piloto o copiloto, las órdenes desde las torres de control de los aeropuertos, etc, etc, facilitarán o no el cumplimiento de lo planificado. Una primera pregunta que salta a la vista es…

¿Cómo puede el piloto captar las distorsiones del entorno sino evalúa constantemente los sucesos y los procesos involucrados en el viaje?

En el quehacer educativo escolarizado, los educadores ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A EVALUAR… ¡al alumno!, claro está… evaluamos con la prueba de diagnóstico, con la lección oral, con el aporte escrito, con el trabajo de investigación, etc, etc, etc, es decir, la evaluación es un tema “recontra” conocido por los maestros y maestras, aceptado y practicado, repito… ¡con los alumnos y alumnas!. Parecería, hoy por hoy, que no resulta igualmente válido cuando se quiere instaurar una evaluación del trabajo docente en las escuelas y colegios fiscales. Al menos las últimas declaraciones de los jerarcas gremiales hacen prever una lucha por evitarla. De hecho, con esta clara oposición lo que hacen es… ¡salir muy mal evaluados!

Los acontecimientos últimos me llevan a reflexionar seriamente sobre la conveniencia de crear –dentro de la Cultura comunitaria- un cambio actitudinal que nos lleve a los educadores a entender que la evaluación se hace para construir y jamás para destruir. Que lo negativo del drama que viven los niños y jóvenes cuando se enfrentan a una lección o tarea no tiene que ser así, después de todo es un proceso insoslayable, de una u otra forma evaluamos y somos evaluados, todo lo cual nos ha servido, nos sirve y servirá para crecer y sobrevivir en un medio en el cual el que no cambia, sencillamente lo cambian y en el que se prioriza el mejoramiento permanente.

Mis colegas educadores en ciertas instituciones fiscales deben comprender que por encima de la desconfianza en tal o cual funcionario gubernamental y sus fines, la evaluación existe aunque ésta sea tan solo abstracta en la mente de su alumno, de un padre de familia y de la sociedad entera. Los comportamientos evaluables se muestran siempre y la calificación que hoy sacan al oponerse a un tema tan importante es baja, muy baja. Y sentencio… “no hay posibilidad de salvarse de ser evaluado”… ¿cómo harán para evitarlo?. Quizás puedan “sacarle el cuerpo” a la evaluación ministerial pero será muy difícil que no sean medidos por los ecuatorianos, quienes somos silentes testigos de las influencias del gremio sobre sus seguidores y de la sin razón de sus argumentos. No hay justificativo posible…

Estos últimos días de reflexión y de… EVALUACIÓN, nos está brindando a los ecuatorianos la oportunidad de meditar bien el voto. Si no propugnamos por un cambio cultural hacia evaluar y evaluar permanentemente me temo que nunca lograremos sentirnos satisfechos con nuestras decisiones y los sucesivos gobiernos que nos toquen. En la soledad de nuestra conciencia, en la urna, en el “momento de la verdad” frente a la papeleta de votación seremos capaces de elegir después –supongo- de haber evaluado paladinamente a los candidatos. Si esto no se ha hecho y si sólo se deja llevar por su “estómago” o por su “hígado” probablemente en cuatro años, en diez o en veinte, estaremos volviendo a evaluarnos viendo la tragedia o el éxito que la sociedad ecuatoriana en su conjunto experimente… Ojalá y no nos equivoquemos esta vez…

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