28 abril, 2024

Perder el año…

¿Recuerda usted su educación primaria y secundaria?. Para muchos, martirizados con ejercicios de altísimos grados de dificultad sobre todo al final del período escolar. Sí, en efecto, los profesores hacían durante el trimestre los ejercicios más fáciles que pudieran pensarse con sus alumnos y se esmeraban por buscar los más difíciles para ponerlos en el examen final y demostrar con ello que el estudiante no estaba preparado para “aprobar” el año.

Lo cierto es que reprobaban juntos, los unos y los otros, pues un estudiante perdiendo año es también un llamado personal de atención para el maestro que no pudo o no supo llegar –salvo especialísimas circunstancias-.

Los tiempos ciertamente han cambiado…

Si el propósito final del proceso es que el alumno o alumna APRENDA, todo absolutamente todo lo que se haga debe llevarnos a conseguir el logro de las competencias previamente establecidas. Qué hay niños, niñas y jóvenes que no aprueban…, sí, tal vez problemas familiares, psicológicos, neurológicos, en fin, tantas posibilidades… sin embargo, un niño, niña o joven en condiciones de absoluta normalidad debería aprender y reflejarlo en sus notas… o… ¿no es así?, de lo contrario necesita ayuda…

El profesor tradicional se defiende y asegura… “¡facilistas!”, “en mi tiempo todo fue mejor, el que perdía el año lo tenía merecido, ahora pasa cualquiera”. Pero… ¿por qué no ponerlo desde el otro lado?. “¡Qué barbaridad!, ¿cómo es posible que un niño con un coeficiente a veces superior a lo normal, capaz e inteligente no apruebe?”. Lo cierto es que en esta época –meses de marzo y abril- las desgracias sobre las familias se agravan con un chico o chica… ¡perdiendo año!, padres desesperados y maestros medio dubitativos pues en el fondo también se cuestionan por el resultado de aquél proceso que tomó diez meses en consolidarse… ¿verdad?

¿Qué busca un proceso educativo serio y controlado?. ¿Dejar de año a los estudiantes o trabajar desde el inicio para no llegar a tan ingratos como cuestionables momentos?. Juzgue usted, estimado lector a partir de mis disquisiciones en la soledad de mi conciencia de educador:

  • Me esmero por lograr que todos aprendan desde una base previamente establecidas de las competencias a lograrse durante el año escolar
  • Mido constantemente el avance y me preocupo por corregir las distorsiones que han de presentarse necesariamente
  • Busco reuniones con los tutores, padres o representantes, para encontrar estrategias de mejoramiento específicas
  • Motivo y me acerco al estudiante para afirmarlo y lograr se “enganche” a mi materia o asignatura
  • Trabajo con el Dirigente de grado o curso y con los académicos, con el DOBE y con los psicopedagogos para encontrar respuestas y sacar adelante al estudiante
  • Diversifico estrategias, le doy nuevas oportunidades, hago un seguimiento más cercano de su trabajo
  • Califico su accionar con parámetros referidos a su individualidad hasta que se ajuste a la norma general

En fin, creo que no podría ahora, en esta etapa de mi vida, dormir tranquilo si sé que no he hecho lo posible y lo imposible para que mi alumno o alumna aprenda, para prepararlo para la vida, para un proceso en el cual habrán muchas caídas y levantadas. Los exámenes son sucesos necesarios –no estoy tan seguro- para evaluar, y no estoy tan seguro pues existen otras formas de evaluación que deben explorarse además del mítico examen escrito que tantos intentos de suicidio ha promovido en todos los países del mundo.

El reto es apabullante… ¿es lo correcto dejarlo de año o busco otras alternativas?. Honestamente y después de treinta años de servicio educativo sé que todo mi esfuerzo camina hacia lograr que sus aprendizajes sean trascendentes y a medir constantemente los logros para fortalecerlos o corregir en el camino. El evento de pérdida de año tal vez no sea el único camino disponible para cumplir éticamente con mi deber de educador… ¡Confieso que no dejo de cuestionarme!

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No hay comentarios

  1. ¡ Muy buena oportunidad de reflexión !.
    Ojalá todos los maestros tuvieran esa mística de educadores, que muchas veces se adquiere con la toma de conciencia del papel trascendente de esta bella tarea. Es importante tambien, hacer un alto y definir si educar implica para el maestro una oportunidad de trabajo o si significa un reto que responde a una vocación personal.

  2. Te felicito Roberto, puedo dar fe, de los incontables esfuerzos que realizaste, para lograr un entendimeinto general, (aunque muchas veces dificultoso), cuando fui alumno de Ingles en la secundaria del Espiritu Santo (Claretiano). Ojala la mayoria de profesores en la actualidad tengan la misma filisofia y pensamiento.

  3. Me encantó el artículo y todos los puntos que usted menciona los trato de poner en práctica para evitar que mis alumnos se queden de año. Mi materia es de poner en práctica lo que aprenden (Francés), pero mi placer mas grande es escucharlos hablar y entablar una conversación por mas sencilla que sea. Gracias por los consejos. Adelante!!!

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