28 abril, 2024

El subdesarrollo está en la mente (III)

Para 1820, año de la independencia de la Provincia de Guayaquil, la Revolución Industrial con más de medio siglo de vigencia, demostraba que la tecnología se convertía en la principal herramienta del desarrollo. La tecnología era la fuerza que empujaba el progreso económico. El mundo era testigo de cómo cada ola innovadora iniciaba ciclos de crecimiento. El ferrocarril permitió mover carga en grandes cantidades y los barcos a vapor, disminuir las distancias.  Los líderes de la joven república ecuatoriana contaban con la teoría económica y aplicaciones del capitalismo, para comenzar a construir una nación libre de pobreza.

Nuestros líderes estaban en contacto con los grandes pensadores europeos, particularmente ingleses, como lo demuestra el epistolario de Jeremy Bentham entre 1822 y 1824. Para este extraordinario pensador inglés, reformador, estudioso de la ley, experto en legislación y economista, era responsabilidad del gobierno producir una armonía de intereses a través de la legislación. Era función de la legislatura establecer un sistema de premios y castigos que induzcan al individuo a buscar acciones que lo lleve a la más grande felicidad.  

En la citada obra hay cartas cruzadas con José de San Martín, Simón Bolívar, Francis Hall (inglés que vivió en Quito) y otros destacados ciudadanos sudamericanos. Les escribe sobre legislación y economía. Su magna obra Propuesta de Código, ya traducida al español, había sido leída por San Martín y Bolívar. En una carta a Bentham Bolívar le escribe que espera que él lo adopte como su discípulo. En carta a Hall, Bentham le comenta que Sudamérica debe ser un territorio de consumidores, donde llegará el día en que su comercio sea infinitamente más importante que el de Estados Unidos. A la misma persona le explica sobre una máquina que puede fabricar 1.500 clavos por minuto. A Bolívar le escribe sobre la importancia de mantener el crédito, a propósito del desprestigio que tenía Colombia en el mercado financiero de Londres.

Con todos los antecedentes expuestos, Ecuador debió haberse enriquecido con las experiencias de otras naciones y beneficiado de los escritos de las mentes más brillantes en política y economía, como ya mencionadas , además de las grandes obras de Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y Alexander Hamilton, todos ellos próceres de Estados Unidos. Nuestros líderes debieron saber cómo hace eficaz la agricultura, el comercio, la industria, las finanzas públicas, particularmente la moneda y el presupuesto; ejercer control de la inflación, evitando el alza de los precios; dar prioridad a la exportación de bienes con valor agregado, promover la diversificación de la economía, fomentar la libertad económica, crear legislación apoyando el desarrollo del- sector privado, etc.

En Guayaquil se creó la Junta Superior de Gobierno en octubre de 1820, presidida por José Joaquín Olmedo y teniendo entre vocales a Francisco Roca, este último uno de los más prestigiosos comerciantes; él y Olmedo habían leído sobre las transformaciones en Inglaterra y Estados Unidos. El hecho que la carta política se refirió al comercio libre entre la Provincia de Guayaquil y todos los pueblos, confirma estar informados.

No encuentro explicación para que nuestros próceres se limitaran a adoptar la mayoría de la legislación colonial cargada de tributos y viciada de penalidades al sector productivo. El código de comercio hasta que se modificó continuó estableciendo elevados aranceles al comercio exterior y el irrespeto a los derechos de la propiedad se generalizó. Se mantuvieron impuestos como la contribución indígena, oneroso tributo a los desposeídos; diezmo y alcabalas, terribles cargas a las actividades productivas, etc. Lamentablemente la independencia primero de Guayaquil y luego del Ecuador se convirtió sólo en cambio de nombres, no de sistema económico, permanecieron las leyes que detenían el progreso material.

En 1830, la primera constitución de Ecuador en la que Olmedo participó en la redacción junto con otros dos legisladores fue inspirada en la de Estados Unidos, pero engendró una administración frágil en el poder Ejecutivo, cuando apenas se crearon dos ministerios, el del Interior y Defensa. Con una estructura orgánica recargada era muy poco lo que José Félix Valdivieso, primer ministro del Interior podía hacer. Por su insistencia, un año después se estableció el Ministerio de Hacienda, habiendo sido nombrado para ocupar el cargo, Juan García del Río. 

La aritmética política creada por los ingleses William Petty y Gregory King tenía 200 años de vida, por lo que asombra el desorden de la contabilidad pública y estadísticas durante la primera administración de Flores. La administración pública era total caos. El propio ministro de hacienda admitía que los funcionarios de renta no presentaban cuentas, se despreocupaban de exigir fianzas en los casos que la ley ordenaba, no existía uniformidad, ni tampoco suficiente precisión en el modo de presentar las partidas contables. El estado ecuatoriano desconocía el monto del endeudamiento público interno y externo. En palabras del ministro de hacienda, en su secretaría “…no había estados de los productos agrícolas, de movimientos de comercio…no existían cuadros de terrenos baldíos y demás propiedades nacionales…se ignoraba la clase y número de contribuyentes…”. Uno de los logros de Vicente Rocafuerte fue establecer una contabilidad pública moderna, la cual lamentablemente tuvo corta duración.

El caos de las finanzas públicas se inició con la primera administración en la nueva república del Ecuador. Flores, Valdivieso y García del Río, seguramente conocieron de los tratados de los economistas ingleses, sin embargo, no pusieron énfasis en el buen uso del dinero público y en lo inconveniente que era tener déficits, porque estimulaban los procesos inflacionarios. Inglaterra había sufrido en carne propia el alto costo del endeudamiento improductivo y manipuleo de la moneda durante el reinado de Enrique VIII.

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