1 mayo, 2024

Del dolor se aprende

Se aprende que la vida es un momento. 

Se aprende que Dios es más grande que el molde que tengo. Que no entra en mi esquema ni en mi estructura. La rompe, no entra. Desborda, siempre desborda.

Del dolor se aprende que las relaciones son más importantes que una idea. Que las personas valen más que un lugar, que un tener razón. Que a veces es urgente pedir perdón, aunque sea tal vez el otro quien me lastimó.

Se aprende que la presencia tiene una relevancia tremenda. Que el solo hecho de estar al lado de alguno que lo necesite, obra de manera poderosa. Transforma, alivia, calma. 

Del dolor se aprende a disfrutar de pequeños gestos, una comida servida con amor, un abrazo porque sí, un mate cuando me levanto.

Se aprende a conversar honestamente. Ya las charlas vuelteras se terminan. Se abre una dimensión más profunda, donde podemos llegar al corazón del otro y que el del otro, entre en el mío.

Del dolor se aprende a escuchar más, a hacer más espacio para recibir el dolor ajeno, porque ya no le tengo tanto miedo. Y al compartir mis dolencias, milagrosamente duele menos.

Se aprende a caminar más livianos. Aunque es cierto que el dolor pesa, por otro lado, nos libera de cosas insignificantes que llevábamos a cuestas. Y eso, hace más liviano nuestro paso. 

Del dolor se aprende que lo único que nos llevamos es lo que damos, lo que invertimos para otros.

Se aprende que esto que duele hoy, esto que no comprendemos, que no tiene ningún sentido, es solo un momento en toda la eternidad. Esto recién comienza. 

Del dolor se aprende a bajar el orgullo, a mirar al otro, sea quien sea, de la misma manera, de igual a igual. El dolor te deja chiquito, bien chiquito, como para no creértela nunca más. Y eso, también milagrosamente obra para bien. 

Se aprende que la oración no es solo hablar un rato con Dios, la oración es relación. Es estar en silencio muchas veces, es llorar y nada más. Es más, mucho más que recitar un versito o repetir alguna frase. Es tener una conexión con el Creador que va más allá de todo lo que me pase. Es tener una confianza extrema, es poder expresar absolutamente lo que siento, mis broncas, mis enojos, mis dolencias, mis alegrías, mis pensamientos más horrendos. Sabiendo que Dios me abarca todo. Y lo mejor es que me ama siempre, incondicionalmente. 

La religión se termina. Las teorías caen al piso. 

Del dolor se aprende, sí que se aprende.



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1 comentario

  1. Excelente Analia, la felicito por su muy buen artículo, sobre que cuando dice que con el Señor se tiene una relación y no una religión.

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