3 mayo, 2024

Transhumanismo: “…y serán como dioses”

Muchos autores dicen que es la utopía del momento.  Y a poderosas zancadas ha recorrido casi todos los recovecos de los medios de información.  Por eso quizá llamen al transhumanismo “movimiento”, otros con más agallas “ideología” y los más escépticos “pseudociencia”.  Lo cierto es que el ser humano desde que goza de razón ha sido acompañado por la tentación de “ser como los dioses” y así, hemos sido llevados a un estado de fascinación constante hasta agotarnos de nosotros mismos. Y es que, ¿a quién no le ilusiona respirar bajo el agua, ser inmune a enfermedades, moverse en la oscuridad gracias al ultrasonido, cambiar partes defectuosas del cuerpo por dispositivos biónicos, conectar nuestros cerebros a grandes computadores o, simplemente ser humanos moralmente mejorados para tomar decisiones que corrijan los males sociales?  Aunque parezca una ficción extravagante algunas de estas cosas ya están empezando a convertirse en realidad.

Detrás de esta mentalidad se esconde la corriente filosófica del cientismo -también llamado cientificismo o cientifismo- que se ha ido posicionando hasta proclamarse, con cierto aire triunfalista, en poseedora predominante de la nueva visión del ser humano.  Y, aunque diera la impresión de que el ser humano se encamina hacia el progreso, es preciso aportar también desde una actitud crítica -propia del ser humano y no de las máquinas- para darnos cuenta, sin fanatismos que nos impidan conocer, que también se corre el riesgo de resbalar por un nuevo naturalismo, ya no darwiniano, sino tecnológico.  Por otra parte, lo verificable sobre lo no verificable, lo físico sobre lo metafísico y el empirismo sobre la verdad teórica están intentando dejar fuera de la ciencia expresiones tales como trascendencia, libertad y felicidad.  Algunos pensadores actuales y tan diferentes como Marina (2005), Han (2014), Harari (2014), Carr (2016), Diéguez (2017) y, el Magisterio de la Iglesia -desde hace más de dos siglos- nos están alertando de ello. Casi todos ellos plantean que existen ideas no verificables, metafísicas, teóricas que guían y fundamentan la naturaleza del mundo, del hombre y el valor de la ciencia. Por ejemplo, la ética sobre el uso bélico de la energía nuclear o el cuidado de los ecosistemas.

Todo lo que hemos indicado nos lleva a abordar la ideología del transhumanismo.  Diéguez, uno de los investigadores serios sobre el tema, lo define como “el intento de transformar sustancialmente a los seres humanos mediante la aplicación directa de la tecnología” (Diéguez, 2017, p. 27).  Esta definición conlleva la idea que la situación actual de los humanos es tan solo un momento de su carrera evolutiva y que con la tecnología se dará paso otro momento, una humanidad “mejorada” que haya superado las limitaciones de su existencia actual.  Algunos incluso hablan de un “post humanismo”, es decir una nueva realidad, por ejemplo, un robot con una prodigiosa inteligencia artificial que dejaría atrás la condición humana.  Estos nuevos discípulos de Darwin no solo reafirman que el ser humano es producto de la evolución, sino que quieren ir más allá, pretenden apropiarse de ella, manipularla y con ayuda de la tecnología saltarse a la humanidad misma dando “muerte a la muerte”.

¿Cómo piensan lograrlo? Pues según Diéguez, por medio de la nanotecnología, la neurociencia, la biotecnología y la inteligencia artificial.  Estas cuatro tecnologías están en pleno desarrollo, experimentando sobre seres vivos -incluso humanos-, con escasas consideraciones éticas. Parece que no hay quién las detenga, ni siquiera sus mismos desarrolladores.  Veamos qué nos dice “ChatGPT” sobre estas nuevas tecnologías:

  1. “La nanotecnología es un campo de la ciencia y la tecnología que se enfoca en la manipulación y control de la materia a nivel nanométrico. La unidad de medida utilizada en la nanotecnología es el nanómetro (nm), que equivale a una milmillonésima parte de un metro. […] La nanotecnología tiene un potencial significativo para impulsar avances tecnológicos en diversas áreas, desde la medicina regenerativa y la fabricación de dispositivos electrónicos más pequeños y eficientes, hasta la purificación del agua y la mejora de la eficiencia energética”. 
  2. “La biotecnología es un campo multidisciplinario que combina la biología, la química, la genética y la ingeniería para utilizar organismos vivos o partes de ellos, así como sus procesos, para desarrollar productos y tecnologías que sean útiles para la humanidad. Esta disciplina aprovecha los conocimientos y las técnicas de la biología molecular, la microbiología, la bioquímica y otras ramas relacionadas para manipular y modificar los organismos vivos de manera controlada. […] Las técnicas y herramientas utilizadas en la biotecnología incluyen la manipulación genética, la ingeniería de proteínas, la fermentación, la clonación de genes, la secuenciación del ADN y el uso de organismos modificados genéticamente”.
  3. “La neurociencia es una disciplina científica interdisciplinaria que se enfoca en el estudio del sistema nervioso, incluyendo el cerebro, la médula espinal y los nervios, así como su estructura, función, desarrollo, plasticidad y comportamiento. La neurociencia combina conocimientos y técnicas de diversas áreas, como la biología, la psicología, la medicina, la genética, la bioquímica y la física, con el fin de comprender cómo funciona el sistema nervioso y cómo se relaciona con la cognición, el comportamiento y los procesos mentales. El objetivo principal de la neurociencia es comprender los mecanismos subyacentes a la función cerebral y cómo estos se relacionan con la conducta y la experiencia humana. […] su aplicación se ha extendido a otros campos, como la inteligencia artificial, la neurotecnología y la neuroética, donde se investiga la interacción entre la tecnología y el sistema nervioso humano”.
  4. “La inteligencia artificial (IA) es un campo de estudio y desarrollo de tecnología que se enfoca en crear sistemas y programas capaces de realizar tareas que, normalmente, requieren de la inteligencia humana. La IA se basa en la idea de que las máquinas pueden simular y replicar ciertas capacidades cognitivas y de aprendizaje humanas, permitiéndoles realizar tareas como el reconocimiento de voz, la toma de decisiones, la resolución de problemas, la comprensión del lenguaje natural y muchas otras. El objetivo principal de la inteligencia artificial es diseñar sistemas que puedan procesar información de manera similar a como lo hacen los seres humanos, pero con ventajas adicionales, como una mayor velocidad de cálculo y capacidad de manejar grandes volúmenes de datos”.

Hasta aquí las respuestas del “ChatGPT”.  Ahora pregunto a mi inteligencia humana y natural: ¿Podrá un ser “transhumano” alcanzar la felicidad? Definitivamente no, porque la felicidad -como se ha dicho- se empobrece cuando es reducida a lo material, al cuerpo, a lo inmanente. Pío XII -en 1943- lo presagiaba con estas palabras: “La obra maestra y monstruosa, al mismo tiempo, de esta época, ha sido la de transformar al hombre en un gigante del mundo físico a costa de su espíritu, reducido a pigmeo en el mundo sobrenatural y eterno”.  Y con las palabras de Marina (2010) quién decía que “el poder -se podría decir lo mismo de las tecnoutopías- es malo siempre que hace a un hombre absolutamente autosuficiente” (p. 133), regresa a mi memoria la voz de la serpiente tentadora del Génesis: «No es cierto que morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.» (Gn 3, 3-5).

Trabajos citados:

Carr, N. (2011). Superficiales: ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?. Taurus.

Diéguez, A. (2017). Transhumanismo: la búsqueda tecnológica del mejoramiento humano. Herder Editorial.

Han, B. C. (2014). En el enjambre. Herder Editorial.

Harari, Y. N. (2014). Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad. Debate.

Marina, J. A. (2010). La inteligencia fracasada: teoría y práctica de la estupidez (Vol. 322). Anagrama.

Pio XII, Radiomensaje navideño del 24 de diciembre de 1943; Acta Apostolicae Sedis 36 (1944).

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