29 abril, 2024

Los motociclistas (2)

(Exceso de velocidad e imprudencia)

En ocasión anterior en carta del 2017, escribí aspectos relativos a estos “Fitipaldis”, que cual bólidos, se desplazan por las avenidas de la ciudad de Guayaquil y de la Av. Samborondón, en sus “Davidson” -de los pobres-.

Cumplen un importantísimo papel en el sector comercial y tienen reconocimiento social. Llevan a sus hijos y/o a sus esposas a sus escuelas o a sus lugares de trabajo, respectivamente, o simplemente, salen a pasear con sus parejas, que van al “ancla”, bien abrazados de sus conductores. Ponen en riesgo a sus hijos, cuando sentados entre sus padres los llevan a las escuelas, con la “Justificación”, de carecer de dinero para pagar un transporte privado o simplemente por carecer, el instituto escolar al que asisten, del servicio de transporte para sus alumnos.

Decíamos en ocasión anterior que, lamentablemente para ellos, los Sicarios, habían convertido a este medio de vida y de transporte, en un “peligroso” instrumento de muerte, poniendo de moda el sicariato que es un delito agravado: matar a una persona, por paga, aún cuando, ellos mismos no tengan vinculación, directa con la víctima, sino solamente una fotografía de la misma y el conocimiento de su dirección domiciliaria, o de los lugares por donde transita.

Delito, hoy por hoy, en aumento estadístico anual, que termina la vida de jóvenes hombres y mujeres, por celos enfermizos o para callar “para siempre” denuncias, investigaciones e informes especiales, para descubrir, por ejemplo, la corrupción gubernamental, o descubrir la acción de vinculados, con la introducción, comercialización y distribución de sustancias sicotrópicas.

Los motociclistas, en la actualidad, están conduciendo con reiterada imprudencia, imprimiendo mucha velocidad a sus unidades motorizadas, cuya reducción de la misma, bruscamente, no es posible realizarla por el propio conductor, por cuanto la llanta delantera, al frenar bruscamente, ladea la trasera, produciendo su caída al piso, con graves consecuencias físicas, para ellos o su(s) acompañante(s).

Hace dos domingos, en la mañana, tomamos el nuevo puente entre Samborondón-Guayaquil, recientemente inaugurado, en dirección a Guayaquil, con el ánimo de acortar camino a otra ciudadela, donde tomamos el cafecito de la tarde.

Sinceramente, no dimos con nuestro propósito y fuimos a salir a uno de los Sauces, (Sauces 4) y nos regresamos, tal como fuimos, para dirigirnos por nuestro recorrido tradicional.

Otra de las imprudencias que cometen es la de “pasar” a los vehículos automotrices por la derecha y/o por la izquierda, o entre carriles. Van raspando los laterales de los vehículos y/o rompiendo los espejos retrovisores externos, cuando la columna de vehículos se detiene. Cosa normal en nuestros días a las horas pico y/o a cualquier hora.

El exceso de velocidad, que imprimen a sus motocicletas, lo permiten los Reglamentos, de Tránsito, (hasta 100 Kmts. por hora), por cuanto las asimilan a vehículos sport, que en las carreteras, cuando viajan a la costa, o fuera de la ciudad, o de la provincia del Guayas, se convierten en verdaderos misiles.

Cuando, aquel domingo cruzamos el nuevo puente ya referido, en los Sauces, un motociclista estaba tirado en la vereda, asistido por los causantes del accidente, o simples curiosos, y su vehículo tirado en la calzada, producto del choque, que, presumiblemente sufrió, durante la conducción de su “moto”. El mismo día y hora, en otro sector no lejano, de la ciudad, se repitió el mismo suceso.

Bien por los motociclistas prudentes, mal por su manejo imprudente y riesgoso.

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Ignorancia o mala fe

El pasado sábado 12 de Septiembre escuche el informe semanal del Sr. Presidente de la Republica, como lo hago casi todos los sábados por necesidad informativa de los acontecimientos políticos del país, y me causo mucha pena y vergüenza oír decir al primer ciudadano del país, que cuando iba al sepelio de su edecán, comentaba con sus acompañantes que miraran los cerramientos y jardines que existen en las urbanizaciones cerradas de los pelucones de Samborondon, en tremendo contraste con lo que existe en los barrios suburbanos de Guayaquil, que las obras se han realizado en Samborondon en los últimos cinco años y que los barrios como el Guasmo de Guayaquil, siguen igual que hace 35 años.

Realmente no entiendo como diferenciar si es ignorancia o mala fe, la forma en que fue relatada la belleza y armonía de las urbanizaciones en Samborondon, comparativamente con el desorden y falta de servicios de los barrios marginales de Guayaquil.

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