28 abril, 2024

La riqueza y el trabajo

Mucho hablan los socio – comunistas del derecho del ser humano a la igualdad, lo cual no creo que pueda haber sido negado en lo absoluto por nadie. Los seres humanos nacimos iguales, vinimos al mundo desnudos, sin nada .y todos tenemos, absolutamente todos, por la simple dignidad de ser seres humanos, el derecho a la igualdad absoluta, sin discusión alguna, y yo estoy 1000% de acuerdo, como creo que lo estamos todos, o al menos, casi todos.

¡El ser humano es digno, y la equidad es la verdadera justicia! Todos los seres humanos nacimos libres, y con los mismos derechos y obligaciones. Es un absurdo pensar en forma diferente, aunque algunos regímenes totalitarios, pretenden imponer su ideología, aunque sea por la fuerza, para, aprovechándose de ella, abusar de los más débiles, e imponerse para adueñarse de todo. A igual trabajo, igual remuneración, es otra regla que no puede ni debe fallar. A igual responsabilidad, lo mismo y así, varias reglas de justicia, entre las que no puede ni debe faltar, la regla de que la diferencia debe ser razonada y lógica.

Hace unos días hablaba un empleado, reclamando que él trabajaba toda la jornada, y su amigo se tomaba un buen tiempo para descansar, echándole la responsabilidad a sus compañeros, entre los que se encontraba él, que recibían la misma paga. En este caso, tenemos el mismo derecho a recibir un sueldo, de acuerdo a su contrato, pero no la misma obligación de trabajo, o al menos, no la misma responsabilidad para cumplir su trabajo, ya que el uno es responsable y el otro no. A iguales derechos, iguales obligaciones, es la verdadera justicia, lo otro es un sofisma para vivir sin trabajar. La equidad en el trabajo debe ser igual en todo, no solamente en el rédito. Si quiero ejercer mi derecho, debo cumplir con mi obligación.

La verdadera justicia Social, es la que recomienda la Iglesia católica en la Doctrina Social de la Iglesia, bastante diferente y contraria a la socialista y a la de los socio – comunistas. San Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses es durísimo al expresarse sobre el trabajo: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma” (2Ts 3:10). El trabajo es ley divina (Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra pues de ella fuiste sacado. Sepas que eres polvo y al polvo volverás. Gn 3:19), y es nuestra obligación respetarla.

Es más bien en el socio – comunismo en el que, con la excusa de la “repartición equitativa”, los dirigentes de esa “repartición” se quedan con la mayor parte, matan al pueblo de hambre y de necesidad, como en Venezuela y pasan a ser los nuevos ricos de la región.

El trabajo es una obligación para la salud corporal y mental del ser humano. El consumismo, la competencia, el querer ser más que el otro, la envidia, la avaricia, el orgullo, la prepotencia y la ociosidad, son los grandes frenos del ser humano al deseo de Dios de la igualdad entre los seres humanos. ¡Luchemos contra estos obstáculos en nuestro interior!, Seamos más cristianos. Vivamos con desapego a lo material y apego a lo que realmente vale. ¡Convirtámonos en verdaderos hijos adoptivos de Dios, hermanos de Cristo y de toda la humanidad!

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Ojitos claros

Es curioso: tengo la piel clarita, ojos verdes y nací, vivo y moriré en Guayaquil. Cuando camino por las calles del centro, nadie me mira con cara de bicho raro o de extranjera por los ojitos claros.

Yo me consideraba una auténtica guayaquileña con mi tipo. Es más, me sigo considerando una auténtica guayaquileña, a pesar del “tipo”.

Particularmente voté por la vicealcaldesa; por lo tanto, a mí sí me representa; y no solo a mí, sino a la gran mayoría de guayaquileñas que también votaron por ella, pues por alguna ‘no extraña’ razón el Consejo Nacional Electoral la ubicó como la concejala más votada de las últimas elecciones.

Las discriminaciones

Me parece que este Gobierno en ciertas actitudes parece discriminar a los ciudadanos. Creo en la igualdad entre todos los ecuatorianos: indios, mestizos montubios, negros, mulatos, blancos, chinos, ricos, pobres, afiliados, no afiliados, amigos, enemigos, serranos, costeños, nacionales, importados, campesinos, citadinos, etc., etc., etc.

Pero veo que a Guayaquil, se lo sectoriza, lo que no se hace con Quito, por ejemplo, para las fiestas de Guayaquil, pese a que una mayoría de guayaquileños vive en zonas de extensión de Guayaquil, como Durán Samborondón o Daule y a que muchos de los Colegios de los guayaquileños están así mismo en esos Cantones, la ordenanza de festividades impide que los guayaquileños puedan salir por las fiestas guayaquileñas, ya que aunque los trabajadores tienen vacaciones, sus hijos tienen clases. En Quito, para las fiestas del 10 de agosto y del 6 de diciembre, es fiesta en todo el Quito metropolitano. Siendo una necesidad urgente, incluso para el tráfico nacional, los puentes que unen la zona de Samborondón con Guayaquil, se niega la obra, aparentemente porque el Gobierno no está de acuerdo con la elección de Alcalde que hicimos los guayaquileños (no veo ni he leído alguna otra causa). Para aumentar el calado para el Puerto de Guayaquil, tiene que pagar el Municipio, cuando es el principal puerto de entrada marítima nacional.

5 comentarios

  1. Felicito al Director de Desde mi Trinchera por un artículo que dice muchas verdades sobre el trabajo, reflejando sobre esto lo que dice la Doctrina Social de la Iglesia. Es una aspiración siempre presente.

  2. LA LECTURA DE SU OPINIÓN, ME HIZO RECORDAR LAS SABIAS ENSEÑANZAS DE MIS MAESTROS SALESIANOS. EL TRABAJO NOS HACE DIGNOS HUMANOS. LA RECOMPENSA DE UN TRABAJO DIGNO ESTÁ EN SÍ MISMO Y EN LA SATISFACCIÓN QUE NOS PROPORCIONA AL HACERNOS SENTIR ÚTILES A NUESTRO PRÓJIMO, EL DINERO RECIBIDO ES CONSECUENCIA DEL TRABAJO Y NO EL FIN.
    GRACIAS DON JOSÉ.

    1. Muchas gracias, Betty. Preocupa mucho que nos olvidemos el porqué vinimos a este mundo. No existe ninguna Religión que ordene que no se trabaje.
      Un hermoso poema que aprendimos en la infancia, dice en una de sus estrofas:
      «El trabajo es LEY DIVINA
      y el hombre que piensa y siente.
      esta ley, sabia y prudente
      debe jamás eludir.»

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