27 abril, 2024

Doctor Honoris causa

El doctorado honoris causa es un título honorífico que da una universidad a personas eminentes. Esta designación se otorga principalmente a personajes que han destacado en ciertos ámbitos profesionales y que no son necesariamente licenciados en una carrera.

El punto de destacar o ser “famosa” debe ser entendido que tiene acción en dos polos: El Bien o en El Mal. La revista Time, designa al Hombre del Año, hoy “Persona del Año”; esa persona es escogida por haberse destacado ya sea en el polo positivo o negativo.

Adolf Hitler en 1938 y Joseph Stalin en 1939 y el Ayatollah Khomeini en 1979, también obtuvieron dicho título; sin la menor duda por el infame comportamiento. Por otra parte y razón Albert Einstein fue la persona del siglo y Franklin D. Roosevelt y Mahatma Gandhi Hombres del Año por su aporte al bien.

La persona histriónica no puede pasar inadvertida, tiene que causar sensación allá por donde vaya. Depende de hacer creer que es importante, tener una sólida autoestima, aunque esto no es así. Necesita revalidarse con su constante llamados de atención. Es como los niños que se portan mal o que hacen «actuaciones» cantando o bailando con el único fin de atraer la atención de los adultos.

Los grotescos están obsesionados con llamar la atención, hasta el punto de que se encuentran aburridos cuando están solos y desmoralizados si no consiguen atraer el interés de los demás. Están curtidos en estas técnicas y se las saben para conseguir sus intenciones o buscar deliberadamente llamar la atención con sus gestos, desvaríos y forma de vestir inapropiada.

Son expertos en la teatralidad, en la manera de convertir un hecho trivial en un acontecimiento enormemente relevante con sus tergiversaciones. «Inflan» las historias para así captar la atención de los demás, editando también tonos teatrales y una manera de relatar los hechos muy afectada.

La vida diaria no tiene suficientes elementos como para llamar la atención, por lo que el bufo se ve obligado a distorsionar las cosas bien en su contenido o bien en la forma de relatarlas.

Desea ser siempre el centro de interés, como si estuviera solo en un gran escenario a oscuras con un reflector iluminándolo, finge un temperamento extravertido, excesivamente sociable, con el que intenta satisfacer necesidades afectivas muy arraigadas.

Atraer la atención le da una «vidilla» que les hace sentirse importantes, no sólo quieren ganarse a los otros para que se fijen en él, sino que también infla su autoestima de manera hace creer a los demás que ha hecho cosas meritorias.

Una forma de garantizarse el interés de los demás es siendo un auténtico «camaleón», es decir, siendo de diferentes maneras según las personas con las que interactúe.

Todas las iniciativas de creación de empleo mediante la reducción de la jornada de trabajo, la eliminación de horas extraordinarias o la utilización masiva de contratos a tiempo parcial suponen, en última instancia, una rebaja salarial.

Llaman la atención y se hacen pensar sublime, en situación de crisis para evitar la destrucción de puestos de trabajo.

En determinadas circunstancias, los trabajadores están dispuestos a negociar la reducción de jornada o una rebaja salarial, a cambio del empleo. Esta propuesta, sin embargo, sólo es aceptable con determinados parámetros.

Es básico tener un acuerdo sobre estabilidad en el empleo.

Parte del debate sobre la reducción de la jornada laboral, sin embargo, se asienta sobre una base más teórica que real porque una reducción de la jornada lleva una pérdida de competitividad y con ella menos puestos de trabajo.

El desempleo requiere de varios factores, siendo imprescindible la existencia de una clase media amplia que pueda consumir y que constituye la clave de una sociedad.

Todo lo llevado a cabo por el dictador es para destruir al pueblo, en beneficio de sus borregos súbditos junto a sus agnados y cognados.

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CONVERSATORIO CON LA PRENSA DE GUAYAQUIL

Ha sido desde siempre que el ser humano ha querido llevar una cuenta sistemática del tiempo para referirse a sus actividades. Los calendarios existen para medir las actividades humanas, y no al tiempo mismo, que según muchos entendemos no existe, así como tampoco existe el espacio, sino la unidad de medida que creamos como referente a la finita y limitada capacidad corpórea que aprisiona nuestra también limitada capacidad de entendimiento. Lo que digo nos acerca un poco a entender el concepto de lo infinito, que es algo que no tiene ni presente, ni futuro ni dimensiones tangibles. El infinito es un todo. Es, simplemente, un solo instante. Para no volvernos locos con este pensamiento, los humanos vivimos siempre en un ayer, un ahora y un mañana que hace referencia a la medianoche de cada día.

Y es así que dentro de nuestras limitaciones biológicas y física, saliendo de lo eso que va más allá, que es la metafísica, nos topamos con el Año Nuevo, que es una fiesta en la que se pacta el cierre de un anillo, definido con los rítmicos movimientos de los astros. Por eso nos embriagamos, encendemos fuego real o en artificios, nos abrazamos y volvemos a lo mismo, es decir a iniciar otra vez lo mismo. Así una y otra vez, hasta que morimos y ya el calendario no cuenta, aunque el tiempo sigue impertérrito e imperturbable viendo desfilar ante sí a miles de millones de humanos y gusanos.

Mal comienzo…

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