28 abril, 2024

Levanten la cabeza

“Cuando vean catástrofes, desgracias… ánimo, LEVANTEN LA CABEZA, SE ACERCA SU LIBERACIÓN” (Lc 21) es el mensaje en breves rasgos de la primera semana de adviento. Dos mil años los cristianos venimos celebrando el adviento y recordando estas palabras: ¿son reales? ¿son utópicas? ¿esperanzas frustrantes? ¿qué mismo son?

No entramos a dar respuestas fijas ni cerradas, seguimos disfrutándolas e invitándolas a compartir, hay algo detrás de las palabras que con el aval de la experiencia de muchos hombres y mujeres creyentes, que nos dicen que son verdaderas, que motivan a pensar y actuar de forma distinta a los que creen sabérselas todas y viven encerrados en la finitud. Dos mil años de esperanza no pueden pasar desapercibidos. Lo definitivo se dio de forma sorprendente, se espera de forma inesperada.

Muchos jóvenes y muchos adultos hoy en día no tendrían muchos motivos para alzar la cabeza. Pienso en los niños, jóvenes de Siria, de los que cruzan el mar con sus padres desde Africa hasta Europa buscando mejor lugar y ambiente y se encuentran con la muerte, las murallas y el egoísmo humano. Sintamos el dolor de muchos jóvenes mal preparados y que no pasan las pruebas evaluativas del Gobierno Nacional para promover becas y los mejores sitios de estudios. Siento el dolor de muchas adolescentes embarazadas que el “inconsciente novio” (no lo fue para el acto sexual, sino para las consecuencias del mismo) las dejó solas y “con un gran regalo”, que les cambiará la vida, pero no tienen el apoyo de sus padres que se sienten frustrados ante lo que habían soñado para sus hijas.

Pienso en la gente joven que se casa y al poco tiempo se divorcia, no era lo que habían deseado, se dieron cuenta tarde, después de un show público o una confesión comunitaria donde proclamaron su amor eterno, que es lo es mientras dura…

¡JÓVENES Y NO TAN JÓVENES! ¿Cómo quieres vivir? ¿aplastado, encorvado por el peso de los problemas, fracasos o crisis? O ¿con una cabeza levantada de alguien que ha experimentado la ternura de un Dios cercano, que se hace hombre, humano, para que los hombres, humanos se hagan divinos? ¿encorvado mirando al suelo o levantado mirando al cielo con los pies en la tierra? ¿con sueños o esperanzas? O ¿con pragmatismos momentáneos y materiales que caducan o envejecen? O ¿con el espíritu de alguien que posee valores y sabe que la vida se la juega en las cosas sencillas y trascendentes?

Un hombre una vez se quedó sin trabajo, perdió sus ahorros en el juego, se quedó sin un centavo. La esposa que intuía lo que le pasaba a su esposo, pues lo había visto encorvado, mirando al suelo toda la semana, esa noche decide hacerle una gran cena donde se gastó sus ahorros. Cocinaba de maravilla, así que la cena estaría riquísima.

El esposo al llegar pega unos gritos de histeria al no comprender lo que la esposa había hecho, reclamándole sus acciones. La esposa le contesta, “amor, es hoy cuando deseo que sientas y escuches cuánto te amo y cómo estaré contigo en las buenas y en las malas. Alegrémonos porque nos tenemos el uno al otro, a pesar de haber perdido todo, juntos podemos recomenzar. Te amo”.

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Acojo

Acojo el nuevo día, el sol de la mañana, el despertar de los niños para recibir sabiduría. Acojo el canto del gallo, el café hirviendo de deseo, los buenos días a todos. Acojo el agua que baña mi cuerpo, que limpia mi boca, acojo el beso del aire que es el mismo aire de Venus y los anillos de Saturno. Acojo y me acojo. Acojo tus ojos, la música de tus labios llenando de saliva mi nombre; acojo el horno de tu corazón y la fuerza con que ordenas “levantarse” a todos los muertos. Te acojo y regalo todo lo que acojo.

Acojo la voluntad que me ordena morirme y ver morir al otro y a los otros. Acojo la palabra nacimiento y el nacer de nuevas esperanzas y nuevos ahíncos. Acojo el arroz, la chicha y el dragón de agua que me regalo mi madre el día de todos los santos. Acojo el día que cumplí dos días de nacido y me regalaron un avión que se desarmaba y nunca más volvió a ser lo mismo. Acojo cuando te echas en mis brazos y puedo ofrecerte a la noche, a la dulzura de la sombra y a la mesa convertida en árbol de uvas.
Acojo el tiempo no vivido, lo que no ha podido hacerse, acojo a los que ya me olvidaron, los que salieron por la puerta trasera y huyeron por la puerta invisible. Acojo la oportunidad que nunca llego, la promesa que me hice mirando las estrellas, acojo mi pereza tu pereza la pereza del altísimo cuando ordeno que me pongan aquí.

Los tatuajes

Después de escuchar a nuestra querida Alcaldesa Cynthia, que a ella le encantan los tatuajes, me interese en este tema, para mi, un hobbie peligroso y nada agradable a la vista. El […]

1 comentario

  1. Que buena carta mi querido Fabricio, me has hecho acordar de los buenos tiempos en el Colegio Máximo allá por los ´80 y pico…

    Gran abrazo!

    Sergio

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