27 abril, 2024

Los derechos humanos

El rey Enrique IV de Francia, conocido con el sobrenombre del Galán de Verde Gabán, y famoso por su célebre frase “bien vale París una misa”, era un hombre de extraordinaria inteligencia y notable sensibilidad psicológica, lo que le permitió comprender la necesidad de reconocer la libertad de conciencia y que ninguna autoridad podía impedirla.

Esta idea que existían derechos propios del ser humano, si bien es cierto apareció entre muchos filósofos como Santo Tomás y otros toma un nuevo y extraordinario velo con los pensadores del iluminismo.

Para estos hombres era necesario anteponer frente a la omnipotencia del Estado Absoluto que se resumía en la frase de Luis XIV “El Estado soy yo”, una doctrina en la que se dejará perfectamente aclarado que en la esfera de los derechos del hombre existía una parte de ellos nacidos precisamente porque son hombres, derechos que ningún Monarca por absoluto que fuera estaba en capacidad de ignorar.

Dicho de otra manera, el iluminismo señala que ningún gobernante puede desconocer la existencia de derechos del hombre que no nacen de la organización estatal, sino de la condición humana.

Consecuencia del iluminismo, es la obra de Juan Jacobo Rosseau “el contrato social”, obra a la que se ha calificado de gigante y que popularizó el concepto iluminista. Es cierto que antes de Rosseau existieron escritores como Hobbes y Locke que ya hablaron de temas similares, pero se debe al talento de Rosseau él haber difundido exitosamente el mensaje.

Rosseau tiene el mérito de “haber comenzado desde el principio” y así, al momento de explicar el origen de la sociedad sostener que antes de existir está, los hombres eran libres y felices, y queriendo serlo más, se reunieron en asamblea, resignaron partes de sus derechos que se lo depositaron a la sociedad.

La obra de Rosseau que puede tener inconsistencias históricas, ello no le resta la enorme influencia que generó. Para demostrar lo que decimos basta recordar que revolucionarios como Robespiere, Dantón, y Marat, prácticamente la tenían como libro de cabecera, y en ella encontraron el impulso que necesitaron para transformar la sociedad. La idea cruzó los mares y fue reconocida en las constituciones Estatales de Virginia, Maryland, y sobre todas las cosas en la Constitución Federal de los Estados Unidos, cuyo prólogo escrito por Tomás Jefferson, señala que es verdad evidente, y que por lo mismo no necesita comprobación, que los hombres nacen y permanecen iguales ante la ley; que la soberanía radica en el pueblo y que en el pueblo y que el gobierno tenía que ser responsable de sus actos, y que existe una esfera de derechos que se deben a la condición humana.

Algunos estudiosos han criticado que en esta primera etapa los pensadores se detuvieran única y exclusivamente a hablar del Derecho a la Libertad, olvidándose de los Derechos Económicos, sin los cuales no existe una verdadera libertad política.

Tal crítica tiene razón, pero se olvidan alguno de estos críticos que la primera gran lucha era precisamente por conseguir la libertad política, que no existía por el simple hecho que de acuerdo al Absolutismo el rey era el soberano y poseía todos los poderes. Tan enormes eran estos, que para encarcelar a un francés solo se necesitaba una orden del Rey en la que se ponía “Es mi voluntad que X sea detenido en tal parte, y allí permanezca hasta que yo lo decida” Firmaba “Yo, El Rey”.

Conseguida la libertad política después de múltiples sacrificios, se dio el segundo paso y se comenzó a hablar de los Derechos Económicos, de la necesidad de la educación, de los derechos a la salud, educación, etc.

Terminado el siglo XIX, y, a los 19 años de comenzar el nuevo siglo se produce La Primera Guerra Mundial. Durante 4 años, el 99% de Europa combate, entrando posteriormente los Estados Unidos. Es la guerra de los gases asfixiantes, de las trincheras que se mueven pocos metros más o pocos metros menos, de las cargas a la bayoneta y la aparición de la aviación.

La mortandad causada en La Primera Guerra Mundial, y los enormes estragos y la presencia de verdades pandemias sociales, lleva a los pensadores incluir nuevos derechos que le pertenecen al hombre; comenzándose desde entonces, y ya en forma pública a hablarse sobre estos temas. Muestra de ampliación en el concepto es el reconocimiento que tendrá que hacerse finalmente que las mujeres gozan absolutamente de los mismos derechos que el hombre, y así pese a que se trató de negarles la capacidad para el voto, se impuso la razón para que el día de hoy nadie desconozca la igualdad de los sexos.

Diecinueve años después de terminada la Primera Guerra Mundial se produjo la Segunda Guerra Mundial con los horrores de los campos de concentración, de la persecución a unos hombres por otros hombres merced a que tenían distinta piel, religión u otras ideas, es la segunda Guerra Mundial de los holocaustos provocados por la Bomba Atómica.

Reunidos los Estados forman la Organización de las Naciones Unidas-ONU-, que emitió la declaración de los Derechos del Hombre en los cuales se incluyen nuevos conceptos ¿Esto qué significa? Que a medida que se desarrolla el pensamiento humano se van descubriendo nuevas aristas y nuevos campos que permitirán gozar al hombre de una vida digna. Por ejemplo, hace 50 años era casi desconocida la Ecología, y hoy por hoy nadie la discute.

El avance en el desarrollo de los Derechos Humanos ha sido notable por lo que estamos obligados a respetarlos y hacerlos respetar.

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No se ganaba en Guayaquil un rumboso título de TUNANTE, por los años de 1700, quien no había seguido siquiera una vez a la TAPADA, en alta noche por los callejones y vericuetos por los cuales llevaba ella a sus rijosos galanes.

Nunca se la veía antes de las doce, ni jamás nadie oyó, en la aventura de seguirla, las campanadas del alba a las cuatro de la madrugada.

¿De dónde salía la tapada? Nunca se supo; pero el trasnochador de doce y pico que se entretuviese por alguno de los callejones, de Alonzo o la Cruz, del Ahorcado o la Valeria, el Descomulgado o la Curtiembre, por Chíguere o la Encrucijada, y pasando las ruinas de la Muralla por donde hoy es Junín, tomase hacia el Bajo, de seguro que el rato menos pensado tenía andando delante de sí, a dos varas invariables, siempre como al alcance de la mano pero nunca alcanzable, a una mujer de gentilísimo andar, cuerpo esbeltísimo, y que aunque siempre cubierta la cabeza con mantilla, manta o velo, revelaba su juventud y su belleza y a cuyo paso quedaba un ambiente de suavísimo perfume a nardos o violetas, reseda o galán de noche.

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