Ella venía de muy lejos,
arrastrando su soledad
Se refugió en un parque solitario
en busca de la serenidad
Dejando caer áridos recuerdos
se acostó sobre la fresca hierba
y se entregó a la experiencia
El sol la consoló y la acarició
de tal manera
que casi juró que era él
Ella se vistió de sol
y en el sol estaba él
Unos morenos cachorros
olieron su necesidad
Y corrieron, conmovidos,
a ofrecerle su amistad
En el centro había un árbol
tremendo tronco espiritual
Su sabiduría, manos verdes
y su sombra, abrazo maternal
El perro corría tras el pájaro
y el pájaro era Dios
Las aves cantaban para nadie
y nadie era yo
Fue en aquel parque forastero
donde encontró ella su hogar
El silencio era Dios
y la naturaleza su altar