28 abril, 2024

Reflexiones sobre la misión del nuevo Papa

A propósito de la mujer adúltera en Juan 8: 1-11

Deseo todo lo mejor para el nuevo Papa, para la Iglesia, que eligió al primer latinoamericano y al primer jesuita, como guía espiritual de la religión católica, que según los entendidos está en crisis, como lo está la sociedad por pecados morales de sus miembros humanos, como lo está la sociedad por errores y egoísmos humanos en lo social, económico, moral y espiritual. Se pide un cambio y se desea una nueva orientación.

Las tres lecturas del Quinto Domingo de Cuaresma nos invitan a caminar hacia adelante, a contagiar la esencia del cristianismo, que aún no se ha desarrollado, pese a siglos de historia: “No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo, miren que algo nuevo está surgiendo…” (Isaías 43: 16-21). “Olvidando lo que dejé atrás, corro hacia la meta” San Pablo en Filipenses 3: 7-14. Y en el encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina, Jesús levanta la dignidad de la persona humana, mira al rostro con ternura y comunica su mensaje, su buena noticia, justo antes de la pasión, según la liturgia cristiana: “anda, yo tampoco te condeno” (Juan 8: 1-11). Dice Jesús a la mujer hallada en adulterio.

Querido Papa Francisco, no pierdas esta oportunidad de comunicar esperanza a las nuevas generaciones, de inspirar estilos de vida que cambien la rigidez de ritos y leyes que oprimen y devoran a la comunidad, que aplastan la libertad y la dignidad de la persona, alejándonos de lo central de la misión: la misericordia y el perdón, la unidad y la integración.

El Dios concepto y el Dios ley que predicamos no nos han ayudado ni a ser mejores ni a inspirar cambios radicales. Ayúdanos a experimentar la ternura de Dios, a fijar la mirada en aquel que sabe de amor, de oportunidades y de esperanza. En tu próximo encuentro con la Juventud en Rio de Janeiro tendrás la oportunidad no de estar con una masa de jóvenes que normalmente suelen ir a ver y escuchar al mensajero de Dios, si no con jóvenes que anhelan otro mundo más humano, más justo, más de hermanos, Francisco. Necesitamos conectarnos con el Dios de Jesús.

La mujer adúltera símbolo de la realidad humana y social de muchas personas y pueblos nos enseña que podemos levantarnos, que podemos encontrarnos con el amor verdadero que sabe de oportunidades, que nos indica la belleza de la fe auténtica, que limpia de hipocresías y prejuicios, que invita a la reflexión, no solo del por qué hago tal cosa, sino del cómo puedo ser más y mejor.

Muchos jóvenes se encuentran con la miseria con mucha facilidad. Miseria de amores baratos y fugaces, de facilismo de todo tipo para hacer dinero, tumben a quien tumbe, entre otros. Pero la miseria mayor es la cerrazón de creer que el amor no es posible, que el perdón no existe y que las oportunidades se desvanecen. Este pasaje, de la mujer adúltera revela la facilidad de la condición humana para condenar, criticar y destruir. Pero, sobre todo, nos enseña la fidelidad de Dios a su palabra y a sus signos: “la misericordia de Dios es eterna, su alianza dura de generación en generación… no lleva en cuenta nuestro delitos”. Entonces, al sentirme amado, perdonado surge la reconciliación, surge una nueva vida: ANDA Y NO PEQUES MÁS, no faltes al amor, a la verdad de tus sentimientos, se fiel a la vida.

Qué me impide verte tal cual eres y amarte como te ama la vida? ¿Será que mi temor ha logrado al fin aferrarme a la seguridad que ofrece la ley, pero que no da lugar a la novedad de Dios en esta tierra? ¿Por qué no puedo decirte: Yo tampoco te condeno? ¿Será que mi herida de amor ha endurecido mi alma, matando la posibilidad de germinar la gratuidad en mi existencia?

De ahora en adelante no esquivaré más a la mujer o al hombre maltratado, descubriendo así, tanto lo que yo tengo de humano, como el pecado que me iguala a los hermanos. Me atreveré a escuchar a Dios sin ropajes ni prejuicios, para que vuelva a decir a mis oídos lerdos: no arrojes ninguna piedra porque a ti también te he perdonado, y que su audaz palabra me levante hasta su gracia.

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