27 abril, 2024

La dignidad de una renuncia

Pope Benedict XVI

Benedicto XVI, sin estimarlo, ni ser ese su objetivo, ha dado una lección de dignidad que
muchos cristianos de estos lares de la tierra necesitan emular.

Envestido de esa honestidad y humildad que solamente es característica de los verdaderos
grandes, nos ha recordado que no existe jerarquía ni embestidura institucional en esta
tierra que ponga a un ser humano más allá de sus capacidades físicas terrenales.

Su superioridad intelectual, su espiritualidad intachable, y su calidad de gran ser humano,
le ha permitido a Joseph Ratzinger encontrarse con su mortalidad…que le ha abierto
las puertas, con los más grandes honores, a la cima de la inmortalidad. A la que son
solamente invitados unos pocos ídolos terrenales.

El líder de la iglesia católica, ha entendido que es necesario, cuando así lo dictan las
capacidades físicas y la naturaleza humana, separarse del peso inmensurable de las
grandes responsabilidades, prescindir del poder y los beneficios que brindan las altísimas
jerarquías institucionales, para permitir que las mismas, sin importar su naturaleza, sigan
su marcha sin obstáculos ni desconciertos que generen divisiones y malestar colectivo.

Joseph Ratzinger, se ha convertido en el adalid de la era moderna de la preeminencia de
la institucionalidad sobre la personalidad de quienes las dirigen.

Probablemente, en términos espirituales, no podemos pretender que simples cristianos,
por más que pública y ostentosamente invoquen su condición de tal y rogando favores
personales a Dios, a vírgenes y a santos, manifiesten la talla de un hombre con la
dignidad del Santo Padre.

Pero no es la religión, ni la superioridad espiritual lo que hace de Joseph Ratzinger un
humano privilegiado, es la maravillosa humildad con la que enfrenta su realidad personal;
que lo acerca más a sus ovejas y que estampa un sello divino en su respetable decisión.

La humildad, es seguramente el máximo honor con que Dios nos bendice como personas,
permitiéndonos este don divino confirmar su cercana compañía en nuestro paso terrenal.

Pero aquella falsa virtud de irremplazables, que la creen ejercer los ungidos por un grupo
de intereses políticos, económicos y personales, y que desconocen desafiantemente sus
propias limitaciones y debilidades, están condenados a largas y dolorosas agonías en el
campo político, económico y personal.

Convenientemente, estas largas agonías, generalmente cuentan con importantes
cómplices, para quienes la dignidad y la humildad no constituyen valores que
engrandecen a las personas.

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No hay comentarios

  1. Bravo por Ratzinger. Bien por los católicos. Tweeter le asestó la estocada final.
    En su carta de renuncia dice que no puede con el modernismo, ni con la rapidez de los avances tecnológicos, y aun menos los sociales. Ha sido honesto consigo mismo.

    Los dictadores seniles y los otros que están vivitos y coleando, como los que tenemos en Latinoamérica, deberían tomar ejemplo, pero no, al contrario. Los hay hasta aquellos que entubados desde una cama de hospital, o quien sabe desde la morgue, aun dizque dictan leyes, devalúan la moneda y continúan mandándole besitos volados a la muerte. ¡Patéticos!
    Buen artículo.

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