27 abril, 2024

¿Cómo se vuela más alto?

¿Cómo se vuela más alto? Seguro, con menor peso. Pero no es el peso físico
al que estamos acostumbrados a bajar o, al menos, a desear hacerlo. Es el
peso interior, el que debemos dejar en cero, hasta ser nada con la nada,
sencillamente, porque eso somos, (físicamente), nada.

Creo que sucede inclusive, desde antes de nacer. Nos llenan de ese
peso interior; al nacer y luego al ir creciendo, cada uno se encarga de
aumentarlo. Nos sobrecargamos de emociones, ideas, pensamientos,
deseos, insatisfacciones, reproches, recuerdos. En resumen, no vivimos, nos
saturamos.

Recuerdo aquel pasaje del Evangelio, que nos calza bien a todos, cristianos
o no, creyentes o no. El pasaje del Joven Rico, como muchos lo hemos de
recordar. Se acercó el Joven Rico a Jesús, y le dijo, en pocas palabras, (no
literal), ¿Qué debo hacer para seguirte, para alcanzar la vida eterna? En
definitiva, ¿qué debo hacer para SER FELIZ?

Jesucristo lo miró a los ojos (solo imaginemos cuan profunda y quemante
debió ser esa mirada), y le dijo: Cumple la ley y los mandamientos.

Eso hago- respondió el Joven Rico-

Bien, dijo el Señor (recordemos que mi “cita” no es literal), anda, regala todo
lo que tienes a los pobres y entonces ven, y sígueme.

Y el Señor seguía mirándolo con esa intensidad y con ese amor, que solo Él es
capaz de tener en su mirada.

El Joven Rico, estaba tan apegado a “sus cosas”, tenía muchas, quien sabe,
demasiadas, que agachó sus ojos, y se fue, y se fue triste.

El hombre de esta historia, tenía de seguro, una sobre carga emocional
muy fuerte. Distinto de aquel otro personaje bíblico, que predicaba en
el desierto, apenas se alimentaba, y vestía con un taparrabos de piel
de camello. Quería limpiar a la gente, y lo hacía, con el agua de un río,
preparando el camino de Aquel que nos limpiaría con el fuego del amor.

Deberíamos tomarnos en serio la vida. Pienso, que bromeamos y no nos
damos cuenta de la cosa es seria y hay que ser ambiciosos. Hay que volar
alto, llegar al cielo, pasar las nubes.

¿Por qué?

Primero, la vida física es corta; segundo, todos nos vamos a morir; tercero,
nada nos vamos a llevar; cuarto, ¿a dónde queremos llegar?… ¿Sólo hasta el
ataúd y luego, hasta el cementerio?

¿No queremos sentir la libertad de volar alto, de ser uno con la nada?
¿No queremos sentir lo delicioso de flotar en medio del vacío del universo
infinito? Sin maletas, sin encargos, sin deseos, sin cuentas que pagar, sin
estrés, sin ansiedad… ¡Sin nada que nos perturbe!

Quinto: vi desbaratar las casas de mis abuelos, perderse lo que atesoraban,
quizá, guardar uno que otro recuerdo…y lo mismo con muchas personas
conocidas. Lo material se fue por la borda, lo más valioso es lo que ellos
dejaron en mi corazón. Con esto quiero decir, que lo mismo ocurrirá y ha
ocurrido, y está ocurriendo con todos. Tal vez, de los más famosos, quedan
estatuas o fotos en los lugares públicos, y depende si la gente quiero o no
destruirlas después…En realidad, nada queda, solo lo que logramos albergar
al fondo del corazón de aquellos que nos aman. Limpia tu closet interior,
desapégate,… hay pobres por ahí, necesitando tu presencia, tu cariño, tu
alegría. Dalo todo y sigue al Amor.

¿Cuán alto quieres volar?

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Soy vegetariano desde los 19 años de edad, o sea, llevo 40 años de serlo. Me convertí en vegetariano principalmente por razones higiénicas y dietéticas, continúo siéndolo por razones éticas. Trato de, hasta donde mi atención y sentido de conservación me lo permiten, no tronchar la vida de cualquier ser viviente que tenga ojos, se mueva y sea capaz de sentir de alguna manera. Si estuviera a mi alcance evitaría matar directa o indirectamente a los vegetales, microorganismos y protistas, pero sabemos que eso es absolutamente imposible e inevitable para ellos. Unos matan y otros mueren. No es la muerte en sí lo que nos conmueve, sino la muerte innecesaria y evitable.

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