1 mayo, 2024

El año nuevo y la eternidad

Los humanos nos parecemos a veces a nuestras “hermanas las ranas”, como diría S. Francisco. Ciertamente, nos distinguimos de ellas en que mientras las ranas dan saltos por el espacio; nosotros, en cambio, damos saltos por el tiempo: saltamos de un año a otro. Pero, si nos descuidamos, podemos parecernos a las ranas, en la frivolidad, la trivialidad, la superficialidad con que damos nuestros saltos. Que las ranas sean intrascendentes en sus saltos espaciales es normal; pero no es adecuado que nosotros en nuestros saltos cronológicos seamos superficiales como los batracios.

Lo primero que debemos pensar ante el año nuevo: No es lo mismo año nuevo que año bueno o, más aún, mejor. Influidos por la sociedad de consumo, corremos el peligro de identificar lo “nuevo” con lo “bueno” y lo “mejor”. El comercio nos ha convencido que “nuevo” es igual a “mejor”. Los detergentes, por ejemplo, vienen con la palabra “nuevo” para convencernos que éste es mejor que el anterior. Nuevo, sin embargo, no es sinónimo de mejor.

¿Qué he de hacer para que mi año nuevo sea bueno? Dios me da años nuevos, yo tengo que devolverle años buenos. De Dios depende la cantidad de mis años; de mí depende su calidad. La calidad del año nuevo no dependerá tanto de los hechos, sino de mi actitud ante los hechos. Los hechos serán más o menos los mismos que los del año viejo: mi persona, mi familia, mi trabajo, mi entorno social, serán los mismos. Lo que puede ser distinto es el enfoque, la visión, la actitud de corazón ante los hechos…

Porque, cabe que este año sea realmente un año nuevo, pero nuevo no en lo bueno; sino en lo malo: nuevos materialismos, superficialidades e ingratitudes; nuevas infidelidades, envidias, calumnias; nuevos celos, rencores, odios, robos, lujurias, frivolidades, resentimientos; nuevas indiferencias ante mis familiares, mis compañeros de trabajo, mis amigos… Si no ando con cuidado, cabe que yo dé saltos en el tiempo, peor que las ranas en el espacio. Porque ellas, por lo menos van hacia delante, pero yo puedo – si no tomo medidas – dar saltos hacia atrás.

Yo quiero seguir viviendo, pero ¿para qué? Judas pasó tres años junto a Jesús dando saltos hacia atrás. Sus años nuevos le sirvieron para consumar nuevos robos, nuevas traiciones, nuevas ingratitudes y nuevas maldades… A Judas le dijo Jesús que más le valdría no haber nacido . Judas fue un “mal nacido” porque usó su vida para menos-preciar a Jesús. Todos los condenados del infierno fueron unos “mal nacidos”; porque menos-preciaron a Dios y fueron ingratos y no hicieron de su vida una oportunidad para hacer de Dios su predilecto.

¿Este año será, quizá, el último de mi vida? No lo sé. Todo es posible, pero, ¿qué lugar ocupa Él en mi jerarquía de intereses, penas, alegrías y preocupaciones? Fray Pedro de los Reyes (s XVI) escribió: Yo ¿para qué nací? Para salvarme. Que tengo de morir es infalible. Dejar de ver a Dios y condenarme, triste cosa será, pero posible. ¿Posible? ¿Y río, y duermo, y quiero holgarme? ¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible? ¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto? Loco debo de ser, pues no soy santo.

Estamos en este mundo de paso hacia la eternidad; y esa eternidad puede ser buena o mala; feliz o infeliz. Muchas cosas muy importantes de este mundo no las elegimos nosotros: el país en que nacemos, nuestros padres, nuestro sexo, nuestra familia, ni siquiera el existir depende de noso-tros… Pero hay algo que sí depende de nosotros, y que elegimos año tras año, día a día: nuestra eternidad.

Dios respeta infinitamente tu libertad. Él sabe que tú eres dueño de ti mismo. Él incluso dejará que te condenes eternamente antes que hacer añicos el picaporte de la puerta de tu corazón, que sólo desde dentro se abre. El golpea y llama. Si no le abres, Dios no empujará la puerta de tu li-bertad; porque te destruiría como persona… Él te eligió eternamente como Su gran amor y te propuso Su amor; no te lo impuso. Él movió su pieza en la partida de ajedrez y está esperando que tú muevas la tuya. Pero tú estás preocupado en otras cosas, en otras ilusiones; no en cosas malas, simplemente, Dios no es tu problema… ¡Y esperas salvarte! Siempre está la posibilidad de morir con los sacramentos, claro. Pero da la coincidencia que a Dios no le interesa tu muerte, sino tu vida…

La Biblia nos recuerda: “No tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la futura” (Heb 13:14). Si transformamos nuestra vida en una búsqueda apasionada de Dios, nues-tra vida será bella, buena y hermosa, y en la Patria, junto a Dios, podremos decir lo que el poeta que volvió del exilio a su tierra natal: “Nunca fueron más bellas las playas del destierro que cuando se dejaron definitivamente para volver a la Patria”. Desde la Patria mirarás la vida y te sentirás feliz de haber vivido, porque hiciste de tu vida tierra de paso hacia la Eternidad.

El turista fue a ver al ermitaño, y al ver que no tenía cama, velador, mesa, silla… le preguntó: ¿dónde están tus enseres básicos? ¡No puedes vivir sin nada! Y el viejo lo dijo: ¿Y dónde están tu cama, tu velador, tu mesa, tu silla…? El turista le dijo: ¡Qué cosas tienes! ¿Cómo puedo yo, que estoy de paso, andar cargado de mis muebles? Y el viejo ermitaño dijo: Pues, igual yo, estoy de paso por esta vida… Teresa de Jesús decía que la vida era una mala noche en una mala posada, que hemos de usar la vida, como el viajero que va al encuentro con los suyos y usa las cosas de una posada. Si no aprovechamos la vida para buscar y encontrar a Dios, más nos valdría no haber nacido… Sólo serán felices en la Eternidad los que fueron felices en el tiempo porque vivieron buscando en el tiempo al Señor de la Eternidad.

Tres hombres estaban con un cincel y un martillo, trabajando con unas piedras. Pasó un caminante y preguntó al primero qué hacía. Dijo: “Estoy picando piedras”. Caminó unos pasos más y preguntó al segundo lo mismo. Él dijo: “Estoy haciendo un edificio”. Finalmente, caminó un poco más y preguntó lo mismo al tercero. Él dijo: “Estoy construyendo una catedral”. Los tres hacían materialmente lo mismo; pero cada uno proyecta en lo que hace una visión distinta…Unos pican piedras, otros levantan catedrales…

Lleva a Dios dentro de ti este año para que lo encuentres fuera, en tu familia, en tu trabajo, en tu vida social. Los hechos serán los mismos, pero tu actitud ante ellos puede ser nueva. Vive con el corazón limpio, porque “sólo los limpios de corazón ven a Dios”. Lo dijo Jesús.

Puede que sea éste el último año nuevo de tu vida. No tengas miedo. La muerte tiene el sentido de aquello que se logra a través de ella. Lo que da sentido al tiempo es la Eternidad. Si buscas a Dios en el tiempo, tu vida será hermosa, hermosos serán los confines de tu vida, y más hermosa tu muerte, porque será el paso último para descansar eternamente en los brazos del Buen Dios: “Nunca fueron más bellas las playas del destierro que cuando se dejaron definitivamente para volver a la Patria” ¡Feliz año nuevo!

1. Mateo 26: 21-24: Mientras comían les dijo: “En verdad os digo, uno de vosotros me entregará.” 22 Y entristecidos en gran manera, comenzaron cada uno a preguntarle: “¿Seré yo, Señor?” Mas Él respondió y dijo: “El que conmigo pone la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.” 25 Entonces Judas, el que le entregaba, tomó la palabra y dijo: “¿Seré yo, Rabí?” Le respondió: “Tú lo has dicho.” Marcos 14 “El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay del hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.”

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No hay comentarios

  1. Querido P.Paulino: He leido con mucha emoción este artículo,pues no solo que responde a esa claridad respecto de la Fé y Doctrina que a usted lo caracteriza; no solo proque respecto de lo que usted comenta estoy totalmente de acuerdo, sino porque también se enmarca en un pensamiento que me permití participar con amigos como usted, en momentos de recordar el segundo año de la muerte de Daniel, y que expresaba que la ünica seguridad que uno puede tener en ese reencuentro final con nuestro Señor, estriba en nunca perder la noción de la Eternidad en nuestras vidas.
    Un abrazo enorme, deseando que Dios lo proteja y le de esa sabiduría necesaria para orientar a los fieles en estos tiempos tan difíciles y medio divorciados de la Espiritualidad.
    Afectuosamente
    ebarcia

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