Amistad y lealtad

Hay una interpretación errónea del significado de estas dos palabras, que puede llevar a consecuencias morales catastróficas. La amistad, de acuerdo con la RAE es “el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”; y la lealtad es “el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”.

Con estos conceptos claros, podemos aseverar que la amistad y la lealtad tienen un límite que no puede ser traspasado por la inmoralidad, ni por la complicidad.

La amistad, como dice la RAE, debe ser el afecto personal, puro y desinteresado de ambos lados. Cuando hay interés de por medio de cualquier tipo, ya no se trata de amistad; puede ser una relación amorosa si el interés es carnal, o puede ser una reciprocidad conveniente o delictiva según el caso, si se trata de una unión para sacar provecho de algo. Así mismo, la lealtad se desdibuja cuando hablamos de actos inmorales o deshonestos y pasa a ser una complicidad que no tiene nada que ver con la lealtad.

La amistad obliga a buscar el bien de la persona amiga, pero dentro del contexto de las normas morales y éticas. Amistad que busca la conveniencia del amigo por encima de las obligaciones personales de cada uno, ya deja de ser amistad. Una amistad en la que uno nombra colaborador o firma un contrato con un amigo, obliga a exigir a ese amigo el estricto cumplimiento del cargo o de su contrato. La amistad no puede estar por encima de nuestra obligación personal de cuidar los bienes o valores puestos en nuestra custodia. Demostrar favoritismos injustificados por amistad es, en el menor de los casos, una indelicadeza grave.

Es preferible ante la duda, si no se tiene la certeza del cumplimiento y la seriedad del amigo, escoger para un contrato al que no es amigo, ya que al amigo no se lo va a poder presionar tanto como al que no es amigo para el cumplimiento de sus obligaciones. La amistad debe demostrarse en la seriedad con la que se cumple con las obligaciones contraídas con la Compañía en la que trabaja el amigo. La amistad obliga a cumplir más seriamente con los compromisos.

Muchas veces el que consideramos enemigo, viene a ser nuestro verdadero amigo, pues es él el que nos hace ver nuestros errores, nuestras faltas, nuestras falencias. Muchos consideran que amistad es decir al otro que todo lo que hace está bien y tapar sus errores o defectos. ¡Esto no es amistad, es pusilanimidad! Si soy tu amigo, tengo que decirte qué estás haciendo bien y qué estás haciendo mal, tengo que advertirte cuando encuentro que tu forma de actuar está errada o desviada y darte mi criterio sincero, desapasionado y desinteresado sobre la forma como te conduces en el cargo que desempeñas. Esta es la forma de actuar de un verdadero y leal amigo.