6 octubre, 2024

El inicio de la vida humana y la píldora del día después

Sobre el tema de la PDD hay una pregunta clave: ¿Cuándo comienza la vida humana? La Iglesia afirma, con la Ciencia de hoy: La vida comienza en la concepción.

Pero, ojo, esta afirmación no es un dogma religioso, aunque la Iglesia lo sostenga. Si el Papa dice que 1+1= 2, esta verdad es una verdad científico-matemática; y no pasa a ser una verdad religiosa porque el Papa la defienda. El que la vida comienza cuando se unen el óvulo y el espermatozoide es un hecho, constatado y sostenido por la Biología, concretamente por la Genética. Quien sostenga lo contrario no se las tiene que ver con la Religión, sino con la Ciencia.

Soy un cura; cedo la palabra a un científico. Jerome Lejeune, descubridor del trisomía 21 o síndrome de Down, profesor de Genética de la Universidad de Paris.

Lejeune dijo[1] que en cuanto los 23 cromosomas del espermatozoide se encuentran con los 23 cromosomas el óvulo, toda la información necesaria y suficiente esta allí, reunida en el ADN (Ácido Desoxiribo Nucleíco) para determinar todas las cualidades de un nuevo ser humano. No se trata de una opinión, de un postulado moral o de una idea filosófica, sino de una verdad experimental.

La fecundación in vitro – con la que no concuerdo, dijo Lejeune – lo ha demostrado: si antes, en la probeta, no es un ‘bebé’ ¿para qué, entonces, implantarlo en el útero? Si el ser humano no comienza con la fecundación, no comienza nunca. Ningún científico informado puede indicar un solo dato objetivo posterior a la constitución de un nuevo ADN como hecho del que dependa el inicio de una vida humana.

Los médicos que dicen lo contrario, enseñaba el genetista francés, emanan una opinión, quizá muy extendida, pero jamás será una conclusión científico-experimental. El endometrio no genera al ser humano; lo recibe y lo nutre. Afirmar  que la vida humana comienza después de la fecundación, no es científico. Es una afirmación arbitraria, fruto ideologías o intereses ajenos a la Ciencia. El cigoto, fruto de la fusión de las dos células germinales, es un individuo distinto del padre y de la madre, con una carga genética que tiene el 50 %  de cada uno de los progenitores”. Hasta aquí el genetista francés.

Por esto, si se quiere determinar indiscutiblemente la paternidad de alguien, es decir, su origen (¿quién es tal persona?), se acude, no al incierto momento de la implantación, sino al hecho incuestionable de la fusión del ADN del padre y de la madre; porque la filiación no viene determinada por la anidación, sino por la fecundación.

Por esto la policía depende del ADN para identificar infaliblemente a cada persona, no de la implantación; por esto los ejércitos del mundo han cambiado las tradicionales medallas de identificación por el análisis del ADN de sus soldados y no han acudido a la implantación. Cada soldado caído en batalla podría decir: “He muerto. Soy el que comenzó a vivir cuando mi ADN se originó con la fusión del ADN de mis progenitores. Mi ADN de hoy, que demuestra que yo soy yo, es el que me transmitieron mis padres cuando me dieron mi vida, en el momento de mi fecundación. Allí esta el origen de mi existencia. Mi historia comenzó en el ADN que hoy ha dado testimonio de que yo soy yo”. 

Defender que la vida no comienza con el ADN, con la concepción, es una arbitrariedad de la OMS, de ciertos Parlamentos, de los médicos abortistas y de los laboratorios que producen abortivos, como arbitraria fue la decisión de Hitler de negar estatuto humano a los judíos, a los negros o a los enfermos.

Por lo demás, el término ‘preembrión’ – usado en el Proyecto de Constitución de la Constituyente – no tiene fundamento científico; porque es la fecundación el momento en el que se genera una nueva vida humana con su propio ADN, el código irrepetible y original de cada vida humana. Lo único que existe antes del embrión y de su ADN son las dos células germinales. El que rechace esto, no rechaza un dogma religioso, sino una verdad científica.

A los laboratorios que comercializan la pdd no les conviene presentarla francamente como abortiva porque muchas mujeres, entonces, no la tomarían. Los laboratorios, camuflan su seguro efecto abortivo (impedir la implantación el embrión, lesionando severa y prolongadamente el endometrio) en los posibles efectos anovulatorio (impedir la ovulación, si aún no se ha producido)  y anticonceptivo (impedir la fecundación, produciendo una barrera entre los espermatozoides y el óvulo), y así logran ahorrar a las mujeres que toman la pdd, para ‘resolver su problema’, la carga moral de haber eliminado a su propio hijo.

Más aún,  la presentan como antiabortiva, porque – dicen los que la venden – con ella se evitan millones de abortos. Pero, en realidad, ‘el pez por su boca se condena’, se han provocado tempranamente millones de abortos… Decir que con la pdd se está evitando abortos es un disparate tan grande como el de quien dijese que ha evitado el asesinato miles y miles de ancianos enfermos porque los he eliminado, antes, cuando son niños.

No cabe duda, la pdd, difundida masivamente, se transforma en un auténtico pesticida humano. En mundo Nacionalsocialista se queda chiquito respecto al mundo actual… Dice el Papa: Bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano (EV 59). ¡Nadie enterraría a una persona si hay una sola posibilidad de que esté viva! ¡Nadie mete una retroexcavadora en los escombros de un terremoto si sospecha que hay debajo un ser humanos vivo aprisionado! ¡Pero los abortistas sí!

 

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    Al hablar de interrupción del embarazo se hace referencia a un conjunto de procedimientos médico-quirúrgicos destinados a salvaguardar, en casos de complicaciones de la gestación, ya sea la vida de la madre y del producto vivo de la concepción, la de ella sola si el feto ya murió o es inviable, o sólo la de éste, si la amenaza es básicamente al producto, o junto con ello no hay esperanzas ya para la vida de la madre. En estos últimos casos, la interrupción del embarazo pretende rescatar al feto de una muerte inminente, si es capaz de mantener su vitalidad, generalmente después de las 24 semanas de gestación. Sin duda que todas estas intervenciones se hacen también corriendo riesgos ciertos, tanto para la madre como para el hijo, pero el propósito es claramente salvar -en lo posible- la vida de ambos, o prevenir complicaciones de ominosa evolución pero que, en todo caso, se presumen más graves que los riesgos aparejados a la intervención.

    Si la edad del feto permite presumir que estará en condiciones de sobrevivir fuera del vientre materno, se habla habitualmente de inducción de un parto prematuro o de practicar una cesárea anticipada, y el problema se reduce a establecer cuidados perinatales más rigurosos que en condiciones normales.

    La intervención que interrumpe un embarazo con feto incapaz de sobrevivir a su separación del claustro materno ha sido denominada, tradicionalmente, aborto. Cuando no ha existido intención de terminar con la vida del ser que está por nacer, sino que se ha interrumpido la gestación para cautelar la sobrevida de la madre -aquejada de alguna afección en que la continuidad del embarazo traería inevitablemente su muerte- se ha considerado como aborto terapéutico, aún cuando exista la comprensible repulsa de quienes rechazan asociar la palabra aborto a una legítima acción médica. En todo caso, tal calificación, o la de interrupción terapéutica del embarazo -entendida como medio para evitar la muerte de la madre- cabe sólo cuando ésa es la genuina intención, y no es asimilable a los procedimientos eugenésicos, motivados por otras afecciones de discutible o variada gravedad materna, ni menos a los casos en que se invoca la intencionalidad terapéutica como un subterfugio para interrumpir, simplemente, un embarazo no deseado.

    Pese a los avances de la ciencia médica, que han logrado controlar situaciones patológicas que aparecían inmanejables para cautelar la vida de ambos seres y que, ahora, obedecen a otras alternativas de tratamiento, aún persisten algunas indicaciones en que, lamentablemente, no queda otra solución que proceder con la interrupción de la gestación. Estas condiciones pueden darse en casos de embarazos ectópicos, en infección ovular con sepsis grave, en ciertos tumores de origen molar susceptibles de malignización y severas anomalías cromosómicas embrionarias, y en casos de eclampsia y alteraciones autoinmunes que no responden al tratamiento médico.

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    En cambio, en el aborto inducido, en el que la intención primaria es la eliminación del feto -cualquiera sea el motivo que involucró a éste como causa de una situación estimada inaceptable- se vulneran abiertamente los principios de no-maleficencia, de justicia, de autonomía y de beneficencia, y por ello es que está penalizado como un atentado a la vida inocente en prácticamente todas las legislaciones del mundo. Así lo establece también nuestro Colegio Médico en su Código de Ética, en consonancia con lo sostenido por la Asociación Médica Mundial.

    Estas consideraciones avalan la conveniencia de que nuestra legislación aclare, de una vez, las disposiciones relativas a estas materias, para evitar las confusiones e indefiniciones que facilitan los dilemas y faltas de decisión que pueden, como se ha visto, generar conflictos y desastrosas consecuencias para las pacientes abocadas a este tipo de situaciones clínicas.

  3. Estoy de acuerdo con el criterio cientifico y etico que manifiesta David, seguro es medico especialista en Ginecologia y Obstetricia. Yo soy Profesor de Bioetica y he leido muchas propuestas al respecto, David, como la mayoria, esta en contra del aborto inducido por causas no medicas y plantea sesudamente sus puntos de vista de lo que es interrupcion terapeutica del embarazo, con la cual, siguendo todos los procedimientos legales y eticos pertinentes nadie puede estar en desacuerdo, ya que solo se realiza cuando la ciencia ha determinado que solo con ese mecanismo se intentara salvar la vida del feto, de la madre o de ambos. Considero que si hay que decidir por uno de los dos, la Madre tiene prioridad. Lo mismo sucede, sin que sea el mismo tema, cuando se decide separar un par de siameses, siempre se intentará salvar a los dos, aunque uno o ambos quede parcialmente minusvalido, y si hay que salvar uno, sacrificando al menos viable, así se debe proceder.
    Pero la ciencia avanza y la fertilizacion in vitro es una practica comun, con la que creo tambien todos estamos de acuerdo. Para que este tratamiento que permite a una pareja tener un hijo geneticamente propio pueda llevarse a efecto, se sacrificaran varios «embriones» fertilizados en tubos probeta, ha nadie se le puede ocurrir que esto sea un «asesinato», es mas hoy en día muchos de esos embriones que no serán implantados en ningun utero, son utilizados para conseguir celulas madre de alta calidad para tratamientos de muchas enfermedades que hasta ahora no se podian tratar eficazmente.Es decir sirven para dar vida. y que decir entonces…. yo creo que hay que dejar a los cientificos especialistas que apegados a los mas estrictos controles eticos y morales, sean quienes legislen sobre el tema, partiendo de la base fundamental del derecho a la vida DIGNA.

  4. tengo 27 años, tube relaciones con mi enamorado y ayer me tome la pastillaa del dia despues, nos cuidamos pero la sicosis pudo mas, en su familia hubiese sido un desastre, en mi caso mis estudios mi vida profesional, mi familia… en fin pretextos para desidir???? ahora pensando con cabeza frio me arrepiento por que yo si quiero ser madre y me duele saber que esta desicion puede tener consecuencias posteriores como interrumpir ese sueño… dejando a un lado lo moral, lo biologico, lo religioso…… etsamos preparadas las mujeres para algo asi…. nosotros desidimos verdad??……. y ellos????

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