26 abril, 2024

Complicidad y amistad

La amistad, como muy bien lo describe Cicerón, “no puede existir más que entre personas de bien… los que se comportan y viven de tal manera que se aprueba su fidelidad, su integridad, su ecuanimidad, su liberalidad; que no se ve en ellos ninguna ambición, ni capricho, ni audacia…”. La amistad verdadera está descrita adecuadamente en el diccionario de la Real Academia Española: “el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”, pero hay algo más, que tiene que tender al bien, a la honestidad. La amistad que tiende al mal, la asociación para delinquir, la unión para realizar actos reñidos con la ley, tiene otro nombre: Complicidad.

El Diccionario de la RAE describe la Complicidad como cualidad de cómplice, y cómplice en su primera acepción, como participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas.

Los grandes hombres

Ser una gran figura es algo que todo ser humano desea. Sin embargo, esto implica, o mejor dicho, debería implicar, aparte de ser una persona destacada, ser grande en sus virtudes, es decir, una persona digna de ser emulada, de ser respetada por su rectitud, su ecuanimidad, su magnanimidad y su honorabilidad, y no de ser temida por su odio o su forma de ser implacable o vengativo. Por algo Mathias Claudius, en su Carta “A mi hijo Juan”, le advierte: “Honra a cada quien según su rango… y deja que se avergüencen si no lo merecen.”

En los años mozos (y a veces incluso más tarde), las personas muchas veces navegamos sin un norte fijo y se pueden cometer errores que pueden a veces incidir en nuestra vida futura. De aquí la importancia de la reflexión y la introspección que nos permite analizar los errores cometidos y enderezar el rumbo.

El dolor y la fe

Hay dos clases de dolor: el dolor físico y el dolor del alma, y ambos provocan sufrimiento al ser humano. Creo que muchos, si se pudiera elegir, escogeríamos el dolor físico, porque podemos tener más control sobre él.

En todo caso el sufrimiento, el dolor, puede ayudar a fortalecer la fe y muchas personas pueden aferrarse a ella como a una tabla de salvación para poder salir adelante, o entrar en una duda incluso de la existencia de Dios, destruyendo la fe.

Perder un padre o una madre, nos hace huérfanos, perder el esposo o la esposa, nos convierte en viudos, perder un hijo… no tiene nombre. Estas duras pruebas por las que tenemos que pasar, son quizás los sufrimientos más profundos del alma.

Ganar y perder

“Jugué al amor contigo, con vanidad tan vana,
que marqué con la uña los naipes que te di
y en ese extraño juego donde pierde el que gana
gané tan tristemente que te he perdido a ti.”

J. A Buesa

En nuestra competitiva vida, buscamos destacar, ser admirados, ser buscados, ser queridos y muchas veces logramos lo contrario, pues nos hacemos antipáticos por nuestra prepotencia y orgullo.

Hay que poner los pies en la tierra. Todos los seres humanos somos una maravillosa integración de virtudes y defectos. Carlos (González) Vallés en su libro “Te quiero, te odio” destaca que en toda relación hay un te quiero (esto me gusta de ti) y un te odio (esto no me gusta de ti), incluso, si somos honestos, hay cosas nuestras que nos gustan y otras que nos disgustan. Si somos lo suficientemente autocríticos, nos daremos cuenta de que no somos la maravilla que pensamos ser, aunque no dejemos de admirar aún en nosotros mismos la excelsa obra de Dios.

Bla, bla, blá

Es una pena tener que reconocer que el hombre es un animal egoísta, aprovechador y orgulloso, que busca su vanagloria y su comodidad. Muchos de los líderes de mi juventud han pasado por el poder, no me refiero a nuestro país solamente, sino a todo el mundo, y en la mayor parte, las cosas no han cambiado sino de figuras arriba y en las partes donde sí ha cambiado, ha cambiado para peor y no para mejorar.

Todos los políticos actúan en igual forma. Prometen, juran y el cambio es de cabezas y no de situación, porque al llegar al poder, se sigue la costumbre. En los países donde el cambio es radical, como en Cuba, la realidad de la situación es más triste aún, porque con las represiones, el hombre pasa a ser un ente abúlico, que vive haciendo colas para recibir mendrugos y no se esfuerza por progresar, para mejorar, ni le valdría de nada el hacerlo.

Los escándalos sacerdotales

Es triste la actitud indecorosa de ciertas personas en relación con los “escándalos” que se comentan de ciertos sacerdotes de la Iglesia católica, en este tiempo.

Los “escándalos” son tan antiguos como la Iglesia. Cristo escogió a sus doce apóstoles y uno lo traicionó. Si el escándalo causado por la traición de Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubiesen centrado, la Iglesia habría estado acabada antes de comenzar.

La libertad de expresión

Hace muchos años, escribí en el Universo un artículo con el título “La caja negra” (en esa época, las televisiones eran unas cajas negras), en el que advertía que ese maravilloso invento era usado en forma negativa, es decir, en vez de usarlo para fomentar el desarrollo intelectual y cultural, era usado para lo contrario y ponía de ejemplo las telenovelas, que destacaban los vicios y defectos del ser humano, en vez de relievar o poner como meta las virtudes, o presentar temas como arte, deportes o entretenimiento vario.

Hace unos días me llamó la atención la escena de una telenovela que presentaba a un mafioso, que era seducido por dos insinuantes mujeres que lo besaban, le daban droga con sus labios y lo invitaban a divertirse con ellas. Yo quisiera analizar lo que pasa en un adolecente que mira esta escena, cuál es el mensaje que recibe: Ve a un hombre exitoso en un negocio ilícito, pues es parte de un cartel, que logra todo lo que desea, es más, no tiene que buscarlo, se le ofrece sin condiciones, porque él es el gran bacán, tiene dinero, droga, y todo lo demás lo recibe de complemento. Por otro lado, una jovencita que ve la misma escena, aprende a manipular para conseguir lo que las protagonistas obtienen y a considerar la promiscuidad como algo bueno cuando se trata de lograr algo. Si no hay una base firme moral en la persona, es muy factible que estos jóvenes lleguen a considerar esa vida como un ideal y puedan ser seducidos y llevados al mundo del narcotráfico u otros males.

La Voluntad (Segunda Parte)

La verdadera victoria del hombre es vencerse a uno mismo. Cuando estás en una competencia es mayor victoria mejorar tu propia marca que ganar la competencia, aunque esta última sea la que te de la medalla de oro. Tu verdadero logro es lograr hoy, algo más que ayer. Es más, si en una competencia te pones a mirar como viene el que te sigue, es muy probable que esa distracción o ese nerviosismo te haga perder la concentración y pierdas la competencia.

Nunca compitas contra los demás, compite contra ti mismo y tendrás mucho más éxito en todo lo que hagas. No hay competidor más duro y al mismo tiempo tan a tu alcance como tú mismo.

La voluntad (primera parte)

Lo que hace la verdadera diferencia entre los hombres, es la voluntad. La determinación de hacer algo y hacerlo proactivamente, llevándolo a cabo con decisión y firme propósito de lograrlo, es la diferencia entre el que se queda relegado en el camino y el verdadero triunfador.

En la vida no hay espacio para la duda. Para la persona que está empeñada en lograr algo, no hay imposibles. Los imposibles sólo pueden tomar un poco más de tiempo, pero siempre están al alcance de las personas que en verdad luchan por lograrlo.

La amistad

Cedo mi espacio de hoy a Marco Tulio Cicerón. Voy a copiar en este artículo algunas citas de su escrito de hace más de 2050 años (44 a.C.) , sobre “La Amistad”:

“El afortunado que tiene un buen amigo es un hombre rico, porque tiene un verdadero tesoro. Y tesoros hay pocos.”

Sobre la muerte de Escipión: “Pienso que a Escipión no le ha sucedido nada malo. Me ha sucedido a mí si es que algo malo ha sucedido. Ahora bien, el angustiarse gravemente por las desgracias propias es cosa de quien se ama a sí mismo, no al amigo.”

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