7 diciembre, 2024

Txoria txori

Txoria txori, el pájaro pájaro en euskera, el idioma del país vasco en el noreste de España. Título de una evocadora canción de Mikel Laboa: “Si le hubiera cortado las alas habría sido mío, no habría escapado. Pero así, habría dejado de ser pájaro. Y yo…, yo lo que amaba era un pájaro”.  Una lección de vida, con matices diferentes para cada uno.

Ocurre con la gente y con las cosas que amo. Para que no se vayan les corto las alas.

Son los hijos que atiborran a sus padres de tantos cuidados que les quitan la libertad, les impiden tomar riesgos, paralizando sus últimos años de vida. Son los padres que tientan a sus hijos con la seguridad de vidas establecidas, quitándoles el deseo de otear nuevos horizontes, de tomar riesgos, de vivir sus vidas. Y así con tantos que nos rodean, que queremos tener bajo nuestro control, ahogarlos con nuestro cariño. Sin quererlo, les cortamos las alas.

Igual con lo que poseemos. Le cortamos las alas. Agobiados bajo su carga marchamos lentamente, mirando al suelo para no tropezar y que las cosas escapen de nuestras manos, se esparzan y vuelen a quienes las necesitan más que nosotros. Vivimos para lo que tenemos, en la angustia de que se raje el florero o se apolille el mueble o se pierda la joya, para lo que hemos guardado pensando que un día podemos encontrarle un uso. Los que se cruzan con nosotros ya no pueden vernos, sólo ven lo que llevamos, que nos oculta, que ha robado nuestra identidad. Nos ha convertido en bodega.  Al quitar las alas a lo que poseemos ha pasado a ser nuestro y, a cambio, hemos pasado a ser sus esclavos.

Txoria txori. Con las alas cortadas los que amamos pasan a ser míos, pero dejan de ser; las cosas que amo pasan a ser mías, pero se tornan en mis carceleros. Como el pájaro, sin alas, que ha dejado de ser pájaro. Pasamos de ser a tener y a ser tenidos. Perdemos la incomparable emoción de ser jóvenes, de no tener nada que perder por lo que todo es ganar, de estar dispuestos a arriesgar todo, porque sabemos que no es nada.

Si meditamos sobre ello veremos que aparte de cortar las alas a los que amamos y a lo que amamos, nos cortamos las alas nosotros mismos. Con tantos desvelos por el resto y tanta carga ya no podemos alzar el  vuelo. Y, peor aún, descorazonamos a los que sí pueden, con gesto torvo, agitando el índice.

Observemos nuestras vidas. ¿A quiénes de los que amamos y a qué de lo que poseemos hemos cortado las alas? Tenemos que reconocerlo, con sinceridad.  A veces habrá sido por el miedo a lo que pueda pasar, por el no aceptar que la vida es una perpetúa incertidumbre o por amor mal  entendido. Ojalá concluyamos que lo que amamos, gente y cosas, es como pájaros y que para que sean pájaros tienen que ser libres. No hay jaula dorada que los hagan libres.  Abramos la puerta de la jaula para que salgan volando y, cuando los veamos volar los reconoceremos como nosotros mismos.

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