¡Ayayai Yachay!

El mayor daño en la vida personal y en la vida en sociedad que uno puede sufrir es no ver la verdad. El ex- rector de Yachay, está siendo sincero en lo que dice, sus palabras no son rebuscadas sino francas y hacen advertencias y aunque sea por motivos de ego o resentimiento están diciéndonos verdades, es franco. Está revelando la verdad de los excesos y los favoritismos que reinaron en la creación de ese engredo burocrático y regionalista llamado yachay. Él se aprovechó porque lo invitaron al festín. Se sentó, comió y se rindió ante las facilidades y la ganga. Eso no lo compromete a no darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Su salida fue un mal manejo de sus superiores. En este tipo de relaciones laborales no hay gratitud sino un juego de conveniencias.

Desde el principio Yachay nació como un sueño de vanidades intelectuales con mucho dinero, un despilfarro total. No estuvieron muy despiertos cuando crearon esta institución; hoy ese sueño o se está derrumbando, lo cual sería muy penoso, o simplemente está revelando de que fue hecho y construido: con el precio internacional del petróleo y ahora a la baja y en escasez las cosas aparecen tal como son y el español se aprovecha de aquello: vomitando lo que comió. Ahora a nadie le gusta que le digan verdades. Muchas cosas huelen mal en Yachay.

Esto dado a conocer por el científico español que incluso vino a morir entre nosotros, no debe ser tomado como la gran revelación. Ocurrió, nunca se imaginaron que todos nos íbamos a enterar del gasto millonario y de los exorbitantes sueldos y del pago de viáticos diarios, entre otras cosas, ese era el buen tiempo, ahora es el mal tiempo.

En Yachay se vivió la gran fiesta. En muchas cosas el gobierno ha vivido la gran fiesta, el gran banquete. Si el petróleo estuviera a los precios de hace poquito, nada de esto ocurriera. Pero…la escasez trae malos pensamientos, se pierden la claridad de las ideas

¿Qué estará pasando por la cabeza de Rene Ramírez? Un día vi a Ramírez que entraba a dar una conferencia a la Casona universitaria de Guayaquil. Lo custodiaban policías, militares, helicópteros, drones, hasta elefantes y serpientes encantadas. Él en el centro sin irradiar sombra. No sabía que sus pensamientos estaban poseídos por su hacer prodigioso en el descomunal Yachay, ahora envuelto en un gigantesco escándalo revelado por un bien pagado ex rector, traído por ellos mismos y puesto allí por ellos mismos. Parece ser que es cierto de que uno cava su propia tumba.