7 diciembre, 2024

Mami, es julio y llueve

En Guayaquil hay dos estaciones climáticas, invierno y verano. En invierno llueve y hace calor; en verano no llueve y hace menos calor en las mañanas y en las noches, en las que en ocasiones se llega a experimentar  un tenue frío. El invierno suele terminar en abril, mes caracterizado por las lluvias constantes, de ahí el término usado con frecuencia: “abril lluvias mil”. Mayo suele amanecer con días tristes, siempre me recuerdan a los primeros días del colegio, había que ponerse un suéter por las mañanas, avanzado el día solía salir el sol, el intenso sol guayaquileño.

Por esos fenómenos extraños de la naturaleza y como parece que todo se está moviendo en el planeta, estamos julio, el séptimo mes y llueve sobre el puerto de Guayaquil. Mientras esto sucede con el clima, tú sigues ahí postrada, inmóvil, abriendo tus ojos fijos en algo incierto, no sé si me miras o si me traspasas, solo sé que escuchas,  por eso suelo hablarte de las cosas que están pasando mientras agonizas, no preciso si te importa, pero te digo la fecha de cada día y cuanto tiempo llevas así, desde el día en que pasó lo que pasó,  el 13 de mayo.

Parece que te aferras a la vida, o podría ser que es lento y doloroso tu momento de morir, el tiempo no existe así que diré que tu momento es prolongado. Sería vano intentar descifrar lo que sucede, porque vienes y vas, como en una estación distinta. Cuando salgo del hospital y te dejo, vas en mi cabeza todo el tiempo e intento que respiremos juntas, y te digo que estés tranquila, que ya vuelvo, hago por ti lo mejor que puedo y lo que no hice antes, y lo que tal vez quisiera que hagan por mí los que me aprecian si yo estuviera en tu lugar. Nada parece suficiente y el misterio que une la vida con la muerte se mantiene. Solo he logrado vislumbrar que hay un espacio, un vacío, vacuidad.

Desaparezco yo y desapareces tú, entonces no somos ni tú ni yo. Es en ese vacío cuando la existencia adquiere un sentido, el caos se organiza y lo que importaba deja de importar.

Sucedió días atrás cuando partiste, por tres minutos la rigidez espantosa de la muerte se apoderó de ti, estabas sin señales de vida, solo coloqué cuatro gotas de mi medicina bajo tu lengua, de repente distes señales de vida una vez más. ¿A dónde fuiste? ¿Tienes algo que contar?… Y sigues ahí, lo interesante es que nos mantienes pendiente, a la espera, quizá no consideras que esto es agotador, y que todos tenemos muchas cosas que hacer. Puede ser también que es el tiempo que te correspondía y que antes  no te dimos, estábamos inmersos en la inconsciencia de la vida. Si es así, es correcto que te lo demos ahora. Porque nadie debería partir de este lugar dejando tiempo pendiente de estar junto a los demás. Nos libras así de cargos de conciencia y de futuros temores con apariciones fantasmales que nos impedirían vivir en paz. El tiempo es el bien más preciado y del que casi toda la humanidad parece carecer ahora, y eso es lo que pides, y eso es lo que te doy. Ahora mismo debería estar escribiendo de otra cosa, pero solo se me ocurre escribir para contarte que es julio y llueve. De fondo está Parsifal de  Richard Wagner, la puse porque pretendía investigar algo de Hitler, de paso te digo que la melodía  no me gusta, parece que el músico concibió la ópera una mañana del Viernes Santo, parece también que el Viernes Santo para ti se prolonga y se vuelve un solo día de crucifixión, un día interminable, me tienes ahí, ante tu cruz, impotente, sin poder hacer nada más que compartir contigo lo que estás viviendo, pudimos compartir mucha cosas mejores antes, pero ya ves, si no se aprovecha el tiempo como debe ser aprovechado, igual hay que usarlo para lo que fue concebido. Y este tiempo fue concebido para pasarlo junto a ti.

Intento no pensar, así no existo. En tu casa todo está dispuesto para tu regreso, me alegro, más la realidad me dice que eso será difícil, recuerdo tu estado, tu estación diferente, entonces me quedo atrapada en el vacío y desaparezco, automatizo mi existencia, no es bueno sentir, no es bueno pensar, ¡haz lo mismo! Se siente tan bien, porque no se siente nada. Quisiera que te duermas en silencio, quisiera que no sientas más dolor, quisiera despertar en la mañana y poderte llamar y que contestes, hay mensajes en tu teléfono que no pudiste responder, estabas sola, abatida e inconsciente. Días atrás al despedirme de ti, estabas sentada en un mueble de tu sala junto a la puerta,  noté que no estabas bien, dentro de mi corazón sentí un llamado y pensé: “¿Cómo va ha hacer para ir a su habitación así?, la veo muy abatida, yo debería quedarme un rato más.” Pero me fui. Me fui a seguir con mi vida, ese llamado seguía ahí dentro de mí, lamento decir ahora que el ruido del mundo lo apagó, lamento decir que  debí quedarme contigo y no lo hice. Lo último que nos dijiste al salir es que no te sentías bien y que creías que ibas a morir, y como casi nunca, te vi llorar.  No sé si pedir que mueras, que duermas más, mucho más, o tan solo que sueñes  algo que te  haga feliz, ¿qué será mejor mami?, “morir, dormir, tal vez soñar”.

Quizás escribo para que de algún modo sepas que te quiero. El calor persiste, más un frío mortal me hiela y me devora. Ese llamado ha revivido y me atormenta. Hoy solo una llovizna leve. Cae una noche más y aún respiras.

Desaparecemos, entonces no somos ni ella ni yo.

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