7 diciembre, 2024

Recular

Durante la última semana, en Ecuador han acontecido cambios, conflictos, «reculaciones», marchas y protestas en las calles, en rechazo a las reformas propuestas a la Ley de Herencia y Plusvalía.

Interesante es rescatar lo positivo de todos estos «problemas». Lo primero, que el derecho constitucional «a asociarse, reunirse y manifestarse en forma libre y voluntaria», lo ejercen los ecuatorianos sin miedo, pues es un derecho de libertad que el propio Estado reconoce y garantiza. Lo segundo, la «resurrección» de los gremios empresariales, a los que hace rato no se escuchaba, ya que desde que la Constitución dispuso que «nadie será obligado a asociarse», estos se debilitaron, cuando su espíritu justamente era defender los intereses de sus asociados. Hoy, nuevas caras representaron a los suyos, pidiendo el archivo de los referidos proyectos, sobre los cuales dijeron «no cabe ningún tipo de diálogo ni discusión», manifestando que responsabilizan a «la Asamblea Nacional por las consecuencias de no sensibilizarse a ese clamor del pueblo». Con una preocupación fundamental, «la defensa de la familia», ante la poco pensada y poco feliz declaración de que «tiene que destruirse la empresa familiar, que es del 80%». ¡Nos quedamos sin empresa!

También el humor en las redes sociales ¡Qué imaginación tienen los ecuatorianos! Y lo más importante, el que la Asamblea Nacional haya reculado, cuando los oficialistas anunciaron la eliminación de una de las tablas del famosísimo «impuesto a la herencia» para los herederos no directos.

Felizmente no fue necesario que la Asamblea recule progresivamente en la promulgación de impuestos y deje la tabla como está actualmente, pues la diferencia entre 47,5 % y 35 %, no es mucha, ya que el propio Presidente fue quien a través de un mensaje a la nación retiró “temporalmente” la Ley de la Herencia y de la Plusvalía, para evitar mas violencia y conflictos.  Bien por el país.

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Ética del periodismo

“El impacto de la Segunda Guerra Mundial marcó un cambio fundamental en la atención al fenómeno de la información y la comunicación. No sólo se tomó conciencia de su importancia social y política sino que se reconoció también su específica dimensión normativa. De allí la consideración del derecho a la información, junto al tradicional reconocimiento de la libertad de expresión, como un derecho fundamental más de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, dando así a los códigos éticos un nuevo fundamento.

Así, después de terminado el conflicto bélico y en un proceso que iría creciendo en las décadas siguientes, las diferentes organizaciones de periodistas o de prensa del mundo van aprobando sus propios códigos de ética periodística. A mediados de los años ochenta, la mayoría de países y de organizaciones internacionales del periodismo contaban ya con códigos.” (Hugo Aznar)

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