1 mayo, 2024

Una identidad para nuestra América (2)

2. La realidad de la Práctica

Recién pasada la segunda post guerra como que Latinoamérica encuentra la posibilidad del camino de la unidad. De la integración. Pero aunque se muestra fuerte, por las declaraciones y decisiones políticas, en realidad, una debilidad estructural está escondida tras las palabras, en los hechos. Es que a pesar del llamado hacia la patria grande los escenarios como que están dirigidos desde fuera… La creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) en 1960, aparentemente suigéneris y clave, desde la perspectiva de las relaciones internas, venía un tanto protegida con presiones de los inicios de la Guerra Fría en 1947, en auge vivo en la década de los 50. Había que parar la expansión de la URSS… Estados Unidos decidió, en su estrategia, acelerar su apoyo al robustecimiento militar de los países al sur del río Bravo, vinculado a su desarrollo socio económico. La apertura de Cuba, en el contexto revolucionario proclamado comunista (1959) hacia la Unión Soviética fue un antes y un después de este tipo de gestiones. Para Latinoamérica la integración, a partir de este momento, jugaba en una ruleta de dos colores. USA o URSS. El desarrollo, sea como sea, no había mucho que escoger, estuvo desde entonces, a saltos y brincos, en los vericuetos de la “izquierda” o la “derecha”.

15 años más tarde otro organismo regional aparece en las vitrinas de exhibición de Latinoamérica. En esta ocasión el SELA, Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, establecido en 1975, con sede en Caracas, pretende copar toda nuestra América. Busca, en general, unidad de criterios políticos y económicos frente a los mercados internacionales y promover, con mayor intensidad, la interacción comercial en la región. No hay que marginar la presencia de la CEPAL, Comisión Económica para América Latina, organismo internacional que está más cerca de Naciones Unidas, que la creó en 1948, que de los intereses de cada uno de los países latinoamericanos. ¿Es en verdad, una entidad técnica de economistas con el objetivo de direccionar o asesorar, mediante estadísticas, análisis y recomendaciones los eventos y situaciones, especialmente económicos, de Latinoamérica? Claro, y esto no hay que perderlo de vista, no hay ningún suceso de la economía en que no estén involucradas, y fuertemente, la posición política y la condición social. La OEA, cuestionada desde su creación también en 1948, como foro político continental tiene en sus objetivos promover, por discusión libre entre sus asociados, todas las aspiraciones en pos del bienestar social y la justicia… ¿Han resultado, sin embargo, los recetarios? ¿De qué manera el horizonte de las crisis por la miseria y la injusticia ha sido aclarado o revertido por uno de bienestar en sus poblaciones?

¿Es que puede haber funcionalidad concreta, para la que fueron creados estos burocratismos regionales, en medio de una falsa estabilidad, propiciada por los mismos intereses que dieron pábulo e impulso a las dictaduras civiles y militares, creadas para la defensa de una democracia inexistente?. ¿Cómo creer en las curvas matemáticas para el desarrollo si este desarrollo sigue direccionado, en la práctica, por la incompetencia de las familias en el poder preocupadas de sus cuentas bancarias? Las organizaciones subregionales, algunas de las cuales todavía tramitan su desgaste existencial, tienen, por su propias limitaciones de volumen, mejores oportunidades, que no han dejado de sufrir bloqueos. Están, entre otras, el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) 1991, La Comunidad del Caribe (CARICOM) 1973, La Comunidad Andina de Naciones (CAN) 1996 antes Pacto Andino 1969, Mercosur 1991, UNASUR 2011.

Desde la alternativa de identidad latinoamericana el último esfuerzo, hasta hoy, es La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), nacida al calor de las conversaciones, entendimientos sociales y económicos mutuos, muy particulares, de Cuba y Venezuela, en 2004. La pretensión política sinónimo de esperanza social es, definitivamente, la conformación de una unidad globalizadora que diga no! a las limitaciones de las fronteras. La solidaridad es la base de la unidad integradora que permitiría, con el tiempo y por la ayuda mutua, la liquidación de las diferencias de los países socios. Hay proyectos sociales, económicos, viales, culturales de gran alcance y magnitudes geográficas gigantescas en espera de su aprobación definitiva… Pero, los peros que sortear son un tanto complejos…

Tres puntos, resumiendo un poco la complejidad, pueden captarse: 1) Económico. La disparidad económica y productiva es innegable entre regiones, subregiones y países. Los proyectos industriales y/o tecnológicos a nivel de globalidad latinoamericana, tienen, por eso, que pasar por el filtro de cada país que interviene, con sus propias particularidades. 2) Social. El decir que los países latinoamericanos somos la misma cosa por tener iguales idioma, religión, valores cívicos, costumbres, es una falacia que, al análisis de cada realidad individual queda al descubierto. Latinoamérica es un abanico, y muy abierto, de diversidades. Fantásticas. Casi mágicas. ¿Qué hacer, por ejemplo, con los centenares de lenguas habladas por cerca de 20 millones de nativos distribuidos en la geografía latinoamericana?. 3) Político. Hay un sesgo de nacimiento al vestir la propuesta con una ideología (socialismo del siglo XXI) fuera de tiempo y lugar. En el acontecer diario (lo estamos viviendo) no es más que un sistema dictatorial populista, que incita, por supervivencia, la perpetuidad en el poder de los gobiernos de los países integrantes. El nombre, además, expresión de su contenido, suena a falso. ¿Es que ahora los pueblos de esta América van a ser protegidos, dependientes y promovidos por una fantástica alianza, la bolivariana, que significa poco o nada para las dos terceras partes de Latinoamérica? Paternalismo que no llama a unidad. Peor a integración. Lo grave está, además, que este paraguas cubre y encubre todas las instancias de las relaciones sociales que lo integran y al que están sometidas. Pretende más democracia y consigue mayor represión!

Han pasado algunas décadas de las primeras intenciones de la integración real de Latinoamérica… Incluso ya tienen que haber jubilados de las primeras burocracias… Al parecer no bastan las inquietudes románticas. Tampoco el palabrerío de las amenazas políticas… Ni la miseria ha sido superada. Ni la productividad ha sido correctamente direccionada. Ni la tecnología ni la ciencia son aun los portales del adelanto de sus pueblos… Como que hay que repensar, más creativamente y con menos ideologización, esto de una Latinoamérica integral e integrada!

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  1. POR BIEN O POR MAL, ESA INTEGRACION SIEMPRE SERA PARA REUNIRSE A HABLAR PAJA Y TOMARSE UNAS CUANTAS FOTOS. LA REALIDAD ES QUE LOS LATINO AMERICANOS SOMOS UNOS DESCONFIADOS, NOS GUSTAN LOS NEGOCIOS RAPIDOS Y ODIAMOS LOS COMPROMISOS A LARGO TIEMPO. ESO NO LO PUDO CAMBIAR NI SIMON BOLIVAR EN SU TIEMPO Y MUCHO MENOS ESTOS MODERNOS CLOWNS DE INTEGRACIONES SOCIALISTOIDES. ASI SOMOS, NO ES QUE SEAMOS PEOR QUE OTROS, SIMPLEMENTE ES LA REALIDAD.

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