5 mayo, 2024

Las comparaciones son odiosas, aunque a veces necesarias

Esta famosa línea no solamente ha sido citada por muchos autores literarios, dramaturgos y
oradores, sino que también es utilizada en la cotidianeidad del conversar de la gran mayoría de
las personas. No existe mejor argumento en defensa de su veracidad, que el hecho de que las
comparaciones entre personas siempre resultan inútiles o, por lo menos, engañosas.
Sin embargo, no es menos cierto, que en ocasiones, la tentación de comparar o de utilizar
parámetros de similitudes, resulta un mecanismo necesario para llegar a ciertas conclusiones.

La segunda mitad del presente año, tres importantes, cuestionados y controversiales líderes de
nuestra región americana se encuentran enfrascados en procesos electorales. Los tres líderes
buscan la reelección de su mandato presidencial. Los tres mandatarios, de acuerdo a la gran
mayoría de las encuestas especializadas, tienen grandes posibilidades de lograr levantarse
con la victoria del ejercicio democrático electoral en sus respectivos países. Es exactamente
esa realidad, la que motiva mi tentación de comparar las posibles diferencias en el concepto
filosófico de democracia utilizado para el ejercicio de sus mandatos presidenciales en forma
individual.

Es muy cierto que la historia de la democracia nos ha ido enseñado sobre las modificaciones
en el concepto de la misma de acuerdo a los lugares, el tiempo y de las mismas circunstancias
predominantes en su ejercicio. Sin embargo, no es menos cierto que el concepto no solamente
incluye la participación popular, el respeto de las mayorías a las minorías y el compromiso de
mutuo respeto entre ambas, el balance necesario entre igualdad y libertad, de libertad de opinión,
de libertad de empresa, la protección de los derechos humanos, la tolerancia a las diferencias,
el derecho a la participación y a la representación política, pero también es un concepto que
necesariamente debe incluir a la alternancia, a la claridad y el respeto a los procedimientos
utilizados para conseguir esta meta. Es en el análisis comparativo de este concepto extendido,
donde se vuelven odiosas pero necesarias las comparaciones.

El mandatario venezolano, claramente demuestra que en su propio concepto de democracia
existe un análisis bastante ineficiente en lo que respecta al pilar de alternancia necesario
y considera bajo su cuestionada y controvertida concepción, que un benevolente dictador
democrático, es de mayor beneficio para su pueblo que el ejercicio de alternancia en el liderazgo.
La historia será implacable detractora de tremenda descontextualización de la democracia.

El presidente estadounidense, es un convencido de que los primeros cuatro años concedidos por
sus conciudadanos para dirigir las riendas del país más poderoso del mundo, le han resultado
insuficientes. Ha optado, ayudado por las claras reglas de procediendo electoral de su país a
buscar un segundo y último período. Dos períodos presidenciales, le darán el tiempo suficiente
para marcar la diferencia o archivarlo en el claustro del fracaso político de su propuesta.

El presidente ecuatoriano, deberá escoger en el futuro cercano uno de los dos disímiles caminos
que las propias concepciones democráticas les han permitido escoger a sus colegas mandatarios.
Por ahora, solamente nos queda por esperar el respeto a los procedimientos utilizados para
conseguir esa meta.

Finalmente, concluyo utilizando una espectacular definición de democracia, utilizada por Quincy
Wrigth, de la Universidad de Chicago en su papel titulado “Indagación filosófica de los actuales
conflictos del significado de democracia”, escrito en 1949 para la Unesco y que textualmente
dice: “La democracia es una teoría, una política, un arte, que se enfatiza en el mejoramiento de la
calidad de vida del ser humano, de las libertades individuales, de la participación popular, de la
tolerancia, y que se adapta a diferentes condiciones, que prosperan en un ambiente de educación,
tolerancia, paz y progreso” . Solamente le añadiría: y de alternancia.

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