30 abril, 2024

El séptimo asunto

Este es el caso de la “niña mosca”, una niña con “miasis” en la cabeza. La miasis es la parasitación de la larva de la mosca en distintos órganos. La niña de unos diez años de edad, había sido abandonada por sus padres. Vivía con una tía quien la obligaba a realizar tareas domésticas y luego la encerraba en una especie de bodega, tal como si fuera un perro. La niña dormía, comía y hacía sus necesidades en aquella “bodega”. Poco a poco su salud se fue deteriorando, ya no le servía a la tía para las tareas domésticas. Así que la tía decidió dejarla encerrada. Pero en la bodega no solo vivía la niña también vivían las moscas quienes encontraron en la cabeza de la niña un lugar apropiado para su estancia y reproducción.

En este momento de la historia aparece “la vecina metida”, aquella que está pendiente de la vida ajena y se ha dado cuenta de la desaparición de la niña. Además, cuando es de noche, en prácticamente todo el barrio, se escucha un llanto “sordo y lejano” proveniente de la casa de la tía de la niña.

La vecina indaga y casi a la fuerza entra en la casa de la tía de la niña y descubre a la niña encerrada en la bodega. Hace meses que la niña no come, no se baña y tiene un enjambre de larvas de moscas en su cabeza. La tía había procedido a taparle la cabeza con un trapo, a manera de turbante.

Este caso, ciertamente espantoso, es un caso de la vida real. Yo, como médico rural del INNFA (hace unos veinte años) tenía que visitar áreas marginales de Guayaquil para chequear y medicar a los niños de albergues y guarderías. En uno de estos lugares sabían del caso de la “niña mosca”. Cuando llegué a mi visita habitual, la trajeron. La vecina se había hecho cargo de la niña, cargo entre comillas. La tenían arrinconada sobre un petate y le daban algo de comer. Nadie quería acercarse a ella, el olor que salía de su escuálido cuerpecito era nauseabundo y la impresión de las larvas de moscas caminando sobre su cabeza era terrible. Eso lo comprobé cuando tuve que sacarle “el turbante”. Gracias a Dios, la “niña mosca” se curó.

¿Es usted topero, tablerista, escaparatista, butronero, carterista, revientacabinas, encalomo o rififian? ¿Roba o hurta nomás? Seguramente no es nada de esto, tampoco roba ni hurta y pensará que soy una mujer trastornada porque paso del caso de la “niña mosca” a los tipos de ladrones que existen en el mundo entero.

En realidad el caso de “la niña mosca” es solo parte de un mismo todo. A esa pequeña le robaron su dignidad, le robaron el tiempo de jugar y de reír, le robaron la alegría de ser una niña, le robaron la vida. En el caso de “la niña mosca” alguien se apodero del bien ajeno. El mayor bien ajeno: la vida.

Extorsión, chantaje, abuso, también son términos que proponemos aceptar en este tema. Todos hablan de lo mismo: quitar, apoderarse, intimidar, dañar…

Cuando recuerdo casos como el de la “niña mosca” pienso que de alguna manera todos robamos. Robamos porque no damos todo lo que debemos dar. Por ejemplo, a esa pobre niña, yo no le di ni un abrazo, también sentí asco de su olor y de las larvas en su cabeza. Yo le robé la esperanza de afecto que quizá sintió al ver mis manos quitándole el turbante.

Robamos el tiempo de los demás, robamos las ilusiones, las ideas y hasta el amor. También nos robamos a nosotros mismos la posibilidad de ser mejores personas cada día. La posibilidad de ser plenamente felices en esta vida posponiendo la felicidad para la “otra” (vida). Nos robamos el esfuerzo para hacer las cosas bien y nos robamos la vida misma cuando aparentamos y deseamos aquello que no nos pertenece.

El robo se ejecuta con violencia, el hurto viola la posesión de bienes pero sin violencia. Cuál es peor, cuál es menos malo. Ambos son un delito y están metidos en la maldad del hombre. Conviven con los otros seis pecados capitales y están prohibidos en el séptimo de los diez mandamientos.

En el final de esta historia aparecen los policías quienes en realidad no deberían existir, ya que si robar y hurtar son un delito el ser humano no debería cometerlo.

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