26 abril, 2024

¡Te lo dije!

De niños escuchamos esta malhadada frase de, te lo dije, proveniente de nuestra madre o abuela, quienes advirtiendo un peligro, nos pedían prudencia en razón de tener dotes proféticas con información proveniente del cosmos.

Entonces, recibíamos millones de advertencias:  cuidado te quemas, te vas a caer, baja del árbol, no corras, no fastidies al perro que te va a morder, abrígate, para de moverte,  vas a manchar la alfombra, no toques, con eso no se juega, cuidadito lo pierdes, no te mezas, que no se te ocurra… y otros cientos de avisos que sin duda usted recordará. Inexplicablemente lo que lograban en nuestro infantil cerebro, era promover la acción no deseada que venía acompañada del famoso, te lo dije

Al te lo dije, le venía en combo el bien ganado pellizco, una nalgada o el chancletazo de rigor por haber transgredido una advertencia premonitoria al que solo las mujeres tienen acceso holístico. 

Charles Darwin, explica que los hombres pudimos evolucionar como especie, gracias a disfrutar un leve periodo de recreo de escuchar, te lo dije, entre la pubertad hasta el mismo día que procedemos a cometer matrimonio. A partir de este momento, una cascada interminable de, te lo dije, comienzan a venir de nuestra media naranja. 

La diferencia con el, te lo dije, de mamá, es que cuando recibíamos esta advertencia, no teníamos capacidad de deducir la posibilidad del peligro, en cambio de mayores, nuestra razón y argumentos lógicos nos hacen suponer que la advertencia es exagerada, superflua o inútil.

Y así como el amor tiene razones que la razón no conoce, las mujeres señalan peligros por pura adivinación, augurio y sexto sentido. ¡Son brujas!

Y las advertencias cambian: No te metas con fulanito; no me gusta zutano; ese no es amigo tuyo; te van a estafar; esa mujer algo quiere; no seas confiado, ese me cae mal; no bebas más y algún, me tinca, que ya no se usa porque viene del quechua que significa presentir. 

En la primera regata Salinas-Galápagos (1985) la esposa de uno de los miembros de la tripulación vaticinó que íbamos a chocar con una ballena e imploró a su marido no se embarque. La posibilidad que esto evento ocurra es casi imposible. 24 horas luego de partir, chocamos con una ballena y debimos abandonar el velero. Posteriormente con motivo del matrimonio de mi hija, envié el velero a Panamá para traerlo con unos amigos de regreso, mi esposa me pidió con insistencia que no lo haga porque lo iban a hundir…el embrujo se cumplió, perdí el velero. En los dos casos el, te lo dije, dolió en el corazón y el bolsillo.

Nuestros oráculos caseros reciben una voz interior llamada corazonada. La intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre.

 La naturaleza ha compensado al hombre con otros talentos…que están en camino de descubrirse.

Nuestro sexto sentido es el sentido del humor, ahí no nos ganan. 



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