25 abril, 2024

Opinión y apego, obstáculos a la sensibilidad

Este artículo lo escribo basándome en uno de los escritos del sacerdote jesuita, Anthony de Mello, cuyas palabras, cuentos, meditaciones, ponencias, escritos, etc., están dotadas, a mi parecer, de sabiduría y amor. 

El padre Anthony fue (y es, ya que sigue siendo actual a través de su mensaje), un ser excepcional que manifestó en su vida la Palabra de Dios en todo momento, recordemos que era sacerdote católico.  Obviamente, dado su origen, él era de la India, y por la amplitud de su mente y profunda espiritualidad pudo entender y explicar de manera sencilla la diversidad de las creencias que existen en ese país, y en otros inclusive, y aplicarlos como enseñanza para llegar a la experiencia de Dios. 

En épocas difíciles de mi vida, sus libros, han sido un gran soporte e inspiración para mí. Siento como si estuviera justo a mi lado o como si estuviéramos en el mismo lugar y él estuviera hablándome, motivándome a entender las cosas, no con el pensamiento, sino, más que entenderlas, a asumirlas y experimentarlas con el corazón. Estas experiencias llevan de alguna manera a sanar aquellas situaciones que nos perturban y no nos permiten disfrutar la vida tal como es, sobre todo, cuando la vida es, que es aquí y ahora. Ya que no hay más. El pasado ya pasó y el futuro es incierto, cuando llega es ya presente. 

Un punto importante para sanar es liberarse de los apegos, tarea que no es nada fácil, porque estos apegos no son esencialmente o no son siempre materiales. Los apegos son, sobre todo, según entiendo, esas emociones que nos mantienen atados a algo o a alguien, y que más de una vez confundimos con amor, proyectos, objetivos, etc. 

El apego del “amor” es el más fuerte. Ya que solemos creer o “pensar” (y ahí en el pensamiento, reside el nudo que hay que deshacer) que amar es necesitar, es recibir afecto, es estar siempre con esos seres o cosas que amamos. 

Estas son reflexiones que me he planteado a partir de la lectura de lo que enseña Anthony de Mello. 

El apreciado lector puede opinar distinto o favor, lo que en todo caso está bien, cada persona tiene una perspectiva distinta de la vida y de todo lo que ella implica, sean lecturas, artículos, situaciones, etc. 

El liberarse de los apegos, es una tarea muy difícil, tal vez no para todos, para mí lo es. Sin embargo, pese a serlo, es imprescindible para poder vivir tranquilos y en armonía, para gozar en cada instante de ese bien tan preciado que es la paz. Ser paz y estar en paz. 

Anthony de Mello propone al apego y a la opinión como obstáculos para la sensibilidad. Dice que cuando se tiene una opinión ya se ha llegado a la conclusión acerca de una persona, una situación o cualquier cosa. Entonces uno se queda fijo en ese punto, lo que genera una predisposición o un prejuicio. Al ser así, ya no seremos realmente claros respecto al tema que genera la opinión, o a la persona, no vamos a ver las cosas tal como son, porque esa opinión está de por medio. Eso hace que se pierda la sensibilidad. Sugiere, como salida, examinar esas opiniones o prejuicios y hacerlo con cuidado, de esta manera se logra que desaparezcan. 

El apego nos hace aferrarnos a algo o a alguien al punto de convencernos de que no seremos felices sin esa cosa o persona. En ese objeto del apego solemos dejar el corazón, esto luego ocasiona, tensión, ansiedad y muchas veces enfermedades, sean mentales (emocionales) y físicas. El apego, dice el padre Anthony, no se libera por medio de la renuncia, ya que eso lleva a endurecerse. Habla de que el secreto es: “no renunciar a nada ni aferrarse a nada, en disfrutar de todo y permitir que todo pase”. Esto se logra a base de horas y horas de observación, viendo el sufrimiento, la ansiedad, la falta de libertad que el mismo genera. Comparto la visión de este autor, en cuanto a que la sociedad actual está llena de apegos, sea a cosas, poder, dinero, posición social, reconocimientos externos, personas y una lista sin fin. 

Él es directo y fuerte al proponer liberarse de esta “pútrida cultura, basada en la codicia y el apego, en el ansia, la avaricia y en la dureza e insensibilidad del desamor”. 

Entonces, el autor pregunta: ¿Qué significa amar? 

Yo estoy en esa búsqueda del significado del amor, creo, por un lado, que amar es hacer lo que Dios nos dice: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Entiendo así, que siendo el amor una virtud teologal, hay que pedirle al mismo Dios que nos dé ese amor, a la vez que amarnos mucho, demasiado, para así poder amar a los demás, a los próximos y a los lejanos, a todos. 

Nada de esto es fácil, o no lo parece, pero con constancia, y deponiendo las opiniones y prejuicios, podríamos lograrlo. 

Por otro lado, si somos fruto del amor de Dios, tal vez sea cosa de buscar profundo dentro de cada uno y ese Amor está ahí, esperando a ser descubierto o ser traído a la vida. 

Les deseo que encuentren ese significado del Amor, y no solo el significado, sino que encuentren el Amor que llene su vida y que sea tan grande que lo puedan entregar a mares a todo aquel que se cruce en su camino. 

El libro en el que se encuentran estas meditaciones, la que he comentado es la meditación 19, es: “Una llamada al amor. Consciencia-libertad-felicidad”, Anthony de Mello.

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Acaricio la campana y empiezo a escuchar el despertar de su silencio. El sonido son los latidos de su corazón. Su cantar pausado, continuo y rítmico sale de su boca abierta a la vida que da a conocer su presencia. La campana siempre es campana: avisa, enciende, revela, convoca, despierta, acompaña, abraza, suelta todo lo que se ha guardado, no deposita nada, da, entrega todo lo que es y no espera nada a cambio. Sólo ser campana, campana para cantar, campana para la vida.

La campana me anuncia que mientras la tengo en mis manos está conmigo, cuando la dejo en el rincón, duerme su vida olvidada. La campana es la cenicienta de los cuentos de hadas: duerme el sueño de vivir y vive la retumbar de estar despierta. Para despertar necesita ayuda, sola no puede despertarse, ¡pobre campana echada en un rincón o colocada en lo alto de la torre pendiente de la soga de quien se acuerde de tocarla! Sola en la esquina es el recuerdo de que puedo alcanzar pero puesta en manos es la alegría de ser campana y soltar maravillosamente sus dones, su vibrante cantar. Sonando es la alegría de ser campana, tirada en el piso es el olvidar que estamos vivos para ser fuego y tierra, bronce y circulo, agua y cebras corriendo sobre la selva virgen de los deseos.

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